Valeria López Peña
EFEverde (Madrid).- Marrón, seca y en montones que pueden alcanzar tres metros de altura, la posidonia oceánica varada en la playa suele parecer un residuo incómodo. Sin embargo, estas acumulaciones (arribazones) son clave para frenar la erosión costera, preservar la biodiversidad y proteger la arena del oleaje.
Bajo el mar, esta planta endémica del Mediterráneo, protegida en España desde 2011, forma praderas que albergan peces, moluscos e invertebrados, producen oxígeno, capturan carbono y estabilizan los fondos marinos. Pero sus praderas están en retroceso, afectadas por el calentamiento del agua, la contaminación, el fondeo de embarcaciones y la pesca de arrastre.
De hecho, la Fundación Ona Futura advierte que el verano de 2025 comenzó con temperaturas del mar por encima de los 27 °C, cuatro grados más de lo habitual en junio, según su red de sensores. La entidad también detecta una proliferación de algas tóxicas como Ostreopsis ovata, un auge de especies invasoras y un incremento de la presión turística.
Lo que llega a la playa no es basura
Cuando la posidonia muere, ya sea por causas naturales o antrópicas, sus hojas caen al fondo marino y son arrastradas por las corrientes hasta la costa, donde se acumulan en forma de arribazones.
Aunque visualmente son poco atractivos, estos depósitos protegen a las playas del impacto de las olas, conservan la arena y sirven de refugio y alimento para insectos, pequeños crustáceos y aves como el chorlitejo patinegro, especie vulnerable en el Libro Rojo de las Aves de España.
Por ello es necesario restringir su limpieza y concienciar de que la posidonia “no es basura y que es algo natural de nuestras playas, que crea oxígeno y que es muy importante mantenerlas y protegerlas, tanto dentro del medio marino como cuando aparecen muertas en la costa”, según explica a EFEverde Pepe Doménech, concejal de Playas de Dénia, localidad que ha recogido mil toneladas de posidonia en 300 metros de litoral.
¿Hay que retirarlos?
No existe una normativa estatal específica, pero al estar en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, cuenta con prohibiciones genéricas sobre su manipulación. Además, hay criterios ambientales como la guía de bandera azul, que permite retirar sus residuos por acumulación o problemas sanitarios.
También hay regulaciones municipales en comunidades como Islas Baleares o en Valencia. Por ejemplo, en Dénia (Valencia), el Manual de Buenas Prácticas sobre la retirada de posidonia, vigente desde mayo de 2024, marca el calendario y zonas permitidas según el tipo de playa: en zonas naturales como Les Rotes, el Raset o Deveses la retirada está restringida, salvo excepciones, mientras que en las playas naturales protegidas de pequeño tamaño solo puede realizarse entre mayo y septiembre. En playas urbanas, como la Marineta Cassiana o Almadrava, se permite desde el 15 de marzo hasta el 31 de octubre.
Doménech reconoce que constantemente escucha quejas de locales y turistas para limpiarlas por completo para que las playas se parezcan a las de Benidorm o Gandía, donde no llega tanta posidonia. “Pero es naturaleza, son como las hojas de los árboles cuando caen al suelo. Ni es contaminante, ni pica, ni provoca infecciones, nada, todo lo contrario”, sostiene el concejal.
¿Qué hacer con los restos?
Cuando retirar es necesario, organizaciones como Ecologistas en Acción recomiendan métodos menos agresivos: retirar solo parcialmente los arribazones, usar técnicas no destructivas como ‘cucharas marinas’ (recoger las hojas antes de tocar tierra) o aprovechar los restos en zonas vegetadas para conservar la materia orgánica.
En muchos casos, la posidonia recogida termina en vertederos. Por ello, el observatorio Atlas Posidonia, del Gobierno de Baleares, propone usar los restos como alimento para rumiantes, cama para ganado, compost agrícola, aislante térmico o incluso biomaterial para construcción. En el norte de África se utilizaban tradicionalmente para techos, y en Alemania, el Instituto Fraunhofer estudia su uso como paneles de construcción por su resistencia y capacidad aislante.
En Dénia, está previsto comenzar en septiembre la construcción de una planta de tratamiento para secar las hojas, separar la arena y devolverla a las playas en invierno (noviembre-febrero). Así el residuo servirá para levantar barreras naturales que protejan el litoral de los temporales.