Recuperar un bosque tras el fuego: trabajo de décadas con la gestión forestal como clave

En la imagen de archivo, El Ejidillo, un vivero que, con 250 trabajadores, engloba todos los servicios en jardinería, obra forestal y restauración medioambiental y paisajística sobre una superficie de 62 hectáreas en el término segoviano de Valdesimonte. EFE/Cristina Yuste

Madrid, 27 (EFE).-  Las llamas, como las que han consumido los paisajes verdes de Galicia, León o Zamora en la peor ola de incendios del siglo que vive España, calcinan diversa vegetación, pero con tiempo y una gestión forestal adecuada, estos espacios pueden recuperar su vitalidad.

Aunque una restauración total requiere décadas, Miguel Ángel Ortega, director de Reforesta, una asociación dedicada a la recuperación de la vegetación y la lucha contra la desertificación, declara que la mejor opción es favorecer la regeneración natural, así como contribuir a, con miras al futuro, crear ecosistemas más resilientes al fuego.

 

Después del incendio 

Lo primero, tras el incendio, es reconocer el terreno quemado y proteger aquellas zonas donde puede haber más problemas de erosión, pues esto tendría efectos que van desde la pérdida de sustento para la vegetación hasta la disminución en la capacidad de almacenamiento en embalses, por aterramiento, o la contaminación de aguas debido, entre otros, al arrastre de cenizas.

El siguiente paso, explica Ortega, sería cartografiar la intensidad de los daños y determinar cuáles son las áreas más afectadas para enfocar en ellas las estrategias de recuperación.

Lo más común es dejar que la vegetación se regenere por sí misma. En algunos casos es la opción más adecuada porque la propia naturaleza “lo tiene todo bien pensado”, alega Ortega, aunque matiza que en muchas otras ocasiones, no se interviene por falta de fondos.

Es frecuente que si se hace una intervención sea a posteriori, una gestión de la regeneración natural para reconducirla, reduciendo la densidad -y combustibilidad- de los nuevos ejemplares o para evitar una formación monoespecífica con solo una especie de vegetación.

El tiempo de recuperación dependerá de la intensidad del daño y de la capacidad de respuesta de las especies, pero anota que, en el caso de la pérdida de árboles, pueden pasar décadas hasta recuperar lo perdido.

Diseñar un nuevo bosque

Después de una perturbación tan fuerte como puede ser un incendio, las especies que primero llegan son las que tienen más facilidad de respuesta, las herbáceas y los arbustos, y más adelante se recuperan los árboles.

El director de Reforesta explica que la vegetación ibérica, ya acostumbrada en muchos casos a las llamas, cuenta con sus propias estrategias de respuesta al fuego.

Entre ellas, las de especies rebrotadoras -robles o encinas- que poco después de los incendios empiezan a echar brotes o las de las germinadoras, que lo que hacen es dispersar semillas con mucha fuerza.

Tras un gran incendio, no solo se debe pensar en recuperar la vegetación perdida, sino el tipo de bosque que se quiere para «diseñarlo» de manera que sea resistente. Al privilegiar la presencia de especies rebrotadoras, más rápido colonizan el territorio.

Este debe ser, en opinión del experto, uno de los cometidos de la gestión forestal, de manera que, al mismo tiempo que se conserva la vegetación autóctona y se promueven bosques biodiversos, se favorezca a aquellas especies que tengan una capacidad de mayor respuesta hacia el fuego.

España, tierra quemada

“España ya es tierra quemada desde hace mucho tiempo”, señala Ortega, pues la acción humana de generaciones anteriores ha transformado antiguos bosques en territorios que, tras quemarse tantas veces, están cubiertos únicamente de vegetación herbácea o matorral en la actualidad.

Según el Mapa de Condición de la Tierra en España (MCT) 2000-2010, auspiciado en su momento por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, un 20 % del territorio español se encuentra degradado.

“Mientras seguimos esperando”, con incendios virulentos cada vez más comunes, “vamos perdiendo nuestros bosques y vamos engordando ese 20 % de terreno que ya no va a poder volver a tener bosque, a pesar de que en su día lo tuvo”, declara Ortega.

Para evitarlo, el experto insiste en la necesidad de planes de gestión territorial que impulsen una economía rural sostenible que genere paisajes en mosaico con discontinuidades que frenen las llamas, además de que favorezcan especies más resistentes al fuego y reduzcan el combustible en los montes.