Teresa Díaz
Madrid, 9 oct (EFE).- La serie ‘El Centro’ (Movistar Plus+), que se estrena este jueves, se adentra en el desconocido universo del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y muestra por primera vez en España una ficción que podría ser verosímil, aseguran a EFE fuentes conocedoras de los servicios de inteligencia españoles.
La trama arranca con un asesinato y destapa una operación internacional de los servicios rusos, mientras los agentes del CNI tratan de desmantelarla y descubrir a un traidor entre sus filas.
La serie tiene como personaje central a Vicente Alfaro, conocido como Michelín, un veterano oficial del CNI que interpreta Juan Diego Botto. En varias escenas el actor aparece caminando en las instalaciones del CNI (las auténticas) .
Estas son las únicas secuencias grabadas en el recinto que alberga la sede central de este organismo público, ubicada a las afueras de Madrid, que el espectador va a poder ver.
El resto es ficción pero cercana a la realidad. Y es que, por primera vez en la historia del CNI, personal del centro ha asesorado al equipo creativo y se ha puesto a su disposición para que la serie reflejara de manera fiel la realidad de unos profesionales que trabajan en la sombra en defensa de la seguridad nacional, y cuya labor es desconocida para la sociedad.
Los ambientes y los interiores (despachos, salas de reuniones, de control..etc) donde se desarrolla ‘El Centro’ reproducen de manera bastante fidedigna los del CNI, en base posiblemente a las descripciones que se les han facilitado desde dentro a los creadores. Esas instalaciones están vetadas para la inmensa mayoría de los ciudadanos.
El drama profundiza en el lado humano y el sacrificio personal sin reconocimiento de los personajes, que se asemejan bastante a los agentes a los que quieren emular. Mucho más que en cualquier otra ficción que se haya realizado hasta ahora en España sobre servicios de inteligencia.
Los personajes están ‘humanizados’, huyen de los clichés de otras ficciones, y están bien caracterizados, aunque, como anécdota, algunas fuentes aprecian «demasiadas gabardinas», indumentaria que tradicionalmente el cine y la televisión han asociado con los agentes secretos.
En general los diálogos se ciñen con fidelidad a las conversaciones habituales de los oficiales de inteligencia. Un ejemplo de ello es cuando en un momento determinado alguien dice ‘vamos al magistrado’ en vez de ‘pinchamos el teléfono’, expresión muy utilizada en las ‘pelis’ clásicas de espías.
Como es lógico, dada la naturaleza secreta de la labor que se desarrolla en el CNI, el asesoramiento ha debido poner límites. Da la impresión de que a los guionistas se les ha facilitado poca o ninguna información sobre los procedimientos que siguen los agentes en su día a día o sobre otros aspectos considerados como ‘reservados’.
Lo contrario sería darle pistas a los adversarios’, advierten las fuentes.
Por ello, el equipo creativo se ha permitido ciertas licencias y también ha hecho concesiones en aras al espectáculo, que, según señalan las fuentes, se traducen en algunas «exageraciones de guión».
Así, el agente destinado en el exterior que tiene problemas con el alcohol es un perfil que no tendría cabida en el CNI dados los exhaustivos controles que se realizan al personal.
Tampoco encaja con la realidad el personaje que comete un error de bulto que le lleva a ser asesinado. En los servicios de inteligencia españoles no es probable en la actualidad que se de esa situación porque siempre hay un equipo detrás que advierte del riesgo.
A pesar de estos y otros detalles, los creadores han hecho un esfuerzo considerable por apartarse de los clichés, lo que, según las fuentes, supone un desafío, porque en ocasiones esos estereotipos eran la única documentación de la que disponían.