Jose Oliva
Barcelona, 28 jun (EFE).- El escritor barcelonés Toni Hill, una de las grandes firmas del género negro español, cierra su Trilogía del Verdugo con ‘La muerte blanca’, una perturbadora novela en la que el autor indaga en el instinto criminal del asesino, un impulso sobre el que asegura: «Nadie puede ser un monstruo las veinticuatro horas».
En ‘La muerte blanca’ (Grijalbo) se produce un duelo a vida o muerte entre Lena Mayoral y el Verdugo, a partir de la inquietante desaparición de una niña en Barcelona que lleva de nuevo a la criminóloga a enfrentarse con la maldad en su estado más puro.
En esta obra, el Verdugo, el psicópata que saltó a la fama por ajusticiar a sus víctimas bajo el lema «alguien tiene que hacerlo», se encuentra en paradero desconocido bajo otra identidad, «aunque su sombra sigue siendo una amenaza latente en la vida de Lena», explica el autor.
Toni Hill concluye una trilogía que, como él mismo ha explicado, no nació como tal: «Al terminar ‘El último verdugo’, me quedé con la sensación de que una sola novela no había bastado para contar todo lo que los dos protagonistas podían aportar. Necesitaba seguir contando esta historia».
La justicia, el odio y la psicología de la mente criminal son los temas principales que aborda Toni Hill en esta trilogía.
La trama de esta tercera novela de la trilogía discurre en paralelo entre Barcelona y Belfast, en concreto el pueblecito cercano de Bangor en una casa donde Hill pasó unos días de vacaciones el pasado verano.
«Era el refugio perfecto para el Verdugo, porque estaba claro que tenía que huir al extranjero, él quería volver al mundo británico y no podía ser a su Yorkshire natal, donde todos le conocen y no podía pasar desapercibido, y al final elegí Irlanda del Norte y Belfast, una ciudad interesante que tiene una historia de violencia y que está totalmente alejada de la ciudad de diseño de Barcelona», explica.
Comenta el autor que sus dos protagonistas «han evolucionado mucho desde el principio: Lena era una señora solitaria, poco empática, arisca, que aunque no viene de una infancia traumática, tampoco tuvo una infancia feliz, no es una persona maltratada por la vida, pero tampoco ha sido especialmente bien tratada por la vida».
En esta novela, precisa, Lena se encuentra en otro momento vital, porque su relación con Jarque funciona muy bien, tiene por fin una familia, con los dos hijos adolescentes de él.
Al autor le interesaba mostrar esa interacción de la criminóloga con su vida familiar, «sin que esté idealizada, para que se vea más realista», y desde esa isla mental se enfrenta a «una amenaza que flota, la obsesión del Verdugo con acabar con ella y que sabe que no parará hasta que uno de los dos muera».
Sobre el Verdugo, Hill comenta que «nadie puede ser un monstruo las 24 horas del día, es impensable, porque si te acercas a cualquier monstruo, como es el Verdugo, acabarás encontrando un punto de humanidad, porque lo tiene».
No oculta que en estos cuatro años que ha dedicado a la trilogía ha sentido una relación especial con el Verdugo, más que con Lena; es un tipo «muy persuasivo y seductor» y en esta última novela «te acaba convenciendo de que matar a alguien en un momento determinado es porque no tenía más remedio».
El propio Hill admite, no sin cierta inquietud: «Tiene un magnetismo personal tan bestia que pensaba que este señor me convencería de una aberración».
En el trasfondo de la trilogía subyace, admite el autor barcelonés, una reflexión sobre las familias
Toni Hill no se siente tentado de continuar con la trilogía, porque «las cosas tienen un principio y un final», un actitud que encuentra natural, como cuando despidió su anterior trilogía del inspector Héctor Salgado.
A pesar de las «ganas de experimentar» con su próximo proyecto, de momento su interés es descansar estas vacaciones aprovechando su participación en los festivales de novela negra de Gijón y Extremadura.