Celia Agüero Pereda
Santander, 17 jun (EFE).- En 2024, Jesús Pelayo y Delia Guardo encontraron en una pared inaccesible de los Picos de Europa una cueva olvidada durante más de 80 años y que conservaba intactos más de 40 objetos de los huidos que se refugiaron allí tras la caída de Santander, uno de los pocos refugios de guerrilleros antifranquistas que se conservan en Cantabria.
La cavidad, situada en un entorno de acceso extremadamente complejo, fue utilizada más o menos entre 1941 y 1944 por miembros de lo que años después se conocería como la Brigada Machado, en lo que los historiadores denominan «el tiempo de los huidos».
El descubrimiento de la cueva lo hicieron Pelayo y Guardo basándose en pistas heredadas del abuelo de uno de ellos, que hablaba de una cavidad usada por republicanos huidos.
Tras su hallazgo, se inició una operación arqueológica sin precedentes ya que el acceso era tan complicado que fue necesaria la intervención de escaladores profesionales para acceder a la cueva principal que mide apenas tres metros de largo por uno y medio de ancho, lo que limitó los trabajos de documentación, inventario y extracción.
«Hicimos un modelo 3D para tener así una representación de como era el lugar antes de que nosotros lo tocásemos», explica a EFE el arqueólogo Rafael Bolado, quien ha dirigido el equipo que, bajo encargo de la Dirección General de Patrimonio Histórico del Gobierno de Cantabria, investigará los objetos encontrados.
Y es que el difícil acceso a la cavidad hizo que el equipo de arqueólogos contase con la ayuda de personas especializadas en escalada para poder descender a Treslasbasnás, pero también para izar los objetos «con mucho cuidado para que no se fuesen golpeando».
Una cápsula del tiempo de la resistencia
Entre los hallazgos hay libros, algunos personales y otros sustraídos en incursiones, botellas, mapas, un botiquín, un bidón metálico y varios boletines diplomáticos de las embajadas de Estados Unidos y Reino Unido datados en enero de 1944.
Estos materiales recuperados permiten trazar una línea temporal clara del uso de la cueva: se han contabilizado entre 40 y 50 piezas en un estado de conservación «sorprendentemente bien» gracias a las condiciones secas de la cavidad.
Bolado asegura que la pieza destacada es una anotación atribuida a Mauro Roy, uno de los miembros más conocidos del grupo de huidos de la zona cántabra de Liébana que luego integraron la Brigada Machado), apresado en febrero de 1941, ya que permite datar el uso del refugio como anterior a esa fecha.
La memoria rescatada de los «huidos»
El contexto histórico, que precisa a EFE el historiador del colectivo Desmemoriados Valentín Andrés, es esencial para comprender la relevancia del hallazgo.
Tras la caída de Santander en agosto de 1937 y la de Gijón en octubre, miles de republicanos quedaron atrapados en una Cantabria ocupada, entre ellos, muchos campesinos y ganaderos de la comarca de Liébana, que optaron por esconderse en el monte.
Ese fue el inicio del fenómeno de “los huidos” (denominados emboscados o maquis en otras zonas), que se prolongó hasta finales de los años 40.
En Liébana hay constancia de al menos 14 cuevas utilizadas como refugio por los huidos, pero la de Treslasbasnás es singular porque no fue expoliada y se ha conservado intacta, lo que permite documentar la cultura material de la resistencia antifranquista.
Un estudio en curso
Los objetos están siendo estudiados por el equipo que dirige Bolado en un análisis que incluye el inventariado, los procesos de restauración, la limpieza, la consolidación y modelos 3D para divulgación científica.
Bolado espera que la primera presentación pública de estos objetos tenga lugar en septiembre en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, dentro del programa «La pieza del mes».
«Este hallazgo permite documentar no solo hechos, sino formas de vida. Nos habla de cómo se organizaban, cómo sobrevivían, qué leían, qué información manejaban», añade.