Tontillos, guardainfantes y crinolinas o cómo descubrir la moda en los cuadros del Prado

Cuadro de Alonso Sánchez Coello, 'La infanta Isabel Clara Eugenia y Magdalena Ruiz'. EFE/Chema Moya

Cristina Lladó

Madrid, 21 ago (EFE).- ¿Qué se esconde bajo las ricas telas de los trajes de grandes damas de la historia que cuelgan en las paredes del Museo del Prado? Son verdugados, tontillos, guardainfantes y crinolinas, artilugios que no se ven, pero que han dado forma a los trajes de las mujeres de la realeza y de la nobleza a lo largo de la historia.

Helena Bernardo, técnica del Área de Exposiciones Temporales del museo y apasionada de la moda, muestra, en un recorrido con EFE, cómo la moda femenina cambió a lo largo de los siglos y ha liberado poco a poco a las mujeres de rígidas prendas interiores que creaban formas casi arquitectónicas y ocultaban los cuerpos femeninos.

Los cuadros elegidos para el paseo marcan un recorrido por la moda de los siglos XVI al XIX; desde el vestido “como un estuche de joyas” y con cuello hasta las orejas de la infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y de su tercera esposa, Isabel de Valois, hasta los sonrosados hombros al aire de la condesa de Vilches, sentada relajadamente con metros y más metros de tela arrebujados a su alrededor en 1853.

La infanta Isabel Clara Eugenia y Magdalena Ruiz

Alonso Sánchez Coello pinta, en torno a 1585, a la infanta Isabel Clara Eugenia encapsulada en un traje de rígida estructura, formada por dos triángulos invertidos, cuajado de joyas y con un cuello de lechuguilla también rígido que casi le tapa las orejas.

Por debajo, cubriendo el torso, lleva un “cartón de pecho, un artilugio para oprimir las redoncedes”, origen de los corpiños y corsés, que tan de moda han estado hace unos años, explica Bernardo.

La voluminosa falda también lleva una estructura interior, un verdugado, una serie de aros de tamaño creciente y realizados en mimbre o madera flexible para permitir el movimiento, pero con dificultades.

La infanta Margarita de Austria

Este cuadro de Juan Bautista Martínez del Mazo muestra a la protagonista de ‘Las meninas’, la infanta Margarita, hija de Felipe IV y de su sobrina y segunda esposa, la archiduquesa Mariana de Austria, con un enorme traje elaborado con la tela de moda en 1660, la lama de plata.

La infanta posa con los brazos casi extendidos a los lados y, aun así, no abarca el ancho de su traje debido a que por debajo lleva un guardainfante, una especie de armazón redondo creado con varas y cintas, que estuvo muy de moda durante los siglos XVI y XVII, y servía para ahuecar los trajes y lucir las caras telas.

Sin embargo, el desmesurado tamaño de los guardainfantes dificultaba el paso por las puertas y acciones tal simples como subirse a una carroza o sentarse.

La reina María Luisa, con tontillo

El guardainfantes evolucionó hasta convertirse en un tontillo, un armatoste similar cuya función era también ahuecar exageradamente las faldas de las mujeres, solo que en vez de ser redondo, como su antecesor, era más estrecho y alargado.

Un magnífico ejemplo del efecto de este artilugio que colgaba de la cintura de las mujeres en el siglo XVIII es el cuadro de la reina María Luisa, esposa de Carlos IV, retratada por Goya en 1789, con un traje que abarca todo el ancho del cuadro.

Amalia del Llano y Dotres, condesa de Vilches

A lo largo de los años, la moda femenina evolucionó hasta llegar a los vestidos del siglo XIX, todavía voluminosos, pero construidos a base de enaguas y crinolinas.

Esta moda mantiene el corpiño muy ajustado, pero con una falda de mayor fluidez que permite movimientos y posturas más relajadas, como la de la condesa de Vilches en el cuadro de Federico de Madrazo.

La condesa se muestra coqueta y muy a la moda, luciendo un gran escote que deja los hombros al aire, una voluminosa falda en el color azul de moda solo en 1853 y un abanico de plumas puesto de moda por la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, que fue copiado de inmediato por todas las grandes damas de Europa.

El paseo con Bernardo podría seguir siglo a siglo, pero la apertura al público del museo impide seguir “viendo lo que no se ve en los cuadros”, lamenta la experta al despedirse.

Helena Bernardo, técnica del Área de Exposiciones Temporales del Museo del Prado y apasionada de la moda, muestra, en un recorrido con EFE, cómo la moda femenina cambió a lo largo de los siglos y ha liberado poco a poco a las mujeres de rígidas prendas interiores que creaban formas casi arquitectónicas y ocultaban los cuerpos femeninos. En la imagen, Bernardo junto al retrato de Amalia del Llano y Dotres, condesa de Vilches, de Federico de Madrazo. A lo largo de los años, la moda femenina evolucionó hasta llegar a los vestidos del siglo XIX, todavía voluminosos, pero construidos a base de enaguas y crinolinas. EFE/ Chema Moya
Helena Bernardo, técnica del Área de Exposiciones Temporales del Museo del Prado y apasionada de la moda, muestra, en un recorrido con EFE, cómo la moda femenina cambió a lo largo de los siglos y ha liberado poco a poco a las mujeres de rígidas prendas interiores que creaban formas casi arquitectónicas y ocultaban los cuerpos femeninos. En la imagen, la reina María Luisa pintada por Francisco de Goya. El guardainfantes evolucionó hasta convertirse en un tontillo, un armatoste similar cuya función era también ahuecar exageradamente las faldas de las mujeres, solo que en vez de ser redondo, como su antecesor, era más estrecho y alargado. EFE/Chema Moya