¿Negacionismo climático «encubierto»? El desafío de la reforestación tras un incendio

Vista de una zona afectada por el fuego en Courel (Lugo), en una fotografía de archivo. EFE/ Eliseo Trigo

Madrid, 2 oct (EFE).- Al negacionismo climático tradicional se le ha sumado otro menos visible o «encubierto» que gana impulso, el inmovilismo de quien defiende a ultranza recrear el bosque autóctono original para reforestar terrenos calcinados por incendios como los de este verano en España.

Así lo advierte a EFE el ingeniero experto en ecosistemas terrestres Víctor Resco de Dios, catedrático de Ingeniería Forestal y Cambio Global en la Universidad de Lleida, para quien «el retorno a un ecosistema idéntico al perdido» tras los incendios «no garantizaría la supervivencia de los bosques en el actual escenario de cambio climático».

«Muchas de las especies de zonas quemadas -ha dicho- no están preparadas para sobrevivir al clima del futuro; el terreno será demasiado árido, hará demasiado calor».

«Es un error plantar especies que no llegarán a final del siglo, eso es negar que el clima está cambiando», ha asegurado.

Sus declaraciones se producen después de que esta semana el Comité Estatal de Coordinación y Dirección (CECOD) de Incendios haya decidido prolongar hasta el 31 de octubre la campaña estatal contra los incendios dadas las previsiones meteorológicas desfavorables.

Lamentablemente el año 2025 es el peor de la década en incendios forestales en España, tanto en número de siniestros como en superficie afectada, que según datos provisionales, ha sido de 348.349,93 hectáreas, una cifra en torno al 287 por ciento por encima de la media del decenio.

«Migración asistida» a la hora de repoblar

A la hora de repoblar territorios tras grandes incendios hay que plantearse la «migración asistida», la introducción de plantas de sitios más áridos o variedades mas resistentes al calor, explica Víctor Resco de Dios.

«Eso significa olvidar el concepto de especies autóctonas en muchos casos», ha dicho; «no pensar en recuperar lo que había sino en asentar una vegetación que dure al menos hasta final de siglo».

En su opinión, existe un negacionismo «encubierto» que aunque admite el cambio climático como emergencia, es partidario de «la inacción» para combatirlo y aboga por dejar los bosques como están o replicarlos al repoblarlos.

«Tenemos que ser pragmáticos y pensar en plantas que vayan a sobrevivir a largo plazo».

Un nuevo paradigma de reforestación

En los últimos años algunos territorios están implementando ya un nuevo paradigma de reforestación acorde a las nuevas condiciones climáticas.

Por ejemplo, en Navarra se ha incorporado el cedro del Atlas (de Marruecos); por otra parte, la Universidad de Lleida está introduciendo en algún encinar de Cataluña ejemplares procedentes de otros hábitats, como encinas de zonas más meridionales, por ejemplo de la Comunidad Valenciana o Almería (Andalucía).

Resco de Dios ha recordado que la fase de reforestación salvo en casos excepcionales tras un incendio suele ir precedida de un período de espera para dar tiempo a la regeneración natural.

La vegetación que finalmente sea capaz de rebrotar en esos terrenos calcinados «estará al menos adaptada a las nuevas condiciones de un clima no ya del pasado sino del presente».

¿Existen «árboles bombero»?

La propagación del incendio no depende de si los ejemplares afectados son pinos, robles o eucaliptos, eso es un mito, ha dicho; no existen árboles que ardan menos ni que detengan el fuego.

A veces se habla de ciprés ignífugo, de robles, castaños que son especies «bombero»; estos comentarios que a veces circulan no se corresponden con la realidad y además son «peligrosos», porque algunos ayuntamientos para prevenir incendios plantan ciertas especies bajo la creencia equivocada de que son ignífugas cuando no lo son.

La inflamabilidad la determina la propia estructura del bosque; el estado de la maleza, el sotobosque, los arbustos, la hojarasca; en definitiva el combustible que rodea a los árboles.

Por ejemplo la superficie de eucalipto ha aumentado una barbaridad en las últimas décadas y sin embargo apenas ha variado el área quemada con presencia de estos árboles. En general se trata de plantaciones industriales donde no hay sotobosque, ni combustible y es difícil que ardan.

El problema viene del abandono forestal no de la especie, ha explicado el experto.

Los pinos, especies más frugales que otras, no requieren agua excesiva y crecen en zonas de menos recursos como en media ladera.

Sin embargo, los robles, con mayores requerimientos hídricos proliferan en zonas de valle húmedas y por eso se vinculan con menos incendios.

Algunas especies quemadas pueden rebrotar, por ejemplo, las encinas, los robles, aunque muchas requieren cuidados especiales para su rescate porque pueden quedar muy debilitadas tras el paso de las llamas.