Violeta Molina y Sonia López
Madrid, 30 jun (EFE).- El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, se casó con su pareja en octubre de 2005, unas semanas después de la aprobación del matrimonio igualitario. Siempre fue activista y visible, pero poder oficializar su relación mediante el casamiento fue un paso hacia la ciudadanía plena y el reconocimiento a su forma de vivir.
«Es el reconocimiento a mi deseo, a mi forma de vivir, que ya antes la vivía porque no vivía encerrado en ningún armario ni mi relación era ninguna falacia de cara al público. Pero, por eso mismo, la frustración era muy grande al no ser reconocido oficial e institucionalmente, con lo que fue una satisfacción», explica.
Así se expresa el ministro en una entrevista concedida a EFE con motivo de la conmemoración de los 20 años de la aprobación del matrimonio igualitario, un «paso histórico», una ley que consideró al colectivo LGTBI+ ciudadanía de primera, le permitió cumplir sus deseos y ejercitar sus derechos como el resto de parejas.
Un punto de inflexión histórico

Antes de la norma, la relación entre personas del mismo sexo, desde un punto de vista oficial, no existía. Tampoco para la compra de una casa, indemnizaciones, pensiones de viudedad.
«Muchos de nosotros teníamos que hacer algún documento notarial si queríamos que nuestra pareja pudiera ser la que decidiera en caso de una emergencia, un accidente. ¿Cuántas parejas había que convivían, que llevaban años, y si uno tenía un accidente o era ingresado de urgencia, si no había una relación positiva con la familia de la pareja, le podían retirar y no tener acceso?», cuenta.
La ley llegó para poner fin a esta injusticia: «Nuestra relación se oficializaba, no éramos dos amigos o dos amigas que compartían piso, éramos un matrimonio, éramos una familia y eso era muy importante», afirma.
Esa oficialidad también fue un reconocimiento para las familias y los entornos. «Si nuestras familias en muchas ocasiones no reaccionaban de una forma suficientemente positiva con nosotros, era muchas veces por esa sensación de que entendían que nunca íbamos a ser aceptados socialmente, es decir, pesaba como una losa sobre nuestras familias en base a lo que dirían de nosotros», argumenta.
Libro de familia “como un triunfo”
¿Y qué supuso para Fernando Grande-Marlaska poder casarse?
«El cumplimiento de un deseo, sentirme ciudadano de primera, el que si algo le pasaba a mi pareja, fuera yo quien tuviera la decisión; si algo me pasaba a mí, que él tuviera la decisión y no dependiéramos de la buena voluntad de unos u otros. Si esa es la persona que forma parte de mi vida, pues que sea la persona que decida en los momentos en que yo no pueda decidir», proclama.
Afirma que una de las imágenes que le parecen más importantes de su boda es una instantánea que no suelen hacerse las parejas heterosexuales: la foto con «el libro de familia como un triunfo». «La haces incluso con un poco de orgullo y decir aquí estamos, como pisando fuerte», cuenta.
Aunque se han casado más hombres que mujeres, ellas se están uniendo más en los últimos años, «una eclosión» que celebra el político: «Las mujeres lesbianas han estado un poco más en la trastienda, un poco más ocultas», porque siempre lo han pasado peor en todos los ámbitos y la sociedad ha sido más agresiva con ellas que con los hombres. «¿Por qué iba a ser distinto en el ámbito de la orientación sexual?».
«Emociones absolutas»
El ministro, juez de carrera, recuerda el día que las Cortes aprobaron definitivamente la ley del matrimonio igualitario como uno de «los más felices», de «emociones absolutas» y que vivió «con mucha intensidad».
«Sabíamos que la ley iba a salir, pero tenías un poco la sensación de ‘oye, ¿esto no se torcerá al final, no?’ Y entonces, cuando la votación es definitiva y esos 183 votos a favor, (…) fue la explosión», rememora.
Apenas 17 palabras en el Código Civil, «pero que implicaban y significaban tanto»… Especialmente para quienes, como él, habían luchado desde el activismo -en su caso en el colectivo vasco Gehitu- y no lo habían visto nada fácil, pero finalmente era una realidad.
Defiende que no es una ley exclusivamente para el colectivo LGTBI+, «sino para la sociedad en general». porque implica «dignidad para todos». Y reconoce la «impagable» labor política de Pedro Zerolo para su consecución.
«El beneficiario de esta ley no era el colectivo LGTBI+, era sin duda alguna la sociedad española en general porque nos hacía más dignos a todos», señala.
A juicio de Grande-Marlaska, la norma fue «parte de esa transición social que no se había hecho» porque ni siquiera la ley de amnistía de 1977 incluyó al colectivo, al que se siguió persiguiendo e internando en centros de tratamiento.
«Con la ley del matrimonio igualitario la sociedad reconocía que ya era hora realmente de pagar una deuda democrática con el colectivo LGTBI+», sostiene.
Una pelea diaria
¿Cómo cree el ministro del Interior que afronta una pareja del mismo sexo casarse hoy, veinte años después de la aprobación del matrimonio igualitario?
«Como se debe vivir, con normalidad, igual que lo vive una pareja heterosexual: con sus problemas, con sus satisfacciones, con sus dudas, con sus certezas. Te prometo que lo vivimos igual, que no somos distintos, y sobre todo después de 20 años», destaca.
Antes de concluir la entrevista, hace hincapié en que los derechos hay que ganarlos, pero también que hay que seguir peleándolos a diario. «Hay mucha gente que no sé por qué está interesada en que volvamos a los armarios», denuncia.