Tras echar a sus habitantes, Israel no dejará Yenín: «Volvería a ser una base terrorista»

Imagen de destrucción en el campamento de refugiados de Yenín, en el norte de Cisjordania. EFE/María Traspaderne

Yenín (Cisjordania), 26 ago (EFE).- El campamento de refugiados de Yenín, en el norte de Cisjordania, ha pasado de ser un barrio más de la ciudad a un puñado de calles vacías cubiertas de escombros, patrulladas y controladas por el Ejército israelí donde ya no vive ni uno de sus alrededor de 20.000 habitantes, cuyo futuro sigue siendo igual de incierto que hace siete meses.

El 21 de enero de 2025 comenzó en Yenín la bautizada por Israel como operación ‘Muro de Hierro’, la mayor que su ejército ha llevado a cabo en Cisjordania desde la Segunda Intifada (2000-2005) y que también afectó a otros dos campamentos del territorio palestino, los de Tulkarem y Nur Shams, desplazando en total a unas 40.000 personas de sus hogares.

A simple vista, el de Yenín -como el resto de los campamentos de Cisjordania- es como cualquier otro un barrio de la ciudad, aunque más abigarrado, de construcciones más humildes y calles sinuosas, encaramado a una de las colinas de la ciudad.

En él vivían los palestinos -y sus descendientes- que en 1948, cuando se proclamó el Estado de Israel, fueron expulsados o huyeron de sus hogares en lo que hoy es territorio israelí. Desde entonces mantienen su estatuto de refugiados y muchos siguen reclamando el derecho a volver a esas tierras.

Un tercio de edificios inhabitables

El campamento de refugiados de Yenín, en el norte de Cisjordania. EFE/María Traspaderne

Más de 200 días después del inicio de la operación militar, al campamento solo se puede acceder de la mano de las tropas israelíes, que lo controlan completamente y no dejan entrar a nadie. Este domingo EFE lo visitó invitado por el Ejército junto a un grupo de periodistas.

En sus calles no hay hoy ni los gatos callejeros presentes en toda ciudad cisjordana. Cientos de sus casas están dañadas y algunas son ahora un montón de escombros. Según un oficial israelí que informa a los periodistas bajo condición de anonimato, en el campamento hay 1.500 edificios en un kilómetro cuadrado, de los que 600 son ahora inhabitables y 300 de ellos están totalmente destruidos.

Este campamento era, dice el oficial -que sitúa en 15.000 a sus habitantes-, donde vivían y se forjaban milicianos palestinos, algunos de Hamás, y en él asegura que mataron a un centenar de «terroristas», la mitad de los que calculan que había allí. La otra mitad, explica, cesaron voluntariamente su actividad. Además, las tropas detuvieron a otras 300 personas y se hicieron con 900 armas, según sus datos.

‘Muro de Hierro’ comenzó tres días después de que entrara en vigor el alto el fuego en Gaza -que Israel rompió tres meses después-, para aplicar en Cisjordania la que el ministro de Defensa, Israel Katz, calificó como la «primera lección» aprendida en la Franja: «Destruir la infraestructura terrorista en el campamento sin que vuelva a haber terrorismo al final de la operación».

 

Sin final previsto

El oficial conduce a los periodistas a la mezquita de Jabrinat, desde donde asegura que los milicianos disparaban a las tropas. En el suelo del templo, ahora vacío y con las ventanas rotas, se ven casquillos de kalashnikov, y en sus paredes y techo agujeros de bala.

Más tarde, en una casa que funciona ahora de base de operaciones israelí, explica que la misión del Ejército en Yenín, así como en Tulkarem y en Nur Shams -donde a día de hoy operan dos batallones-, no ha acabado. De hecho, el Gobierno de Benjamín Netanyahu no ha puesto una fecha para su final.

«Si nos vamos hoy, volvería a ser una base terrorista», dice para añadir que aún hay armas, dinero y milicianos en los alrededores. Para este oficial, es importante seguir en Yenín para dar ejemplo y mantener controlados a los milicianos de otros campamentos de Cisjordania.

Preguntado por dónde están los que fueron echados de sus casas y cuál será el futuro del campamento, responde que algunos tienen segundas viviendas y que todos se las han arreglado para encontrar casa. Añade que, si bien es una decisión política, la idea es que vuelva a ser un barrio de la ciudad, aunque no detalla si con sus antiguos habitantes dentro.

Desplome de la economía

Según el portavoz del Ayuntamiento de Yenín, Basheer Mataheen, del campamento tuvieron que salir 22.000 personas, de las que 5.000 viven hoy refugiadas en apartamentos de unos 50 metros cuadrados en la Universidad Árabe Americana de la ciudad.

La mayoría, añade en una conversación telefónica con EFE, han tenido que alquilar casas en la ciudad y otros están alojados con familiares.

Si bien el Ayuntamiento no tiene datos concretos de los edificios dañados porque Israel no les deja entrar, dice Mataheem, según sus cálculos hay 600 completamente derruidos y «toda la infraestructura de electricidad y agua está totalmente destruida».

Reparar todo eso, apunta, constaría unos 400 millones de dólares, pero mayor aún es el daño que la entrada de las tropas israelíes ha hecho a la economía de la urbe. Según calcula Mataheen, ha disminuido en un 50 % desde enero, sobre todo en el comercio, la industria y la agricultura de una ciudad de 60.000 habitantes con más de un tercio de su población expulsada a la fuerza de sus hogares.

María Traspaderne