Ana Burgueño
San Sebastián, 5 jun (EFE).- Una de las frases célebres de Pilar Belzunce cuando su marido, Eduardo Chillida, tuvo su primera crisis artística en 1949, fue: «cómo vas a estar acabado si aún no has empezado». Tras ese empujón vinieron muchos otros a lo largo de una vida por parte de esta mujer sin la cual todo habría sido distinto.
Estuvo siempre al lado del escultor vasco como su apoyo fundamental e incondicional. Con él se embarcó en la transformación de un viejo caserío que hoy es Chillida Leku, el museo de Hernani (Gipuzkoa) consagrado al creador vasco y que ahora le dedica una exposición a ella con motivo del centenario de su nacimiento.
«Hablamos siempre de Chillida Leku o de Eduardo Chillida. Y no hace justicia al papel de Pili en toda esta historia porque, aunque no lo explicitemos, cada vez que venimos aquí también estamos hablando de ella. Cada vez que vamos a una exposición de Chillida en el mundo, también vamos a una exposición de Pili. Si algo queremos destacar en la familia es que entre los dos formaban un gran todo», ha destacado su nieto Mikel Chillida, director de Desarrollo del museo.
«Si el aitona (abuelo) es el alma que flota en el aire, Pili es la gravedad que está tocando el suelo y diciendo muy bien que hay que volar, pero hay que volar aquí, en este mundo sujeto a estas leyes físicas», ha destacado.
Sensación entrañable

Mikel Chillida ha presentado este jueves, junto a la directora del museo, Mireia Massagué, y la responsable de Exposiciones, Estela Solana, la muestra ‘Pilar Belzunce. Retrato íntimo’, que se podrá visitar en la sala 5 del museo hasta el 31 de enero de 2026.
«Esperamos que el visitante se sienta como en casa, que tenga una sensación entrañable y al mismo tiempo descubra un poquito más la figura de Pilar», ha señalado Solana.
Fotografías familiares, dibujos que Chillida hizo de ella y de sus ocho hijos -algunos se muestran por primera vez- y tres retratos al óleo dan forma a una exposición que se completa con pequeñas esculturas moldeadas por ella misma y coloridos cuadros de flores que también pintó, una afición que mantuvo toda su vida y que compartió con su marido, que lo hacía como ‘hobby’.
Sus hijos, una piña de la que ella es más autora que nadie, recuerdan a su madre en textos distribuidos en cartelas por toda la sala. Son palabras que hablan de una mujer generosa, resolutiva y de gran carácter, de «una ‘carterpillar’, un ‘bulldozer’, una fuerza de la naturaleza», como dice su hijo Pedro, autor de uno de los retratos expuestos.
Pilar Belzunce, hija de una familia navarra, nació en Filipinas en octubre de 2025, se crió entre este país y Estella, y falleció en San Sebastián en julio de 2015. Conoció a Eduardo Chillida con apenas 14 años, se casó con él en 1950 y estuvo a su lado hasta el fallecimiento del escultor en 2002.
Relación de igual a igual

Fueron inseparables y se convirtió en la parte práctica del támden, implicada en su carrera en todos los sentidos. Trató con artistas y galeristas y siempre acompañó a su marido. Cuando Chillida convalecía de una operación, en 1966, viajó sola a Estados Unidos para estar presente en el montaje ‘Abesti Gogorra V’ en el exterior del Fine Arts de Houston.
«Tuvo clarísimo cuál era su objetivo y sin ella esta historia no existiría», ha comentado su nieto este jueves durante la visita a la exposición dedicada a su abuela, que mantuvo con Chillida «una relación de igual a igual».
Cuando él murió su tristeza fue «terrible», escribe su hija Susana en ‘Una vida para el arte. Eduardo Chillida y Pilar Belzunce, mis padres’, publicada en 2024, año del centenario del nacimiento del artista donostiarra. Pero siguió pintando esos cuadros de vivos colores tan opuestos al blanco y negro omnipresente en la obra de su marido.
«Mi madre tenía pocos criterios preestablecidos y pienso que por eso nunca encajó del todo en ningún tipo de sociedad, ni vasca, ni nacional, ni extranjera; aunque tampoco lo buscó ni lo deseó. Pili era ‘uno’ con Eduardo, una ‘rara avis’ que aportaba a mi padre todo lo que a él le faltaba», remarca Susana Chillida.