Tokio, 23 jun (EFE).- El archipiélago japonés de Okinawa conmemoró este lunes el 80 aniversario de una de las más cruentas batallas de la Segunda Guerra Mundial, que dejó más de 200.000 muertos, con una ceremonia en la que las autoridades nacionales y regionales pidieron reducir la presencia militar estadounidense en la zona.
A la ceremonia conmemorativa celebrada en el Parque de la Paz de Itoman, localidad en el sur de la isla principal de Okinawa y escenario del final de la batalla, acudieron tanto el primer ministro nipón, Shigeru Ishiba, como el gobernador de Okinawa, Denny Tamaki, además de otros políticos como el ministro de Asuntos Exteriores, Takeshi Iwaya.
«Transmitiremos este firme compromiso de no repetir los horrores de la guerra a las generaciones venideras y trabajaremos para lograr un mundo donde la gente pueda vivir en paz y prosperidad», dijo Ishiba, en un contexto marcado por la creciente preocupación por los conflictos en todo el mundo, especialmente por la escalada bélica en Oriente Medio.
Asimismo, el primer ministro prometió durante su discurso reducir visiblemente el número de las bases estadounidenses en Okinawa, porque la región «sigue soportando una carga desproporcionada por las bases», añadió el gobernador de la región.
Tras el final de la Guerra del Pacífico y la derrota de Japón, Okinawa quedó bajo administración estadounidense hasta 1972, años durante los que se instalaron numerosas bases estadounidenses en la región que continúan activas hasta la actualidad.
El sentimiento antibases está muy extendido entre la población del archipiélago por diversos factores como el ruido, la contaminación o los delitos cometidos por militares estadounidenses, entre ellos una serie de casos de agresión sexuales.
Entre los demás asistentes a la ceremonia, casi todos vestidos con una camisa típica de Okinawa de color negro en señal de luto, se encontraban un representante de la organización antinuclear Nihon Hidankyo, ganadora del Premio Nobel de la Paz en 2024, y la subsecretaria general de las Naciones Unidas y alta representante para asuntos de desarme, Izumi Nakamitsu.
La Batalla de Okinawa supuso la única invasión terrestre de Estados Unidos en Japón durante la Segunda Guerra Mundial, y se produjo pocos meses antes de la rendición total del país asiático a los pocos días de lanzarse las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
El sangriento enfrentamiento duró tres meses y costó la vida de uno de cada cuatro okinawenses, unos 94.000 en total.
Las autoridades locales suelen aprovechar este aniversario para subrayar la pesada carga que soporta aún este pequeño archipiélago, que acoge en torno al 75 por ciento de las instalaciones militares estadounidenses que hay en Japón.
Las bases militares, que ocupan una quinta parte de la superficie de la isla principal, fueron construidas sobre suelo expropiado durante el período de ocupación estadounidense que duró hasta 1972, dos décadas más que en el resto del país asiático.
En paralelo a la relocalización de las bases estadounidenses en el archipiélago, un proceso que ya está en marcha pero que se enfrenta a obstáculos medioambientales y legales, Japón ha venido reforzando sus capacidades de defensa en la zona.
Esto responde a la intensificación de las actividades militares chinas en aguas próximas a Okinawa y en las cercanías de Taiwán y de las islas Senkaku, administradas por Tokio pero reclamadas por Pekín.
Estos movimientos han incrementado la preocupación entre la población de Okinawa sobre la posibilidad de que el archipiélago pueda convertirse de nuevo en la primera línea de un conflicto bélico. EFE
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