Katmandú, 12 sep (EFE).- Nepal intenta retomar este viernes una frágil normalidad bajo control militar, con la reapertura parcial de sus fronteras y la limpieza de las ruinas en Katmandú, mientras el movimiento juvenil que derrocó al Gobierno se fractura por disputas internas para elegir a un nuevo líder.
Tres días después de la dimisión del primer ministro K.P. Sharma Oli, el país se encuentra en un limbo institucional, la violencia ha cesado en las calles, pero las negociaciones para formar un gobierno interino están en punto muerto, elevando el temor a un vacío de poder prolongado.
Las autoridades levantaron el toque de queda entre las 11:00 y las 17:00 hora local, lo que ha permitido que el tráfico comience a reaparecer en la capital nepalí.
Las negociaciones para desbloquear la crisis continúan por segundo día consecutivo entre la cúpula del Ejército, representantes de los colectivos juveniles y el presidente, Ram Chandra Poudel, en un nuevo intento por acordar una hoja de ruta y designar un primer ministro interino.
En la frontera de Belahiya con la India, la oficina de aduanas, incendiada durante los disturbios, ha reanudado parcialmente sus operaciones. Su jefe, Shivalal Neupane, informó que se ha permitido la importación de bienes esenciales, aunque deben operar de forma manual porque todos sus equipos y registros fueron destruidos, según el diario local The Kathmandu Post.
En Katmandú, los operarios retiran los esqueletos calcinados de los vehículos de las instalaciones de la Corte Suprema, con la vista puesta en una posible reapertura.
Sin embargo, otras instituciones, como el Ministerio de Sanidad, son irrecuperables. Su histórico edificio, una joya arquitectónica que sobrevivió a dos terremotos, fue completamente destruido por el fuego, obligando a los funcionarios a coordinar la respuesta a la crisis, que ya suma 31 muertos, desde una pequeña habitación de hospital.
En el plano político, crecen las voces que alertan de la posibilidad de que un Gobierno no constitucional pase a ocupar el poder.
Los colectivos juveniles, autodenominados como «Generación Z», que organizaron las protestas, denuncian ser víctimas de una campaña de «desinformación rampante» para presentarlos como un movimiento dividido y caótico.
«El movimiento ha sido infiltrado por grupos oportunistas», afirmó a los medios la activista Aastha Subedi, asegurando que los vídeos de supuestas peleas entre jóvenes que circulan en línea son falsos y buscan «desprestigiar» su causa.
El principal motivo de discordia entre los miembros de la «Generación Z» es quién liderará el próximo gobierno. Por el momento, se han puesto sobre la mesa varios nombres, como el de la exjueza Sushila Karki o el del exdirector de la Autoridad de Electricidad del país, Kulman Gishing.
Sin embargo, la falta de un liderazgo unificado, el marco constitucionales del país, y el vacío de poder, mantienen el futuro del país del Himalaya en el aire.