Madrid, 28 jun (EFE).- El cofundador de Greenpeace, Rémi Parmentier, uno de los históricos del movimiento ecologista en España, falleció este jueves en Madrid víctima de un infarto, según han confirmado fuentes familiares.
Impulsor de la Primera Asamblea Mundial sobre Trabajo y Medio Ambiente y de la plataforma Let’s Be Nice to the Ocean (Seamos amables con el océano), con una trayectoria de más de cuarenta años vinculado a la defensa del medioambiente, Parmentier (París, 1957) se interesó expresamente por la protección de mares y océanos en 1975 a raíz de una campaña en defensa de las ballenas.
«Formamos una pequeña tribu desconocida llamada Greenpeace, compramos un barco en el que nos embarcamos para protegerlas y expandimos nuestro campo de acción al vertido de desechos, la sobrepesca» y otros desafíos ambientales, según recordaba en una entrevista con EFEverde el pasado mes de abril.
Desde sus inicios, Rémi fue miembro fundador de Greenpeace Internacional y miembro de la tripulación y líder de campañas durante los primeros viajes del mítico Rainbow Warrior en los años 70 y principios de los 80.
La organización ha lamentado «la impactante y repentina pérdida del defensor mundial del medioambiente», de quien ha dicho que «desarrolló su propio estilo de judo político» al entender «cómo usar el peso del sistema en su contra». Logró importantes victorias a lo largo de seis décadas «sabiendo equilibrar lo desagradable con lo amable», ha descatado.
Eva Saldaña, directora ejecutiva de Greenpeace España y Portugal, ha afirmado que Parmentier deja «un legado vivo y urgente: seguir defendiendo un futuro justo y sostenible para las personas y el planeta».
Parmentier echaba ahora en falta mayor concienciación y movilización ciudadana, al afirmar: «Siempre oigo decir que con las nuevas generaciones va a ir mejor, pero no lo sé».
«Cuando empecé, éramos muy pocos los defensores del océano y en cierto modo era más fácil ser escuchado que hoy en día», añadía.
En la actualidad, «el medioambiente y el clima están en boca y cabeza de todo el mundo y hay un ruido de fondo que hace más difícil ser oído en una conferencia internacional», insistía, aunque consideraba que persiste la «necesidad de acción, de ambición, para proteger el mar y el medioambiente» con ayuda de la ciencia, «una herramienta fundamental».
Entre finales de los ochenta y principios de los noventa, esa ‘tribu’ de la que hablaba organizó una campaña para proteger la Antártida que culminó con el Protocolo de Madrid (1991), lo que frenó el despliegue de empresas petroleras en la zona.
Su labor en Greenpeace incluyó la puesta en marcha de oficinas de esta organización ecologista en España, Francia e Iberoamérica, además de la creación de la Unidad Estratégica y Política de Greenpeace Internacional y su papel como consultora ambiental en numerosos foros, incluyendo el que llevó a la prohibición mundial del vertido de residuos nucleares e industriales en el mar.
Viajero consumado, residía en Madrid desde hace años, donde fundó y dirigía la consultoría Grupo Varda, que desarrolla proyectos en áreas como la gobernanza oceánica, la política marina, la acción climática o la lucha contra la corrupción.
Recientemente, participó en la tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Oceános, que se celebró del 9 al 13 de este mismo mes en Niza (Francia) y sobre la cual publicó hace apenas una semana un artículo con sus conclusiones acerca de sus resultados.
En sus reflexiones defendía que no debía hablarse de oceános, sino de océano: «Solo hay uno, el que nos une y nos da la vida», concluía.