Alberto Valdés
La Laguna (Tenerife), 7 ago (EFE).- El pasado 28 de mayo un cayuco volcó a pocos metros del puerto de La Restinga en el Hierro y la vida de Víctor, Manuel, Sandra y Daniel, cuatro policías nacionales que intervinieron en el rescate de los supervivientes, quedaron marcadas para siempre, igual que las de Habib y Amara, dos de los ocupantes de la embarcación. Esta semana se han reencontrado.
Los agentes, destinados en la más pequeña de las Islas Canarias para ayudar en las labores de rescate, decidieron dar este paso después de leer la entrevista que Habib ofreció hace unas semanas a la Agencia EFE, con el objetivo de intentar “cerrar el círculo” de una experiencia “traumática” que no olvidarán nunca y donde pesa la frustración por la muerte de tres niñas y cuatro mujeres.
El encuentro se produjo en el exterior de las instalaciones del centro de primeras llegadas de Las Raíces, en La Laguna (Tenerife) y administrado por la ONG Accem, donde ambos jóvenes residen y en el que, según explican, han recibido una gran atención que les ha hecho “sentir muy cómodos”.
En este nuevo hogar temporal en el que se encuentran lejos de sus países de origen no están acostumbrados a recibir visitas y se notan los nervios, tanto por su parte como por la de los agentes, pero en cuanto se acercan y comienzan a hablar todo se relaja y en pocos minutos comienzan los abrazos y las muestras de cariño.
La tragedia de La Restinga, explica Víctor, “ocurrió muy rápido”, no hubo “tiempo para pensar” y todos se tiraron al agua para salvar a los ocupantes del cayuco, algo que para ellos también “fue un momento muy traumático” que les hubiese gustado abarcar después con un reencuentro con los supervivientes que no fue posible por las circunstancias, pero que les hubiese venido “muy bien a todos”.
“Es emocionante reencontrarse con las personas que fueron salvadas en ese fatal día. Solo queríamos transmitir nuestra alegría de estar con ellos, de reencontrarnos, de cerrar un círculo que, para nosotros, para el grupo entero, es muy importante cerrar. Y lo único que queríamos contaros es una pequeña espinita que tenemos clavada, la frustración de no haber podido salvar a todas las personas”, detalla el agente.
Para Habib, el recuerdo de lo ocurrido tiene muchas lagunas negras, fue un “día terrible” a pesar de los esfuerzos de quienes les ayudaron y “salvaron muchas vidas»
Un agradecimiento para siempre

“Les agradezco mucho, porque había muchos menores y niños, solo Dios puede pagarles lo que hicieron. Fue un día… a veces ni me acuerdo de lo que pasó. La mayor parte de la gente no sabía nadar y nos ahogábamos debajo del agua. Fue gracias a los socorristas y la policía que pudimos mantenernos vivos. Francamente, les felicito y les agradezco”, indica el joven guineano.
Al recordar lo sucedido, la reacción en los agentes no tarda en verse en sus pieles, erizadas, o en sus miradas, esquivas en algunos momentos, emocionados, y donde se repite constantemente la misma idea: “todo ocurrió muy rápido”.
En cuestión de décimas de segundo, explica Daniel, el cayuco volcó y cientos de personas cayeron al agua. Recuerda especialmente “a mujeres desesperadas” chillando para que salvaran a sus hijos, lo que provocó que reaccionaran agarrando a todos los que podían y empujándolos hacia fuera del agua, donde Sandra “tiraba de forma brutal y sobrehumana” de la gente para ponerla a salvo.
Un drama que, según explica Manuel, hizo imposible que supieran cuántas personas llevaban rescatadas, hasta que la embarcación recuperó su posición natural y “empezó a salir más gente para fuera”, a lo que Sandra añade que fue gracias a que “había una bolsa de aire” entre unas bodegas y “sobrevivieron gracias a eso”, después de estar “cerca de media hora debajo del agua”.
Unos minutos que se hicieron eternos

Durante esos eternos minutos, un grupo de policías y vecinos se pusieron los trajes de buceo para rescatar a las personas que habían quedado atrapadas, una “actuación muy rápida y coordinada”, indican los agentes, pero además de las maderas rotas por el choque de la embarcación, en el interior del cayuco había “una gran cantidad de bolsas de agua, comida, ropa, gasolina…”.
Lo que provocó, continúa Manuel, que hubiese poca visión y que muchas personas que se encontraban en el agua sufrieran quemaduras, porque la mezcla de la gasolina con el agua salada “abrasa la piel”, lo que se tradujo en “quemaduras en las mujeres y en los niños”, especialmente en los ojos.
Meses después de lo ocurrido, los agentes siguen trabajando día a día en El Hierro, con el “temor de que se repita de nuevo, como un mal sueño”, indica Víctor, quien admite que ver la llegada de un cayuco ya no es lo mismo, a lo que Sandra añade que “van un poco con miedo” porque durante el año pasado tuvieron varios amagos de que ocurriera algo parecido.
“Fue por las características del cayuco, que era de pesca, con doble fondo, no era el típico que suele llegar, era muy diferente. Muy largo y muy estrecho, de 23 metros, no era estable y se viró enseguida. En otras situaciones, los cayucos son más estables”, detalla Sandra.
Ahora, continúa Víctor, siguen trabajando “intentando mejorar la seguridad”, para ello han mantenido reuniones con su equipo y con el de Salvamento Marítimo, perfeccionando los protocolos y realizando “pequeños entrenamientos” para que no vuelva a ocurrir, pero el temor está y lo van a llevar siempre.
“De cara al futuro nos gustaría volver a encontrarnos con Habib y con Amara, saber de ellos y saber que tienen una oportunidad de vivir bien, de tener una familia y seguir adelante. Nos gustaría mantener el contacto, que nos los podamos encontrar y que ojalá les vaya muy bien”, concluye Víctor.