Pekín, 10 jul (EFE).- Medio siglo después de ver de nuevo la luz, los célebres Guerreros de Terracota de Xi’an libran nuevas batallas: las de su preservación pese al cambio climático y la excavación de las miles de figuras que aún siguen bajo tierra.
Unos campesinos en busca de agua se toparon por casualidad en 1974 con los primeros vestigios de este ejército fantasma que protege simbólicamente la tumba del primer emperador de la China unificada, Qin Shihuang, quien gobernó entre los años 221 y 210 antes de nuestra era.
Pero el descubrimiento, uno de los hitos arqueológicos más importantes del siglo XX y Patrimonio de la Humanidad desde 1987, tardó un año en anunciarse.
Miles de soldados bajo tierra
El motivo de este retraso fue el temor del arqueólogo local Zhao Kangmin, la primera persona en saber del hallazgo y sospechar de su enorme importancia, a que las estatuas fueran destruidas, ya que la Revolución Cultural de Mao Zedong daba por entonces sus últimos coletazos.
Sin embargo, por una vez las espadas fueron más fuertes que la pluma (de quienes quisieron “purificar” China arrasando con su pasado) y cuando el asunto llegó a oídos de la cúpula comunista, se inició una excavación en la que solo en el primer año se recuperaron 500 figuras.
Desde 1975 se han recobrado unas 2.000 entre soldados, caballos y carros, ademas de miles de armas y otros artilugios, pero se estima que la tumba, que se extiende a lo largo de más de 50 kilómetros cuadrados, alberga en torno a 8.000, por lo que el trabajo arqueológico aún por hacer es ingente.
Sin prisa pero sin pausa
Pero las autoridades no tienen prisa. La enormidad e importancia de lo que aún queda bajo tierra requieren de garantías de que su extracción no provocará daños irreversibles o hará que se pierda para siempre la información valiosa que rodea las piezas, imprescindible a la hora de arrojar luz sobre la época en que fueron sepultadas.
Se trata “del contexto de los artefactos”, explica a EFE Peter Cobb, profesor de Arqueología en la Universidad de Hong Kong, quien señala que “es más útil excavar los sitios despacio, ya que la tecnología avanza continuamente y en el futuro tendremos mejores formas de documentar minuciosamente cada aspecto de lo que excavamos”.
Aún así, la tumba arroja periódicamente nuevos tesoros, como los más de 220 soldados de terracota, 16 caballos de cerámica, cuatro carros, armas y herramientas recuperados entre 2009 y 2023 en la excavación de la sima número 1 del mausoleo.
Escaneo digital en 3D o sistemas satelitales de posicionamiento son claves para no perder ninguna información y documentar con una rapidez y precisión inimaginables hace pocas décadas, subraya Cobb.
Paradójicamente, mientras el tiempo juega a favor de las huestes que siguen bajo tierra, lo hace en contra de las que ya están en la superficie.
Las tropas enemigas: polución y temperaturas
Humedad, contaminación, las temperaturas más extremas causadas por el cambio climático y hasta la condensación causada por la respiración de los millones de visitantes que acuden a Xi’an son los principales enemigos de este Ejército, algo de la que ya alertaban los expertos en 2013.
Un equipo de la Universidad Jiaotong de Xi’an publicó ese año un artículo en la revista Environmental Science and Technology que tuvo un enorme impacto en la comunidad arqueológica internacional, ya que proponía un sistema de “cortina de aire” para proteger las fosas en las que están los soldados.
En su investigación, los científicos advertían de que los cambios de temperatura en las fosas podían causar grietas en las figuras, a lo que se sumaban los daños provocados en el pigmento de las figuras por los químicos suspendidos en la contaminación ambiental y los estragos del moho a causa de la humedad condensada en el lugar.
En la actualidad la propuesta sigue en estudio, aunque las naves que guardan al ejército cuentan con sistemas de climatización controlada en cada fosa que regulan la temperatura y la humedad creando una suerte de burbuja protectora.
“Si un sitio o partes de él se van borrando, como puede ocurrir por la erosión provocada por el cambio climático, perdemos información crucial del contexto que rodea estos vestigios del pasado”, apostilla el profesor Cobb.
Lorena Cantó