Marina Estévez Torreblanca

Madrid, 27 ago (EFE).- Sergi López y Laia Marull dan «el máximo con lo mínimo» en ‘La tierra negra’, un drama rural, místico y humanista que llega este viernes a los cines dirigido por Alberto Morais (‘La madre’) con un toque de sobriedad y experimentación que a los intérpretes les ha sabido «a gloria», confiesa a EFE la protagonista.

La película habla de personajes fracasados. María (Marull) y Ángel (Andrés Gertrúdix) son dos hermanos que heredan el molino de su pueblo en contra de los deseos de algunos vecinos y supuestos amigos. Cuando contratan a Miquel (Sergi López) para que les ayude, el temor y la repulsa ante el extranjero terminan de envenenar la situación.
El tono místico aunque laico de la película, que estuvo nominada a la Biznaga de Oro del Festival de Málaga, queda patente en el nombre de las dos partes en que se divide: la primera se llama ‘Dies irae’, el día de la ira, que originalmente describe el Juicio Final, y la segunda es ‘Via crucis’, basada en el en el Nuevo Testamento.
El lugar donde se desarrolla la trama, según Sergi López (‘Sîrat’, ‘Harry, un amigo que os quiere’), es «un paisaje árido donde no hay más que tierra, piedras y el ser humano», en una suerte de «tragedia griega» pero también «muy contemporánea» donde se impone una interpretación «muy sobria» y «simbólica», dice.
«Me gusta esta cosa de actuar sin hablar mucho. Nosotros somos de la escuela que se desenvuelve bien en el silencio», dice López sobre su propia actuación y la de Marull (‘Pa negre’, ‘Te doy mis ojos’).
Él interpreta al forastero que genera rechazo por el misterio que le envuelve, y también porque ha pasado por la cárcel. «Pero los griegos, a diferencia de los de aquí, decían que al extranjero tienes que tratarlo bien porque quizás es un dios disfrazado», subraya. Sin embargo, ahora impera «el miedo a que te quiten el trabajo, la intolerancia», denuncia.
Junto a ellos, Andrés Gertrúdix (‘Volveréis’, ‘El orfanato’) interpreta a un hermano que trata de tomar las riendas de su trabajo y su destino. «Desde mi personaje, lo que me parece más interesante es la vuelta a casa, no solo la de mi hermana, sino a un pasado que no es tan real», describe.
Él se empeña en quedarse en un entorno de hostilidad «haciéndose trampas» y sin asumir «cómo le veía su padre» y cómo era en realidad la vida junto a él, que su personaje parece de algún modo haber idealizado.
«A veces no queremos recordar los hechos, tenemos la necesidad de recordar una realidad que no nos haga daño en el presente para poder asumir quienes somos», reflexiona.
En el caso de su hermana, vuelve al pueblo «porque no tiene ningún otro remedio», dice Marull, y «ya ha perdido la jugada de la vida». «Ella apostó por salir de allí, por estudiar, alejándose de ese padre que les tenía trabajando con unas ideas que se ven bastante fascistas en general».
Aunque es solo una insinuación que en ningún momento se manifiesta de forma evidente, la cuestión ideológica y política tiene un papel importante para el director, que también ha escrito el guión, y que se presenta como hijo y nieto de comunistas.
«Esta película es progresista, no es la película de un cineasta que mira desde una atalaya diciendo ‘ay, pobrecitos los pobres’ para que el público salga redimido. En su progresía es una película de carácter antifascista sacro», deja claro Morais.
Entre sus influencias, más que el cine de género, que confiesa que no le gusta demasiado aunque se haya definido ‘La tierra negra’ como un ‘western’, cita a Pier Paolo Pasolini por su película ‘Teorema’ y por la entrevista que le hicieron un día antes de morir al director italiano en noviembre de 1975.
«Decía que todos estamos en peligro y ahora mismo todos estamos en peligro. Hay un fantasma que recorre Europa y no es el del comunismo, es el del fascismo», asegura Morais.
En las interpretaciones de los actores en esta película hay un elemento llamativo y poco frecuente, y son los planos en los que miran a cámara directamente, algo que suele estar totalmente prohibido en una grabación.
«De repente te exigen algo que no sabías y ves que en realidad lo estás haciendo siempre, porque lo que quieres es que la cámara te entre dentro y pueda sacar lo que tiene el personaje. Para mí fue una experiencia muy interesante», dice Laia Marull.
Coincide Sergi López, que tampoco había actuado nunca de ese modo. «Para mí era muy curioso, porque mirando a cámara no puedes ya imaginarte que estás en tu casa. Estás mirando un objetivo, y a pesar de eso, intentas mirar hacia dentro, sacar alguna cosa y esperar que la cámara lo grabe», relata.