Roberto Jiménez
Segovia, 13 sep (EFE).- El horror «es una constante de la humanidad», ahora amplificado y percibido de forma continua a través de las pantallas digitales, una naturaleza que tiene su reflejo en todas las artes y expresiones como la literatura con un género donde la argentina Mariana Enríquez es referente internacional.
Es conocida entre sus lectores y parte de la crítica como ‘La reina del terror’. «Son cosas que me ponen los medios pero tampoco me molesta», explica Enríquez (Buenos Aires, 1973) en una entrevista con EFE a raíz de su estancia en España para asistir y participar en una nueva edición del Hay Festival como protagonista.
«No estamos preparados cognitivamente para asistir a un genocidio (Gaza) pero esto mismo ocurría en Ruanda en 1994 cuando la gente moría a machetazos: Entonces no había teléfonos móviles que nos lo recordaran continuamente», ha analizado la laureada autora de libros de relatos como ‘Las cosas que perdimos en el fuego’ (2016) y de los cuentos ‘Chicos que vuelven’ (2010) y ‘Ese verano a oscuras’ (2019).
Desde su bautismo en letra impresa con ‘Bajar a lo peor’ (1995), Enríquez no ha dejado de subir a lo largo de tres décadas durante las cuales ha macerado una narrativa singular que, dentro del género del terror gótico o el fantástico, ha vertido aguas desde el racionalismo de su abuela gallega y las supersticiones de la otra gran mamá, la argentina.
Los niños quemados con Napalm en Vietnam hace cincuenta años o hace diez con los narcos en México «cortando cabezas y colgando cuerpos de los puentes» demuestran, en su opinión, que «siempre estuvimos sometidos a cosas así: La única diferencia radical es la posibilidad de verlo ahora en vivo a través de las pantallas», ha analizado.
«El horror es un estado constante de la humanidad, por eso el momento actual no me parece que sea ni mejor ni peor: los conflictos micro y macro son continuos», ha proseguido la autora de novelas como ‘Nuestra parte de noche’ (2019), distinguida ese año con el Premio Herralde en la modalidad.
Desde la realidad a la ficción

Mariana Enríquez bebe de la realidad que la rodea, la que vivió durante su infancia en su país (dictadura militar) y la que rodea el mundo en el que ha crecido, «pero primero planteo la historia y luego viajo a la realidad», no al revés, ha matizado respecto a la gestación de sus relatos antes de esgrimir una propia personalidad.
Poe como precursor, pero también Le Carré, Conan Doyle y Christie han sido maestros en un género con el acento de lo anglosajón como estandarte, pero Mariana prefiere huir de seguidismos y reivindicar su propia personalidad.
«No uso necesariamente lo que a mí me da miedo. Primero cuento una historia que luego está tamizada por lo fantástico y el terror. Es decir, pienso en algo que luego suele contener elementos pertubardores. El proceso creativo no va desde el hecho a la historia sino al revés», ha pormenorizado.
El lector juvenil
Referente de la denominada nueva narrativa argentina, se desenvuelve con destreza en ambas distancias: la corta (cuento) y la larga (novela), sin perjuicio del eco que suscita con gran estridencia entre el lector juvenil.
El terror «es profundamente realista y cuando uno es más joven piensa en ello con más libertad porque a lo mejor tiene menos responsabilidad y conciencia», ha aventurado como hipótesis al desentrañar esa desmedida afección de los jóvenes hacia sus libros, aunque también ha considerado otras posibles causas.
«Es uno de los géneros literarios más populares junto al policial», ha expuesto antes de esgrimir más razones que sustentan ese interés: Debemos resignarnos a pensar que como sociedad no somos de lo más edificante, sino morbosos, con un morbo que necesitamos entender, integrar: puede ser incluso una parte nuestra que está reprimida y negarlo es peor», ha considerado.
Desde otro punto de vista, Mariana Enríquez cree que el terror «se puede adaptar a cualquier cultura o idioma».
«Comencé a escribir dese muy joven casi siempre desde el realismo pero me gustaba lo fantástico y el terror, por eso empecé a usar figuras relacionadas con la experiencia puntual de la Argentina, ver qué cosas nos dan más miedo de nuestra cultura», ha insistido antes de concluir.