Sevilla, 18 abr (EFE).- Sevilla ha puesto este mediodía, con la entrada de la Macarena, la Virgen de los Gitanos y la Esperanza de Triana, punto y final a una Madrugá que ha vuelto a generar emoción tras la suspensión del pasado año por la lluvia, en una noche que ha transcurrido sin incidentes destacables.

Únicamente, según informó Emergencias Sevilla, a las 2:50 horas en la calle Relator se produjo, coincidiendo con el paso de la Macarena, una deflagración en un registro eléctrico de suelo por acumulación de gases tras la combustión de cableado, lo que ha arrojado un herido leve.

La situación, que generó un pequeño conato de carreras, quedó controlada sin llegar a revestir gravedad, aunque por recomendación del Consejo de Hermandades y Cofradías la hermandad decidió acortar su recorrido de vuelta y no transitar por algunas de las calles más señeras de su barrio.
Aun así, no ha sido hasta las 13.36 horas cuando la Virgen de la Macarena alcanzaba el atrio de su basílica y se despedía de la muchedumbre que se ha dado cita en sus alrededores para disfrutar de ese momento.
Una recogida que ya habían realizado entre las 4.30 horas y las 7.30 horas las tres corporaciones ejemplo de sobriedad y recogimiento en esta noche de profundos contrastes: la primera fue El Silencio, después lo haría El Gran Poder y, por último, El Calvario.
Coincidiendo con la entrada de La Macarena, la calle Pureza, en Triana, concitaba a miles de personas en torno a la Capilla de los Marineros para ver la entrada de La Esperanza, algo que ocurriría a las 14.45 horas.
Apenas minutos antes lo hacía La Virgen de las Angustias, de la Hermandad de los Gitanos, después de que un poco antes entrara en su Santuario El Señor de la Salud.
Estas entradas han puesto fin a una Madrugá exitosa, de grandes cortejos, multitudinaria y tranquila que pasará a la historia por haber recibido la visita de la reina emérita, doña Sofía, algo que no se producía desde hacía 40 años.
Una Madrugá que termina apenas sin tiempo para que dé comienzo una jornada de Viernes Santo con la que se enfila ya el final de la Semana Santa, a la espera de la llegada del Domingo de Resurrección.