Miguel Bonnefoy: «Todo el mundo tiene una historia familiar asombrosa»

El escritor francés Miguel Bonnefoy, posa durante la presentación de su novela 'El sueño del jaguar', en la que reconstruye la fascinante vida de sus abuelos maternos, él, fundador de la primera universidad de Maracaibo, y ella, la primera mujer médico del estado de Zulia y destacada activista social en Venezuela, una obra de la que habla en Barcelona, galardonada con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y el Premio Femina 2024. EFE/ Enric Fontcuberta

Irene Dalmases

Barcelona, 3 oct (EFE).- Si en ‘Herencia’, finalista del Gouncourt, el escritor francovenezolano Miguel Bonnefoy indagaba en las generaciones francesas de la familia, ahora en ‘El sueño del jaguar’, galardonada con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y el Premio Femina 2024, descubre la mitología relacionada con sus abuelos venezolanos.

En una entrevista con EFE, sostiene que todo el mundo tiene «una historia familiar asombrosa», a la vez que se muestra convencido de que «somos el resultado de las historias que nos contaron» y, él, las ha escuchado de todos los colores.

«Llegué a una edad -confiesa- en la que tras oír lo que me contaba mi madre sobre sus progenitores pensé: si a ti te parece que dos y dos son cinco, pues, maravilloso».

En su nuevo título, tiznado de realismo mágico, traducido a una veintena de idiomas y que en España publican Asteroide y Les Hores en catalán, ha fabulado siempre que ha querido, aún partiendo de la realidad que vivieron su abuelos maternos, él, Antonio, un médico fundador de la primera universidad de Maracaibo, y, ella, Ana María, la primera mujer médico del estado de Zulia y destacada activista social en Venezuela.

Todo el mundo tenía su «cuentecito» de Antonio y Ana María

Personajes muy populares en Maracaibo, todo el mundo tenía de ellos «su cuentecito, algo que con el tiempo se va modificando, cambiando y cuando los escuchas parece que se está hablando de Aquiles, mientras mi abuela parece una figura de siete metros que, con una sola mano, por su profesión de obstetra, ha parido a la mitad de la ciudad».

De ella se decía, aunque hija de una familia muy humilde, que era una mujer «tan elegante que cuando estaba en la sala de partos se dejaba puesto su collar de diamantes y un solitario».

Su abuelo, por su parte, fue un niño huérfano, con una madre muerta en el parto y un padre, marino, que dejó al niño a los tres o cuatro días de nacer al cuidado de la señora Teresa, una conocida de una conocida, de la que se decía que no hablaba, una señora de la calle, con lo que Antonio «tuvo una vida dickensiana, llena de rufianes y ladrones, cazando iguanas y pescando pescaitos y cangrejos en el lago de Maracaibo», cuando era un niño, con una suerte que cambió de repente, como se relata en el libro.

Dejarse llevar por la mitología

A la hora de armar este artefacto literario, Bonnefoy se dejó llevar «conscientemente por toda esta mitología, diciéndome, qué rico, ya el libro está escrito».

Ahondando en la peripecia vital de su abuela, explica que fue criada en una situación vulnerable, con una madre que «medio desapareció», con una actitud marcada por la «tenacidad y la perseverancia».

«Terminó estudiando en la universidad y siendo la única mujer de su promoción. Tenemos una foto heroica, homérica en la familia, en la que se ve a Ana María en medio de una promoción de 120 hombres. Cuando regresó a Maracaibo, en un sector históricamente masculino, todas las mujeres del lugar querían ser examinadas por ella», descubre.

A la vez, recuerda que nunca la vio en la cocina o haciendo mermelada o contándole un cuento.

«Mis abuelos -prosigue- fueron personas muy inspiradoras, sin duda, aunque no creo que fueran unos padres muy presentes, también es verdad que eran de otra época. Nos dejaron una herencia buena y otra mala, en el sentido de que nos quedó esta cosa de la perseverancia y la abnegación, esa cosa de ser siempre los primeros, de ser el jaguar de la camada de gatos».

Sin embargo, el peso de todo lo que consiguieron fue «cargado» en los hombros de su madre y de su tía, lo que supuso también una «presión familiar inmensa» para ellas.

Bonnefoy piensa que escribir la novela le ha permitido «formular» todas estas consideraciones y «cristalizarlas».

Preguntado por nuevos proyectos, el escritor, que desde hace tres años, tras una vida nómada, reside en el sur de Francia, junto al mar con su esposa danesa y sus dos hijas, avanza que en este momento está con algo que todavía no tiene forma, «fascinado por la figura del hombre semental».