José Miguel Blanco
Madrid, 9 jul (EFE).- Pedro Sánchez ha vuelto a pedir perdón por haber confiado en quien no debía, pero esta vez lo ha hecho ante el pleno del Congreso en una sesión que se presentaba clave para la continuidad de la legislatura.
Después de semanas de sobresaltos por el caso Koldo y la crisis interna del PSOE provocada por Santos Cerdán, el presidente del Gobierno tenia ante sí el reto de dar respuesta a las exigencias de explicaciones por todo ello y actuar en consecuencia.
El guión estaba escrito en el caso del Partido Popular, y Alberto Núñez Feijóo ha sido fiel al mismo pidiendo la dimisión que viene reclamando a Sánchez de forma reiterada.
Las dudas provenían de los socios de investidura, que, en una situación comprometida, habían lamentado que su respuesta no hubiera sido hasta ahora suficiente y habían situado esta sesión plenaria como un punto de inflexión en el que decidirían que hacer.
Seguir o no seguir apoyándole. Esa era la cuestión. Y Sánchez ha conseguido su particular fumata blanca no exenta de reproches, porque no ha conseguido convencerles del todo ni a todos, pero sí que la legislatura siga su camino.
Balón de oxígeno
Los socios del Gobierno le han dado un balón de oxígeno tras escuchar de su boca una quincena de medidas incluidas en un plan nacional para hacer frente a la corrupción y que ahora esperan que se concreten.
Sánchez ha prometido no defraudarles. Asegura estar tan determinado a que se conviertan en realidad en el plazo de un año como a que no va a tirar la toalla después de reconocer que por su cabeza pasó dimitir y convocar elecciones.
Es la segunda vez que se lo plantea cuando la legislatura está a punto de llegar a su ecuador.
La primera ocasión fue en abril del año pasado, cuando tras la investigación judicial abierta a su esposa, Begoña Gómez, se tomó cinco días de reflexión para decidir si le merecía la pena seguir.
Su respuesta en aquel momento fue que sí, y eso dio paso a un plan de calidad democrática que aún se está implementando.
El sí que se ha dado ahora otra vez a sí mismo para continuar y no dar un paso atrás ha alumbrado ese otro plan anticorrupción que ahora deberá echar a andar.
A la expectativa
Y en ambas ocasiones la conclusión ha sido la misma, que no hay otro horizonte que 2027 y que deben perder la esperanza en las filas populares de que haya un adelanto electoral.
No se atreven a fijar a tan largo plazo todos sus socios ese apoyo. No han dado un cheque en blanco, sino que de momento han propiciado una prórroga y están a la expectativa de que se cumplan las medidas y no surjan más dirigentes socialistas implicados en los casos conocidos ni un atisbo de financiación ilegal del PSOE.
Se trata de una línea roja que abocaría a un abrupto fin de la legislatura pero que en las filas socialistas existe el convencimiento de que no se va a traspasar.
En medio de la desconfianza, Sánchez ha sido duro con Feijóo y Feijóo ha sido duro con Sánchez. Se han lanzado a la cara casos de corrupción de sus respectivos partidos, pero el presidente, en búsqueda de la imagen de la limpieza que asegura ejemplificar, ha puesto sobre la mesa que tampoco un referente socialista como Felipe González pudo evitar la corrupción en sus gobiernos.
Fuego amigo días después de que González asegurara que no votaría al actual líder socialista en las próximas elecciones generales. Esos comicios que Sánchez aún ven lejanos tras haber dado este miércoles, en medio de la melé provocada por la corrupción, una patada a seguir a la legislatura.