Cannes (Francia), 16 may (EFE).- ‘Sirat’ es, según el Corán, un estrecho puente que permite pasar del infierno al paraíso. Y ese es el recorrido que hacen los protagonistas del filme con el que el gallego Oliver Laxe compite en el Festival de Cannes y con el que invita a “caer al abismo” para que surja “lo mejor del ser humano”.

“Yo soy de los que piensan que en realidad todos los seres humanos somos niños heridos de alguna manera. Hay una fractura dentro de nosotros, pero unos somos más conscientes que otros”, explica el director en una entrevista con EFE antes de la presentación de ‘Sirat’, su cuarto largometraje y cuarto que lleva a Cannes, aunque este es el primero en la competición por la Palma de Oro.
En el filme, que se estrena el 6 de junio en España, la mayor parte de los personajes viven muy ligados a esa herida porque “tenemos esa tendencia a crear una imagen idealizada de nosotros mismos”, pero al final la película “invita al personaje principal también a romperse, a caer al abismo”.
Ese personaje principal es Luis, interpretado por Sergi López, el único actor profesional de la película. Es un padre que viaja al desierto de Marruecos con su hijo pequeño, Esteban (Bruno Núñez), a buscar a su hija desaparecida en un ambiente de raves, fiesta y drogas que le es completamente ajeno.
Eso fue precisamente lo que atrajo a López de esta historia, ese “universo de un señor como convencional, normal, con un hijo, que se encuentra con este mundo, que lo ves como un pulpo en un garaje”. “Es una historia incomparable”, agrega el actor, que apunta entre risas que siempre le han gustado “las historias un poco marcianas”.
“Yo creo al final que la película es una película de amistad, de familia” en la que todos los personajes, pese a sus diferencias, se cuidan los unos a los otros, reflexiona el realizador. Es la muerte la que hace “que explote la individualidad y aparezca el colectivo”, porque es en esas experiencias próximas al fin donde “puede salir lo mejor del ser humano”.
Una película tan compleja como los trabajos anteriores de Laxe -‘Todos vós sodes capitáns’ (2010), ‘Mimosas’ (2016) y ‘O que arde’ (2019)- y que pretende que el espectador mire a su interior.
“Tenía ganas de remover, de rascar dentro del espectador. Y creo que la muerte es algo que nos configura”, señala Laxe sobre una historia en la que planean temas como la desigualdad o las diferencias sociales.
Y que es además una meditación sobre la muerte “no como un fin de algo, sino como la puerta a otra cosa o, por lo menos, una oportunidad de crecer”.
Eso es lo que le ocurre al personaje de Luis, al que ves madurar en directo, como explica López. “Al principio tienes la impresión de que el más maduro es el niño casi y la vida le va a hacer madurar de golpe y después tiene que llegar a un campo de minas y atravesarlo sin pensar y asumir que la vida es esto, que en cualquier momento te puedes morir”.
Una muerte que afecta por igual a todos esos personajes que el realizador encontró en raves auténticas porque lo único que le importaba era “la verdad” que podían transmitir.
“Me conmueve mucho la gente frágil, la gente que asume sus heridas, que las muestra, que no las esconde”, explica Laxe, que eligió a López como contraste con la inexperiencia, por sus “horas de vuelo” y por su “instinto”.
Para López trabajar con actores no profesionales supone una inspiración porque cada vez está más convencido de que el objetivo de un actor “es dejar de actuar, es no actuar”, algo más fácil para la gente que no tiene técnica pero que a cambio “tiene un porcentaje muy alto de algo que les sobrepasa, que es una presencia, una energía … A mí esto me inspira”.
Nacido en París de padres gallegos, Laxe se siente cómodo en Cannes porque lo conoce bien pero es “un choque brutal” salir de su aldea de Ancares (Lugo) para rodar o para viajar a festivales. “No te creas que conviven bien esas dos facetas, el campesino y el cineasta”, asegura.
“Me siento un buen aldeano de allí, de Ancares, de las montañas donde vivo. Me identifico con esas montañas. Mi sensibilidad asilvestrada, salvaje, es de allí y mi temperamento también”.
Se considera además un cineasta de acentos más que de nacionalidad. “Hablo el francés con acento español, hablo el español con acento galego, hablo el árabe con acento francés, hablo el francés con acento galego. En fin…”, remata con una sonrisa.
Alicia García de Francisco