Miguel Vila azota con una pandemia y una nube radioactiva a sus criaturas en “Comfortless”

El dibujante italiano Miguel Vila en Cómic Barcelona. EFE/Sergio Andreu

Sergio Andreu

Barcelona, 6 abr (EFE).- Los autores se sienten cómodos cuando se mueven en territorios conocidos, como Miguel Vila, que utiliza su Padua natal de escenario para una trilogía de novelas gráficas, que remata ahora en ‘Comfortless’, en la que, vengativo, “regala” a sus personajes una nube radioactiva por no haber aprendido nada de la pandemia de Covid.

“No me considero una persona pesimista, soy más bien realista. Mis historias no terminan tan mal. Siempre pasa algo muy malo, pero al final no lo es tanto. Llevar el pesimismo hasta el extremo me parece que construye personajes menos precisos”, asegura a EFE el historietista invitado en Comic Barcelona, principal cita del sector en España, que se clausura este domingo.

‘Comfortless (La Cúpula) cierra la trilogía que Vila (1993), de origen argentino -se maneja con un castellano italianizado- comenzó con “Padualand” (2020) y continuó en “Dulce de leche” (2022), tres historias unidas por la presencia de personajes desnortados, que se manejan como pueden, casi siempre sin acierto, en sus relaciones de pareja y amistad, pobladores de paisajes solitarios, ordenados, casi geométricos, marcados por los tonos pastel.

En esta ocasión, los “habitantes” de la novela gráfica de Vila, como el resto del planeta en 2020, se ven sorprendidos por la pandemia y sus efectos inmediatos, con el añadido de que Italia fue el primer país europeo que se confinó, cuando en Occidente todavía había que buscar ese verbo en el diccionario.

Un acontecimiento demoledor para el orgullo de la especie humana que puso al descubierto actuaciones inesperadas.

“El problema siempre es el mismo, esperar demasiado de los demás, cuando normalmente tenemos comportamientos que demuestran que somos de una manera menos idealizada. Al final, no tengo la sensación de que la pandemia produjera cambios en las personas. De hecho, yo casi no tenía recuerdos de cómo fue cuando me puse a trabajar en ‘Comfortless'”, reconoce el propio autor sobre la memoria selectiva.

“Si alguien quiere ser bueno tiene que trabajarlo. Es algo que no es tan natural. Lo normal es tender hacia el egoísmo. Hacer algo por los demás es un sacrificio”, remarca el autor sobre lo “traumático” del confinamiento sanitario para los italianos, por su afición “a la vida social en la calle, en los bares”, como ocurre en España.

Es en ese momento cuando la soledad, el aislamiento y la comunicación estrictamente digital ponen a prueba las supuestas amistades de los protagonistas, que ya habían dado señales de no tener cimientos sólidos, y de ser una pequeña jungla en la que los débiles reciben lo mismos ataques de los matones que en un patio de colegio.

Un “sálvase quien pueda” que deja al grupo de amigos, y parejas, prácticamente descompuesto, a los que, sin apenas dar tiempo a coger aire, Vila pone a prueba de nuevo con los efectos de una nube radioactiva provocada por un accidente nuclear, que se extiende tan tóxica como las relaciones que ellos mantienen.

“Estamos en un momento en el que todo es imprevisible. Quería hablar del miedo que tiene la gente, de sus reacciones. Yo también me porté en ocasiones así, como cuando Irene se enoja porque uno salía a correr en mitad del confinamiento. Queríamos culpar a los demás de todo”, se confiesa el dibujante.

A Vila no le gusta maquillar a los personajes, sus rostros parecen incluso exacerbar los defectos físicos, expresivos y naturalistas, una vía de la que se sirve, dice, para poder diferenciarlos y que la historia se entienda mejor, en lo físico y en lo psicológico.

“Me encanta mostrar como son, feos. Porque pienso que todos somos feos. Somos feos, yo mismo, aceptémoslo”, juzga tajante y riéndose a la vez.

La “puesta en escena” de las viñetas de Vila, reconoce el mismo dibujante, están muy influidas por el norteamericano Chris Ware, otro de los invitados al salón de este año.

“Nació con él, cómo organiza sus escenas, la forma de distribuir los detalles temporales y espaciales de lo que pasa. Yo lo hago de una forma intuitiva, con una distribución estética y geométrica, para intentar dar identidad a cada página, sin que resulte artificiosa”, asegura el dibujante, que reconoce ahora lee más literatura y películas que cómic: “No sigo buscando allí”.