Belgrado, 2 ago (EFE).- La cultura en Serbia enfrenta crecientes presiones políticas después de que algunos festivales y artistas apoyaran públicamente las protestas estudiantiles, que desde noviembre pasado exigen el fin del régimen nacional-populista de Aleksandar Vucic, al que consideran corrupto y autoritario.
En las últimas semanas, el Gobierno serbio ha suspendido la financiación de varios eventos, como el Festival ‘Sterija’, los ‘Días de Shakespeare’, el programa de la Academia de Artes de Novi Sad y, sobre todo, el famoso festival musical ‘Exit’, lo que muchos interpretan como una represalia política.
«Para quienes apoyan las protestas estudiantiles no hay dinero. El gobierno envió un mensaje claro a los artistas y trabajadores de la cultura: los castiga. Esa política nace de una lógica de venganza», declaró a EFE Tanja Mandić Rigonat, directora de teatro en Belgrado.
La presión sobre las universidades y la cultura en Serbia aumentó tras el apoyo a las protestas surgidas tras el derrumbe de una marquesina en la estación de tren de Novi Sad el 1 de noviembre de 2024, que causó 16 muertos.
«Muchos artistas que criticaron al Gobierno fueron llamados traidores, enemigos del país y atacados brutalmente en la Asamblea», recuerda Mandić Rigonat.
Entre los que perdieron financiamiento estatal está el festival ‘Exit’, fundado en 2000 como protesta estudiantil contra el autocrático régimen de Slobodan Milosevic (1841-2006), que tuvo su más reciente edición en julio pasado.
Durante un cuarto de siglo, el ‘Exit’ fue uno de los festivales culturales más grandes del Europa y una importante marca cultural de Serbia, que generó cientos de millones de euros en turismo para el país balcánico.
Sin embargo, debido al apoyo público a las protestas estudiantiles contra el gobierno del populista y nacionalista Aleksandar Vucic, los organizadores del certamen anunciaron recientemente su traslado a Egipto a partir del 2026.
«El régimen de Vucic actúa como una fuerza ocupante que roba recursos, destruye ciudades y usa el dinero público sin respeto por la cultura», dijo el escritor y artista visual Dejan Atanackovic.
«La cultura está bajo un ataque constante, al igual que las universidades, las ciudades que desaparecen bajo las excavadoras del régimen, y los ciudadanos que sufren agresiones físicas y amenazas», añadió Atanackovic en declaraciones a EFE.
Según el artista, eso demuestra que en Serbia se está librando una especie de «guerra civil» y una «lucha de los ciudadanos contra un ocupante al que la cultura le importa tanto como las vidas de todos los ciudadanos contra quienes envía matones enmascarados».
El gobierno serbio, además de eliminar la financiación de la cultura, acaba de nombrar en puestos clave a personas cercanas al poder y al discurso nacionalista.
El nombramiento del excomandante Dragoslav Bokan, vinculado con una unidad paramilitar acusada de crímenes de guerra contra la población civil no serbia en Croacia y Bosnia en los años 1990, al frente del Teatro Nacional de Belgrado, confirma para los críticos la presión del gobierno sobre la autonomía cultural.
«El Gobierno fingió apoyar la integración europea durante años, pero ahora se ha quitado la máscara, celebra abiertamente a criminales de guerra y promueve el odio interétnico», asegura Atanackovic.
Agrega que el régimen de Vucic quiere ante todo mantener el control sobre cualquier institución donde podría esperarse libertad de expresión y potencial resistencia.
Los artistas dramáticos más destacados y los tres sindicatos de actores, de ballet y musicales respondieron a las recientes decisiones con protestas públicas y una huelga.
«La biografía de Dragoslav Bokan incluye a las Águilas Blancas (un grupo paramilitar serbio de ideología nacionalista e irredentista) durante la guerra y discursos de odio en los medios. Aquellos que lo nombraron creen ingenuamente que pueden disciplinar a los artistas como a una fuerza paramilitar», asegura Rigonat.
Los críticos recuerdan que la presión sobre la cultura no es una novedad, y que el «maltrato» a la cultura ha existido siempre bajo los gobiernos de Vucic, quien domina la política serbia desde 2012.
«Es un gobierno de criminales que sabe que si pierde el poder, deberá responder por asesinatos, saqueos y destrucción del patrimonio y la infraestructura», concluye Atanackovic.
Bogdan Dasic