Portugal come a diario sopa caliente hasta en verano

Ración de sopa de nabo, uno de los varios caldos que habitualmente reciben la denominación de sopa del día en restaurantes portugueses como la cafetería Herculano de Lisboa. La sopa se come a diario en Portugal, incluso en verano, donde alternativas frías como el gazpacho alentejano no logran desbancar a este plato, que siempre se consume en caliente, hasta cuando hay 40 grados o más. EFE/Carlos Caselles

Lisboa, 1 ago (EFE).- La sopa se come a diario en Portugal, incluso en verano, donde alternativas frías como el gazpacho alentejano no logran desbancar a este plato, que siempre se consume en caliente, hasta cuando hay 40 grados o más.

Dos comensales degustan caldo de gallina y sopa de nabo en la cafetería Herculano de Lisboa, donde las sopas del día en caliente son uno de los platos fijos en el menú durante todo el año, incluido el verano. EFE/Carlos Caselles

«Me gusta mucho la sopa. La como todos los días, tanto para almorzar como para cenar», contó a EFE Mafalda, responsable de márketing en una empresa tecnológica de Lisboa.

Detalle del menú de la cafetería Herculano de Lisboa, en el que la sopa de nabo y caldo de gallina figuran como la sopa del día: un clásico de la cocina portuguesa que se consume en caliente durante todo el año, incluso en verano. EFE/Carlos Caselles

Mientras espera a un amigo a la puerta del restaurante donde suele almorzar, enumera entusiasmada sus variantes preferidas: «De verduras, espinacas, lechuga, brócoli, calabaza, puerros, judías verdes…»

«Y siempre caliente, hasta en verano», añadió sonriente, sin saber explicar el motivo de no decantarse por versiones frías.

A pocos metros, tras comer con dos compañeras de trabajo, André, un oficinista de 35 años, dijo a EFE que sus sopas preferidas, siempre calientes, son la crema de zanahorias y el tradicional caldo verde.

«Es un plato completo -indicó−, nos suele gustar porque complementa muy bien las comidas».

El idilio de personas como Mafalda o André con esta vianda, que ni las altas temperaturas estivales son capaces de desplazar de los menús portugueses, podría estar en la cultura gastronómica nacional.

El autor del recetario ‘Portugal à Mesa’, Pedro Rodrigues, aseguró a EFE en una conversación telefónica que el país «siempre ha sido sopero».

«En casa todo el mundo hace y come sopa. Vamos a comer fuera y queremos sopa», relató el escritor, que apunta a la huerta local, rica en hortalizas como la patata o la coliflor, como posible explicación a esta tendencia.

En su libro explica cómo elaborar los cinco caldos del día nacionales por excelencia: la sopa alentejana −propia del centro−, las de pescado y navaja − típicas del litoral− y los caldos verde y de gallina.

Los ingredientes de estos dos últimos, verduras y carnes muy accesibles, hacen que sean las opciones más populares, tanto por implantación territorial como por precio.

En la cafetería Herculano de Lisboa, en las proximidades de la céntrica Avenida da Liberdade y donde habitualmente se sirven estos dos caldos, una ración cuesta entre 1,7 y 2,5 euros.

Su propietaria, Helena Sá Morais, explicó a EFE que los preparativos comienzan la tarde anterior haciendo balance de las sobras de la jornada, que pican y trocean antes de echar el cierre para tan solo tener que cocinarlas a la mañana siguiente.

«La tradición es que la sopa esté caliente», dijo la chef mientras vigilaba de reojo la cocción del caldo del día, en esta ocasión de nabo con patatas, zanahorias, ajo y cebolla.

Preguntada por la popularidad de este plato en verano, cuando en otras latitudes se imponen primeros como el gazpacho o la ‘vichyssoise’ en frío, Sá Morais la atribuye a la costumbre.

«Algunos clientes nos piden que se la sirvamos con un cubito de hielo o que no la calentemos», concedió, aunque, en su opinión, no lo hacen por gusto, sino «para que sea más rápida de comer».

Rodrigues maneja una teoría similar sobre el éxito veraniego de los caldos calientes en Portugal.

«Probablemente tenga que ver con que la sopa se come recién hecha. (…) Si hago caldo para comer, a la hora de cenar no me lo voy a comer frío porque así no tiene sabor», razonó.

Tanto Sá Morais como Rodrigues son naturales del norte del país, donde lo habitual es tomar la sopa al final de las comidas y no al inicio.

También Paulina, la cocinera más veterana de la cafetería Herculano, quien al destapar una olla humeante repleta de caldo de gallina exclamó orgullosa: «¡ya está listo!».

Carlos Caselles Calle