Alfredo Valenzuela
Sevilla, 21 may (EFE).- Un reino minúsculo que ocupaba las actuales Asturias y Cantabria con unos 150.000 habitantes fue capaz de derrotar en Covadonga al Califato Omeya de Damasco, que se extendía desde la India a Portugal -476 veces mayor y con 333 veces más población-, una realidad histórica que el historiador José Soto Chica vindica con la novela ‘Pelayo’ (Espasa).
Doctor en Historia, medievalista autor de 70 artículos científicos sobre el periodo visigodo, de nueve libros de ensayo histórico y de seis novelas, Soto Chica (Santa Fe, Granada, 1971) rechaza la reciente hipótesis de que la batalla de Covadonga no existió como tal hecho histórico:
“Es mucho más difícil proponer que no existió que sostener que existió; historiográficamente todo se reduce a pruebas, y hay muchas más de que se libró una batalla decisiva en el entorno de Covadonga -probablemente en Cangas de Onís y no en el santuario- y negarlo es más difícil que afirmarlo”.
“Sobre Covadonga se han escrito muchas tonterías, como que fue una simple escaramuza; pero eso no hubiera otorgado a Pelayo el prestigio que necesitaba para estar por encima de cualquier otro noble; también tiene un carácter simbólico porque los hispanogodos llevaban siete años continuos encajando una derrota tras otra y Covadonga fue el estímulo para todos los que querían resistir”.
Táctica, habilidad y liderazgo
Según el historiador, debió ser “una batalla de infantería donde la táctica de Pelayo tuvo que ser decisiva porque estaba en inferioridad numérica y porque enfrente tenía un ejercito profesional; él contaba con un puñado de desesperados, la mayoría de los cuales nunca había empuñado una lanza; eso requiere táctica, habilidad y liderazgo”.
“Pelayo es un personaje cien por cien histórico, y existió como nos lo han contado: Hay testimonios arqueológicos e históricos, una inscripción del 27 de octubre de 737 que nos deja su hijo, Favila, un testamento escrito en 812 por uno de sus biznietos, Alfonso II, que lo menciona expresamente, además de las fortalezas que construyó y mucha documentación, desde las crónicas asturianas a fuentes islámicas”, ha señalado el historiador para añadir:
“Y todas estas fuentes coinciden en tres cosas, que fue un rebelde, que fue un rey y que fue capaz de fundar un reino; un reino que tenía mucho de antiguo porque salvó lo que quedaba de la España visigoda, en la que él nació; Pelayo era un noble y lo hubiera tenido muy fácil para mantener sus privilegios en el contexto del nuevo mundo, porque a muchos nobles visigodos se integraron en Al-Andalus y mantuvieron sus privilegios”.
Su propia hermana se casó con un enemigo, con el gobernador de la Asturias musulmana, y el caso de Pelayo fue “llamativo por que es un personaje que teniéndolo fácil optó por lo difícil, que era resistir; y no resistir sin una razón sino con la idea de salvar lo que pudiera del mundo que había perdido y con ello construir algo nuevo; por eso fue un personaje singular”.
La rebeldía del mito
“La rebeldía de Pelayo fue una locura, por eso causa empatía y emociona”, ha asegurado Soto Chica, quien en su vida también hubo de rebelarse contra las circunstancias, ya que con 25 años, cuando era militar, un accidente con explosivos lo dejó ciego y casi sordo, entre otras lesiones, momento en el que emprendió su carrera académica y literaria.
Investigador del Centro de Estudios Bizantinos de la Universidad de Granada, Soto Chica recuerda que “en la Alta Edad Media una victoria se interpretaba como que Dios estaba de tu parte, y Pelayo se convierte en un héroe, en un nuevo David capaz de amalgamar las aspiraciones y los sueños de los que no se querían integrar en el nuevo mundo”.
“A diferencia de tantos nobles que se integran, Pelayo se convierte en el foco, en el símbolo y en mito; él no es ningún mito pero su persona es mitificada”, concluye el historiador, antes de sentenciar sobre el papel de la mujer en la Historia:
“Se dice que la mujer no ha estado presente en la Historia y yo reivindico lo contrario, que la mujer ha estado siempre muy presente en la Historia y que si no lo sabemos es por culpa de los historiadores, que no han hecho bien su trabajo; en esta historia hay una mujer, Gaudiosa, esposa de Pelayo, que gestionó el reino mientras su marido batallaba, y lo hizo sin necesidad de disfrazarse de hombre”.