Isabel Laguna
Jerez de la Frontera (Cádiz), 25 may (EFE).- El músico argentino Maximiliano Calvo finaliza este lunes, en el centro de Jerez de la Frontera (Cádiz) en el que logró superar su adicción a la cocaína, la gira que ha realizado por estos espacios y en la que, cuenta, se ha usado de “excusa” para “visibilizar una enfermedad terrible” y animar a los que la sufren a “pedir ayuda antes”.
Calvo (Rosario, Argentina, 1989) ha logrado por fin hacer de la música “un lugar seguro” para él, que empezó a consumir cocaína a los 17 años, cuando con los tres amigos de su edad con los que había formado la banda Intrépidos Navegantes se mudó a Buenos Aires, grabó un disco y comenzó a vivir entre conciertos y festivales.
La cocaína, una forma de huir que no le ha servido “de nada”

“Vivimos en una sociedad enferma a la que le gusta ver sufrir a los artistas, eso existe, entre los músicos. Fue algo fomentado por mis ídolos de aquella época y de ahora, Jim Morrison, Jimmy Hendrix, Kurt Kobain. En uno de aquellos festivales en los que tocamos tomé cocaína con uno de mis ídolos. Todo eso va fomentando una historia de vida”, cuenta en una entrevista con EFE.
En 2018 decidió trasladarse a Madrid para seguir su carrera musical y “el consumo se fue fomentando”, hasta que el 1 de diciembre de 2023 ingresó en el centro de desintoxicación Montealto de Esvidas de Jerez de la Frontera.
“Decidí ingresar por poner un poco de paños fríos, no porque fuera consciente de que tenía un problema. Vi que mi carrera corría riesgo, que la gente que me importaba se alejaba de mi, y pensé ‘me ingreso y calmo las aguas’.
En este centro permaneció ingresado tres meses y descubrió que sí tenía un problema que navegaba debajo de su consumo: “empiezo a ver que me odio, que tengo unos miedos que te cagas al futuro, a la muerte, al paso del tiempo, un concepto muy tóxico del éxito y del fracaso, y de que era hora afrontarlos”.
Parar, dejar de consumir e incluso de escuchar y hacer música, fue “un puntapié inicial” para sumergirse en “una introspección brutal para saber por qué huyes de ti, por qué quieres autodestruirte”, explica, para concluir que ahora siente que la droga “es lo que usaba para tapar lo que no podía gestionar, lo que me aterraba” y que “escapar” con ella no le ha servido “de nada”.
Una gira por veinte centros de desintoxicación
Después de salir de este centro, alejado del todo de la música, siguió su terapia en Madrid con Álvaro Bermejo, cuyo método se basa en que para superar una adicción no hay que quitar a la gente de sus vidas, salvo excepciones.
Con él, el artista volvió a su música. Ahora hace “las canciones más honestas que he hecho jamás”, asegura.
“Media maratón”, en la que relata como escapa de su “yo del pasado”, es una de ellas.
“De mi también me puedo salvar”, es otra, y la que ha dado el título a la gira que ha realizado por una veintena de centros de desintoxicación de toda España y finaliza mañana en el centro de Jerez en el que inició su nueva vida.
Su vuelta a los conciertos se ha hecho con “un plan supermedido” que tuvo su primer hito hace un año en el concierto que ofreció en las fiestas de San Isidro de Madrid ante 20.000 personas, cuenta su mánager, Mariana Gyalui.
Nada de alcohol en los camerinos y una terapeuta a pie de escenario, con la que se encerró media hora al terminar el concierto, fueron algunas de las pautas que el músico siguió la primera vez que tuvo que subir y bajar de un escenario.
En su gira por los centros de desintoxicación, va acompañado por Álvaro Bermejo porque el camino de sanación continúa y porque, de alguna forma, infiere en el camino de su público.
“Se trata de mantenerte, que la vida tenga un sentido es lo importante. Ser consciente de que el vacío no desaparece para siempre, que hay que abrazar, convivir y enfrentar a los monstruos que te hablan y quieren destruirte”, explica sobre su recuperación.
Para él esta gira es “un pequeño grano de arena” con el que le gustaría apoyar a personas que han sufrido lo que él, sobre todo para que “no esperen a pedir ayuda hasta ver consecuencias brutales en su vida”, dice Maximiliano.
Y también quiere visibilizar y normalizar una enfermedad que “como sociedad vamos tapando”.
Para él, además, forma parte de un recorrido en el que ha aprendido a “crear nuevos recuerdos con la música” que le enseñan que “uno no necesita consumir para pasárselo bien”.
El final de esta gira no es un punto final, porque tiene planes de seguir dando conciertos en centros, prisiones e institutos e incluso de volver a las salas de conciertos: “tengo ganas de que la gente disfrute de mi música”, de esa que ahora compone siendo consciente de que tiene herramientas para enfrentar hasta los miedos al folio en blanco.