Moscú, 23 ago (EFE).- La guerra en Ucrania cumple el domingo tres años y medio sin que Rusia parezca interesada en poner fin a los combates. Su principal argumento en las negociaciones de paz es precisamente que la victoria está a la vuelta de la esquina, algo que refutan los escasos éxitos cosechados por el ejército ruso en la actual batalla por el control de Donetsk.
Según la prensa estadounidense, el presidente ruso, Vladímir Putin, aseguró hace una semana en Alaska a su homólogo de EE.UU., Donald Trump, que Moscú puede conquistar en breve todo el Donbás.
También es verdad que el ejército ucraniano, lastrado por una crónica falta de hombres, no tiene a día de hoy opciones de recuperar el terreno ocupado. Eso lo reconoce el propio presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quien de todas formas se niega a aceptar las exigencias territoriales del Kremlin, que significarían una capitulación.
Menos que la superficie de Grecia
El ejército ruso ocupa ahora aproximadamente 115.000 kilómetros cuadrados de territorio ucraniano, lo que es menos que la superficie de Grecia (131.000) o Nicaragua (130.000) y un 20 % de la superficie total del país vecino.
En realidad, un tercio de ese territorio -la anexionada península de Crimea y las zonas prorrusas de las repúblicas popular de Donetsk y Lugansk- ya las controlaba antes de iniciar su campaña militar el 24 de febrero de 2022.
En el caso del Donbás, a día de hoy Moscú controla unos 46.500 kilómetros cuadrados, con lo que le faltarían unos 6.500 kilómetros cuadrados en Donetsk para dominar toda la región, escenario de la sublevación prorrusa en 2014.
Además, las tropas rusas han tomado más de 400 kilómetros cuadrados en las regiones norteñas de Járkov y Sumi con el objetivo, según Putin, de crear una franja de seguridad.
Mientras, los ucranianos perdieron el control en mayo del trozo de territorio que tomaron en agosto de 2024 en la región rusa de Kursk, que llegó a alcanzar los 1.400 kilómetros cuadrados.
Guerra de desgaste
Días antes de la cumbre de Alaska, las tropas rusas lanzaron una atrevida operación en la que lograron trazar una cuña de diez kilómetros de profundidad en Donetsk. No eran unidades mecanizadas, sino más bien pequeños destacamentos de avanzada.
Ucrania dice haber rechazado dicho avance enemigo, que busca superar antes de que concluya el verano la teóricamente inexpugnable línea fortificada de varias decenas de kilómetros entre Pokrovsk, Kostantínivka, Druzhivka, Sloviansk y Kramatorsk, la zona más militarizada de los más de mil kilómetros de frente.
Con todo, en la última semana Moscú ha informado sobre la toma de varias localidades situadas entre Pokrovsk y Kostantínivka, lo que significa que la operación sirvió a los rusos para detectar los puntos débiles en las defensas ucranianas, donde las deserciones son un grave problema.
Además, aunque los rusos aún no han logrado asediar Pokrovsk, el principal objetivo de la ofensiva estival, ya combaten en los arrabales al sur de la ciudad, según el experto militar Yuri Fiódorov, y están bombardeando incansablemente la localidad de Dobropilia, donde nace una carretera que lleva a Kramatorsk.
Los analistas creen que a este ritmo al ejército ruso le llevará aún muchos meses sólo acercarse a las plazas fuertes del norte de Donetsk, mientras Zelenski estima «en cuatro años» lo que necesitará Moscú para tomar el tercio de la región bajo control ucraniano.
«Las historias de que van a ocupar nuestro Donbás para finales de año no son más que cháchara», dijo.
¿Otro año más de combates?
El pesimismo cunde entre los expertos de uno y otro bando sobre una pronta paz. Pronostican que lo más probable es que los combates continúen en 2026, ya que Putin no tiene intención de reunirse con Zelenski, a no ser que sea para negociar la rendición.
Aunque en la cumbre con Trump el jefe del Kremlin se mostró dispuesto a abordar las garantías de seguridad para Kiev, su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, rechazó esta semana unas garantías colectivas que no incluyan a Rusia y no corroboren la neutralidad ucraniana sin presencia de tropas occidentales.
Los únicos obstáculos en el camino de la maquinaria de guerra rusa serían una posible recesión y los aranceles a sus importadores de petróleo: China e India. Trump no parece dispuesto a castigar a China, que, de hecho, ha aumentado sus compras de crudo ruso.
En cuanto a India, al arancel del 50 % entrará en vigor el 27 de agosto, pero tras una pausa de varias semanas, Delhi ha contratado nuevos cargamentos de petróleo.
La economía rusa se encuentra al borde de la recesión, según el Gobierno que admite que sólo el sector militar sigue creciendo. Según la prensa, el Gobierno podría verse obligado a subir los impuestos, lo que aumentaría el descontento popular con la guerra.
Mientras, el déficit presupuestario supera ya el 2 % del producto interior bruto y la economía creció un 1,2 % en el primer semestre, frente el 4,3 % en 2024.EFE
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