Sevilla, 27 sep (EFE).- El diestro sevillano Daniel Luque fue el único de la terna de hoy en Sevilla que logró pasear una oreja ante una armónica corrida de Garcigrande que, salvo el último de la tarde, dio claras opciones, con el notable comportamiento de alguno y la calidad de otros, para un triunfo redondo en una plaza tan importante como la de Sevilla.
El encierro salmantino, dentro de ese buen juego general, tuvo amplios matices, pues su bravura abarcó desde la encastada y brava transmisión de segundo y tercero a la clase y nobleza, aun medida de fuerzas, de algún otro, sin que en conjunto ni una ni otra virtud llegara a ser aprovechada en toda su dimensión por los tres matadores.
De hecho, ese único trofeo de la tarde se lo cortó Daniel Luque al quinto de los de «gracigrandes», cuyo fondo de clase parecía impensable hasta que el diestro de Gerena tomó la muleta. Porque, de salida, el toro manseó y tuvo una actitud fría y huidiza que se fue convirtiendo en fijeza y entrega a medida que, ya solos los dos, el sevillano le fue esperando y acariciando con los vuelos de la muleta.
La faena tuvo, por tanto, dos partes muy bien diferenciadas: una «educativa» para el animal y otra en la que, con el objetivo conseguido, Luque se recreó en sus logros, alargando el trasteo para, paulatinamente, ir ligando en el último tramo tres rotundas tandas de naturales en la que el bajo y fino toro chorreado acabó dando toda la dimensión de su clase, incluso para prolongar su agonía de bravo tras una efectiva media estocada previa al corte de la oreja.
Pero ese temple y ese mando en el toreo fundamental fue precisamente lo que se echó de menos en el planteamiento de Luque ante el segundo de la tarde, que fue, con diferencia, el toro de más brava entrega de la corrida, desde sus arrancadas al caballo de picar hasta sus repetidas y descolgadas embestidas a la muleta. De principio a fin.
Le exigió Daniel Luque sólo en la apertura por bajo del trasteo de muleta, pero no tanto en el resto ya que, ligero y sin gran trazo, no respondió al toro charro con la correspondiente hondura en lo fundamental, por mucho que aprovechara la emoción de las embestidas en los adornos y en los remates. Es decir, más recreado en lo accesorio, que fue lo que se le jaleó hasta el punto de que, de no haber fallado con el descabello, probablemente también aquí hubiera tendido premio.
El otro toro de evidente bravura fue el tercero, el más suelto de carnes de los seis, que en principio sacó un cierto temperamento de manso que acabó desmintiendo en la muleta, acudiendo pronto y alegre a todos los cites y repitiendo unas largas y amplias embestidas que Borja Jiménez no acabó de aprovechar como merecían.
Colocado siempre muy en corto, sin dejar aire por delante al de Garcigrande y tapándole la cara con la muleta, en más ocasiones de la cuenta desde el «cómodo» terreno de la pala del pitón, el rubio de Espartinas movió más que toreó al animal, que casi estuvo a punto de desbordarle ya a final de trasteo por esa falta de auténtico gobierno. Aun así, el rápido efecto de la estocada con que lo tumbó provocó una entusiasta petición de oreja que la presidencia denegó, no sin enfado de la masa que volvió hoy a llenar la Maestranza.
En cambio, más firme y más concreto en el manejo de los engaños se vio a Jiménez con el sexto, el peor y único toro negado de la corrida, con una actitud reservona y defensiva ante la que el otro sevillano de la terna se desenvolvió con la seguridad y la autoridad que le faltó con el bueno.
Aparentemente, el lote de menos opciones fue el de Alejandro Talavante, pues a ambos les faltó un punto mayor de energía, aunque no por ello dejaran de mostrar una notable calidad que el veterano torero extremeño no aprovechó en un trabajo insulso y mecánico, como fue su faena al primero y también la del cuarto, que se dañó la mano izquierda y al que dejó castigaran muy excesivamente en varas. Pero, aun así, el de Garcigrande, casi exangüe, aún le regaló una docena de dulces embestidas que pasaron inéditas y desapercibidas.
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FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de Garcigrande, de buena presencia y con armónicas y finas hechuras. Salvo el reservón sexto, el resto dieron muchas opciones por su bravura y su calidad, aunque con un variado fondo de raza y de fuerzas. El segundo y el tercero, con más transmisión y movilidad, fueron los más destacados.
Alejandro Talavante, de verde oliva y oro con remates negros: estocada (silencio); estocada trasera tendida (silencio).
Daniel Luque, de azul noche y oro: estocada y dos descabellos (ovación tras aviso); media estocada (oreja).
Borja Jiménez, de gris y plata: estocada (vuelta al ruedo tras petición de oreja); estocada (ovación).
Entre las cuadrillas, Raúl Caricol saludó tras banderillear al segundo.
Segunda corrida de la feria de San Miguel, con cartel de «no hay billetes» en las taquillas (12.500) espectadores, en tarde de temperatura agradable con algunas rachas de viento. Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria del rejoneador Rafael Peralta, recientemente fallecido.
Paco Aguado