Redacción Medioambiente, 27 jun (EFE).- Un estudio elaborado en Asturias sobre la afección del lobo en la ganadería mostró que, paradójicamente, «cuantos más lobos se matan en una zona, más daños hay al año siguiente», ha explicado a EFE el biólogo y profesor de Zoología de la Universidad de León, Andrés Ordiz.
El lobo ibérico vio reducida su población y distribución territorial en un 87 % entre 1950 y 1970 y la merma de ejemplares relajó la protección del ganado lo que, con la recuperación del depredador, aumentó el número de ataques en los decenios siguientes.
Sin embargo, según Ordiz, la solución no pasa por cazar cuantos más lobos mejor, debido a dos factores: la desestructuración de las manadas -al quedar individuos aislados, tienden a atacar al ganado vulnerable más a menudo, debido a que son presas más fáciles- y el hecho de que eliminar animales sin identificar a los causantes deja el territorio disponible para otros que llegarían después y podrían provocar más daños.
“Matar lobos indiscriminadamente no sólo no soluciona el problema, sino que incluso lo agrava”, asegura este experto en grandes carnívoros, cuando la proporción de ataques es «ridícula» y «mucho menor» que la percepción del conflicto entre el lobo y la vida rural.
El estudio determinó que, de las 300.000 vacas destinadas a la producción de carne de manera extensiva en el Principado, unas 80.000 compartían zonas de pasto con áreas loberas pero, en las zonas de mayor incidencia, tan sólo el 0,04 % sufrieron ataques.
Recuperar medidas
La solución, según Andrés Ordiz y otros investigadores consultados por EFE, tiene más que ver con las precauciones que deben aplicar los ganaderos con sus reses, como sucede en la localidad de Merindad de Valdivielso (Burgos), donde la familia Valle, productora de cordero lechal churro, recuperó prácticas de manejo para convivir con el cánido tras el regreso de la especie.
El empleo de mastines, la constante vigilancia del rebaño y el encierro nocturno en majadas han conseguido que la rentabilidad de su ganadería aumente un 60 %, según Leandro Valle, uno de los miembros de la familia.
Valle justifica esta mejora en la mayor profesionalización del trabajo frente al «relato de falsedades y bulos pagados con dinero público» de los que califica como «ganaeuros» en lugar de ganaderos que, denuncia, «sueltan a sus ovejas en el monte sin presencia del pastor y en muchos casos sin mastines y además se lucran de las subvenciones».
La presencia del lobo, añade, hace que el monte se encuentre en mejores condiciones para el pasto, ya que controlan las poblaciones de corzos y jabalíes de manera natural, lo que evita enfermedades también en las ovejas.
Lobo protegido
El lobo entró en el Listado de Especies en Régimen de Protección Especial (LESPRE) en 2021 gracias al impulso de la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico (ASCEL), lo que le permitió gozar de la máxima protección legal con la prohibición de su caza en toda España, pero una enmienda parlamentaria introducida en la Ley del Desperdicio Alimentario en abril de 2025 permitió volver a cazarlo al norte del Duero.
Ignacio Martínez, presidente de ASCEL, defiende que el lobo «es un bien común frente a la propiedad privada del ganado» y que la gestión ganadera «no debe ir en detrimento de un bien jerárquicamente superior», pero la opinión de Luis Fernando Villanueva, director de la Fundación Artemisan, es diferente.
Según Villanueva, «si el crecimiento (de las manadas) sigue a este ritmo, llevará a la desaparición de prácticamente toda la ganadería extensiva y las poblaciones de especies cinegéticas», ha pronosticado, para concluir que «estamos ante una especie importante que debe protegerse en España sí o sí, pero sin ponerlo por encima de la conservación de nuestro medio rural y la ganadería extensiva”.