Playa Hermosa (Costa Rica), 11 mar (EFE).- Las olas de Playa Hermosa, en el Pacífico de Costa Rica, atraen cada año a miles de turistas amantes del surf, un deporte que se ha convertido en toda una cultura que se vive prácticamente desde que la gente nace en esta zona catalogada como una de las 13 Reservas Mundiales de Surf en el mundo.
Marco Menéndez, de 10 años, asiste al Surf Dojo, una escuela de surf sin fines de lucro donde los niños aprenden técnicas de respiración, a nadar y técnicas de este deporte tanto en piscina como en un pequeño parque de patineta, en el cual pulen el equilibrio y maniobras iguales a las que se necesitan en el mar.
“Con mi papá desde los 7 meses estaba parado en una tabla. Me gusta la pasión del surf, los amigos que se pueden hacer. Me gustaría llegar a la World Surf League”, dijo el niño.
En Playa Hermosa, un sitio de 8 kilómetros de playa al que popularmente se le conoce como el Estadio Nacional del Surf de Costa Rica, es fácil observar niños y niñas en sus tablas, al igual que a turistas y a surfistas profesionales entrenando para sus competencias.
Este sitio fue nombrado en 2020 como Reserva Mundial de Surf, un programa dirigido por la Coalición Salvemos las Olas (Save the Waves) que busca involucrar a las comunidades, comercio y autoridades estatales en la protección ambiental para preservar la calidad de las olas y la riqueza natural.
El surf un maestro de vida y promotor de la protección ambiental

Laura Zumbado, surfista y líder de la comunidad de Playa Hermosa, explicó a EFE que el surf genera a la localidad unos 14 millones de dólares anuales con la llegada de 15.000 turistas cada año, y que es imprescindible conservar el ambiente y promover el desarrollo sostenible, en especial en el creciente sector el inmobiliario.
“La reserva celebra el gran activo ambiental que tenemos, el surf y las olas de Playa Hermosa que son únicas. La reserva busca proteger nuestro activo natural y también promover un urbanismos sostenible. Buscamos balancear el desarrollo urbano, bien planificado”, comentó.
Zumbado aseguró que en Playa Hermosa “se vive y se respira surf” y que prácticamente todos en la comunidad “en algún momento del día surfean”, ya que existe “una cultura orientada al surf” donde los niños desde los 3 años de edad ya están aprendiendo el deporte.
“El surf es un maestro de vida, te enseña a esperar el momento correcto, la perseverancia, el contacto con la naturaleza. Esto hace que los niños crezcan de una manera diferente”, aseveró.
Entre las principales amenazas de la zona se encuentra el fuerte desarrollo inmobiliario que es frecuente en las playas de Costa Rica y sus alrededores, ante lo que los activistas locales tratan de impulsar un plan regulador con la municipalidad que evite daños a los humedales, a los manglares y a los bosques de la zona.
Para los activistas de la comunidad también es necesario que se amplíe el Refugio de Vida Silvestre Punta Mala, que protege playa y manglar, a 61 especies amenazadas, entre ellas 3 especies de tortugas marinas en peligro de extinción.
A los esfuerzos de conservación en esta playa de la provincia de Puntarenas, a unos 150 kilómetros de San José, se han unido organizaciones, hoteles y comercios en general que están aplicando prácticas de sostenibilidad, un punto clave para atraer turistas.
“Tenemos surfistas de Brasil, de Portugal, de Estados Unidos, un señor vino solo con su tabla y se quedó 10 días. Para un extranjero, tener las facilidades para surfear y ver las olas desde el balcón de su habitación, no tiene precio”, dijo Mauricio Aymerich, de la empresa The Real Service, que opera un pequeño hotel llamado Fuego del Sol.
Las Reservas Mundiales de Surf, de las que hay 13 en el mundo, pretenden preservar proactivamente las olas excepcionales en todo el mundo al reconocer y proteger los atributos ambientales, culturales, económicos y comunitarios clave de las áreas de surf.
Douglas Marín
