Cracovia (Polonia), 31 may (EFE).- Las presidenciales polacas de este domingo no solo decidirán quién será el jefe del Estado durante los próximos cinco años, sino también qué camino debe tomar el país: el de la sintonía con Europa que representa el candidato liberal Rafal Trzaskowski, o el del nacionalismo que defiende el conservador Karol Nawrocki.
En las urnas se enfrentan dos visiones de país y dos modelos de sociedad opuestos, encarnados por Trzaskowski, actual alcalde de Varsovia y candidato de la Coalición Cívica (KO), partido líder de la coalición gobernante, y Nawrocki, respaldado por el partido nacional-conservador Ley y Justicia (PiS), que gobernó entre 2015 y 2023 y anteriormente entre 2005 y 2007.
El sistema legal polaco concede al presidente el poder de vetar cualquier ley o presupuesto, por lo que está en juego si el gobierno de Donald Tusk podrá implementar su ambicioso programa de reformas con un jefe de Estado afín, o si tendrá que enfrentarse a continuos obstáculos que podría paralizarlo hasta las próximas elecciones parlamentarias en 2027 o incluso precipitar unos comicios adelantados.
Luz verde o luz roja para Tusk
El actual gobierno de coalición, una alianza de centro-derecha, llegó al poder en diciembre de 2023 y se ha visto obligado a “cohabitar” con el presidente Andrzej Duda, alineado con el PiS, en un año y medio plagado de enfrentamientos y tensión.
Duda ha utilizado sistemáticamente su poder de veto, pues el gobierno carece de la mayoría parlamentaria (tres quintos) necesaria para anularlo, y también ha remitido leyes y presupuestos al Tribunal Constitucional, un organismo cuyos miembros fueron nombrados en su mayoría por él mismo, lo que en la práctica funciona como un veto de facto.
Esta resistencia ha sido el principal obstáculo para que el Gobierno de Tusk deshaga el legado de su predecesor e implemente reformas institucionales profundas.
La victoria de Trzaskowski eliminaría todos estos obstáculos, permitiría al gobierno de avanzar con su proyecto de reforma institucional, y serviría para acallar los desacuerdos, cada vez más profundos, que hay entre los paridos de la coalición.
Si, por el contrario, Nawrocki se alza con la victoria, se prolongaría la parálisis institucional, se exacerbarían las tendencias centrífugas en la alianza de 12 partidos liderada por Tusk y se abriría una etapa de inestabilidad, nuevos enfrentamientos con Bruselas y una erosión acelerada del Ejecutivo.
La llave ultraconservadora
La primera vuelta electoral marcó un récord de participación para unas presidenciales, con un 67,31 %, y las encuestas sugieren que la segunda podría superar esta cifra.
La última encuesta IBRiS para el noticiario polaco Onet, realizada del 26 al 28 de mayo, situó a Trzaskowski con una ligera ventaja del 47,7 % frente al 46 % de Nawrocki.
La diferencia de 1,7 puntos porcentuales está dentro del margen de error estadístico del estudio (3 puntos porcentuales), y el hecho de que un 6,3 % de los encuestados aún no sabe a quién votará aumenta aún más la incertidumbre. En otros sondeos les separa incluso sólo un punto.
La clave para ambos candidatos reside en movilizar a su base y, sobre todo, en hacerse con los votos que fueron a los candidatos eliminados en la primera vuelta.
En ese sentido, la ultraderecha, cuyos líderes acapararon más de un 21 % de los apoyos, se ha revelado como el mayor vivero de votos donde los contendientes tratan de pescar esa diferencia que, por mínima que sea, resultará decisiva.
Dos candidatos para dos Polonias
Trzaskowski, representante de una línea liberal-centrista proeuropea, ha prometido levantar los vetos presidenciales a los proyectos bloqueados por Duda y “poner fin al caos y al dualismo en el poder judicial” para consumar la integración de Polonia en el concierto europeo occidental, fortaleciendo los lazos con la Unión Europea y Alemania.
Es un firme defensor de Ucrania y apoya su integración en la UE y la OTAN, pero al mismo tiempo ha advertido que limitará el acceso de los refugiados ucranianos a beneficios sociales.
Nawrocki, con una postura nacional-conservadora y antifederalista, sostiene que los intereses de Polonia a menudo chocan con el eje franco-alemán y favorece la construcción de alianzas alternativas en la UE.
Prioriza mantener estrechos vínculos con Washington, a quien considera el único garante creíble de la seguridad polaca, y respecto a Ucrania, apoya la ayuda diplomática y militar, pero con un enfoque más transaccional, al tiempo que critica la falta de cooperación ucraniana en ciertos asuntos históricos.
Miguel Ángel Gayo Macías