Madrid, 4 sep (EFE).- La selección española de baloncesto dijo adiós a sus opciones de revalidar el título de campeona continental tras caer en la fase de grupos del Eurobasket ante Grecia, un tropiezo que además pone fin de manera dolorosa a la etapa en el banquillo del mejor técnico de su historia, Sergio Scariolo.
El italiano, que ya anunció el pasado 2 de julio su decisión de cambiar de aires para entrenar al Real Madrid cuando España finalizase su participación en el torneo, se marcha habiendo sido una vez campeón del mundo (2019), cuatro veces campeón de Europa (2009, 2011, 2015 y 2022) y otra bronce (2017) y dos veces medallista olímpico; de plata en Londres 2012 y de bronce en Rio 2016.
Un legado irrepetible de títulos que demuestra su capacidad no solo para sacar lo mejor de una generación legendaria como fue la de los ‘Juniors de Oro’, sino para hacer igualmente competitivos a aquellos que recogieron su legado, facilitando una transición sostenida por el compromiso de quienes han estado a sus órdenes.
Porque más allá de llenar de metal las vitrinas de la Federación Española de Baloncesto, Scariolo ha conseguido implantar la idea de que la selección es ‘La familia’ y que disputar un verano sí y otro también torneos con ella supone un disfrute, la posibilidad de compartir momentos únicos con compañeros que ya son amigos.
No lo ha tenido sencillo, llegando como llegó en el año 2009 con la obligación de pulir a un equipo que acababa de ser subcampeón olímpico y que no mucho tiempo atrás había ganado su primer Mundial en Japón. Pese a lo alto del listón el preparador transalpino aceptó el reto, pisando firme con la conquista del Eurobasket del 2009.
El sexto puesto en el Mundial del 2010 supuso un pequeño borrón que hizo olvidar pronto, con su segundo título continental en el 2011. Y ya en el 2012 fue capaz de replicar en Londres la plata de Pekín, un hito muy sobresaliente tras la cual anunció que ponía fin a su experiencia como seleccionador.
No fue un adiós, sino un hasta luego. Sustituido por Juan Antonio Orenga solo se perdió dos torneos, el Eurobasket del 2013 y el Mundial del 2014, antes de volver a ponerse al frente del plantel en el 2015. Desde entonces ha participado en nueve competiciones logrando medalla en cinco de ellas.
De todas es complicado elegir alguna pero de establecer un ránking quizás las más especiales fueron el oro del Mundial de China en el 2019, por lo que supuso ganar una competición de ese calibre, y el oro del Europeo del 2022, donde una selección ya desprovista de muchos de sus referentes históricos fue capaz de superar todas las expectativas.
Fue un premio ganado con el alma en mitad de una época de cambio, una alegría inesperada que ha roto la frustración de ver cómo España ha ido hacia abajo desde aquella victoria mundialista de hace seis años. El sexto y el décimo puesto en Tokio 2020 y en París 2024 y el noveno en el Mundial del 2023 no eran sino señales de alerta que apuntaban a un posible descalabro que ha terminado de llegar en el 2025, justo coincidiendo con un nuevo adiós.
Con una plantilla ya de por sí con menos talento que la de los ‘Juniors de oro’ y con muchas bajas de última hora, España ha peleado pese a todo hasta donde le han llegado las fuerzas. Y si bien ha firmado su peor participación en la competición hasta la fecha, se han visto brotes verdes en la figura de Sergio de Larrea y Mario Saint-Supéry, que a sus 19 años han sido capaces de repartirse la dirección del juego desde el puesto de base.
Es el último servicio de Scariolo, la demostración de la importancia que ha tenido también en la promoción de los jóvenes. Así se va dejando tras de sí, junto con la federación, el proyecto de la Liga U para dar cabida a los jugadores sub22 y una selección B en la que los jóvenes que no tenían de momento hueco en la absoluta, algunos de ellos campeones del mundo sub-19 en el 2023, pudieran empaparse de lo que supone integrarse en ‘La familia’. Una aportación más en un legado que, de momento, no tiene heredero.