Tomás Graves: «En casa no se hablaba de literatura, se hablaba de cosas mucho más físicas»

El músico y escritor Tomás Graves (Palma, 1953) vivió en su niñez y juventud la edad dorada en la que Deià era un polo de atracción para creadores de todo el mundo que se establecían o visitaban Mallorca, y en su larga carrera de guitarrista y bajista ha actuado en cientos de escenarios, nobles y populares, junto a artistas de toda casta. EFE/ Cati Cladera

Tomás Andújar

Palma, 27 jun (EFE).- El músico y escritor Tomás Graves (Palma, 1953) vivió en su niñez y juventud la edad dorada en la que Deià era un polo de atracción para creadores de todo el mundo que se establecían o visitaban Mallorca, y en su larga carrera de guitarrista y bajista ha actuado en cientos de escenarios, nobles y populares, junto a artistas de toda casta.

Ahora publica en español unas memorias (‘Afinando al alba’, Libros del Kultrum), hilvanadas con su experiencia musical, en las que rememora también sus vivencias en el hogar regido por su padre, el poeta y novelista Robert Graves: «En casa no se hablaba de literatura, se hablaba de cosas mucho más físicas», explica en esta entrevista.

Pregunta: ‘Afinando al alba’ es la versión adaptada y ampliada de un libro publicado hace dos décadas en inglés, donde en algunos pasajes te defines como mallorquín de pura cepa y en otros como británico. ¿De dónde eres? ¿Cuál es tu cultura?

Respuesta: Me siento mallorquín, no con todos los detalles, pero sí me siento muy de la tierra de Mallorca. Y soy isleño, porque los ingleses y los mallorquines están definidos por una limitación geográfica que hace que la gente tenga que ir con un poco de cuidado, porque siempre tienes que ceder un poquito porque no hay donde expandirse. Los ingleses son muy diplomáticos y los mallorquines también.

P: También eres escritor, impresor, diseñador gráfico y periodista, pero ¿tu oficio es el de músico?

R: Sí. En estas memorias la música es el hilo conductor. Me ha llevado por sitios donde normalmente no tendría por qué estar, como mi relación con cantantes protesta o con gitanos, o con músicos africanos, o con músicos de rock and roll y con revolucionarios.

P: Si ‘Afinando al alba’ tuviera un índice onomástico sería larguísimo y lleno de celebridades, de Ava Gardner a Daniel Day-Lewis, de Robert Wyatt a Santiago Auserón, de Borges a Cortázar, y en el centro, Deià.

R: Sí, Deià es una especie de crisol donde ha acabado gente que, bueno… un montón de ovejas negras; gente que no han encajado en otros sitios pero encajan entre ellos.

P: Fue un punto de peregrinación, primero en torno a tu padre y más tarde de figuras de una escena artística vanguardista.

R: Mi padre es el más conocido, y además en sus libros siempre firmaba ‘Robert Graves, Deià, Mallorca’. La gente se ha quedado con la idea que mi padre inventó Deià, pero él llegó el último de una serie de gente, desde Ramón Llull hasta el archiduque, los pintores catalanes en los años 20 y 30. O sea, que cuando llegó él, ya en el pueblo se aceptaba a gente rara, con lo cual mi padre se sintió bastante a gusto.

P: ¿En qué te pareces a tu padre?

R: En carácter, probablemente tengo más de mi madre que de mi padre. De mi padre, pues mi amor por las mermeladas y jaleas y ‘chutneys’, y lo de ser impresor. Pero empecé a escribir bastante tarde.

P: Tu madre era una persona muy interesante también.

R: Tal vez era más intelectual, y excéntrica. Por ejemplo, su amor por los animales iba por delante de todo. Juzgaba a la gente según trataba a los animales. Pero también fue una persona muy práctica en las relaciones que tuvo mi padre con sus musas. Aceptaba la situación e intentaba conducirla de alguna manera para que mi padre no se diera un batacazo. En su funeral en Londres estaban casi todas las musas de mi padre.

P: En el libro demuestras mucha admiración por la cultura popular.

R: Mucha gente dice: ¿Cómo es crecer en un ambiente intelectual? La verdad es que en casa no había nada intelectual. Mi padre escribía y cuando salía de ahí estaba pensando en términos poéticos, no en términos académicos ni filosóficos. En casa no se hablaba de la literatura, se hablaba de cosas mucho más físicas. También mi padre era una persona muy física.

P: Mallorca ha cambiado muchísimo desde tu niñez. ¿Han cambiado en la misma medida los mallorquines?

R: Me encanta escuchar a un niño de 6 o 7 años hablando un mallorquín puro, en el que todavía está la esencia mallorquina. Mucha gente no se ha vendido, no se ha dejado cambiar por la tele, por los medios. Las raíces mallorquinas son profundas, van saliendo con cada generación.

P: Pero el turismo tiene una enorme capacidad de transformación. ¿Hay resistencia suficiente?

R: Creo que sí, que el carácter es fuerte. Es como el de los ingleses, que han asimilado tantas culturas. O sea, los ingleses tienen dos palabras para cada cosa, una de raíz latina y otra de raíz sajona. Y los mallorquines también tienen expresiones que no existen en castellano. Una de mis favoritas es ‘tot fa brou’, y es que da igual qué eches a los mallorquines, lo procesarán y harán algo provechoso.

El músico y escritor Tomás Graves (Palma, 1953) vivió en su niñez y juventud la edad dorada en la que Deià era un polo de atracción para creadores de todo el mundo que se establecían o visitaban Mallorca, y en su larga carrera de guitarrista y bajista ha actuado en cientos de escenarios, nobles y populares, junto a artistas de toda casta. EFE/ Cati Cladera