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‘Tribute’, un documental de Nacho Vigalondo sobre la historia de los videojuegos en España

El director Nacho Vigalondo posa a su llegada a la presentación del documental 'Tribute', sobre el mundo y la historia de los videojuego.  EFE/ Rodrigo Jimenez

Madrid, 11 sep (EFE).- El director de cine Nacho Vigalondo saca su lado más «gamer» en ‘Tribute’, un mini documental sobre la historia de los videojuegos en España que está disponible desde este jueves en Prime Video y que recuerda las máquinas recreativas de los 80 con nostalgia mientras habla del presente con «streamers» como Baity o Illojuan.

El artista Conrad Roset (i); la directora de publicaciones Sonia Herranz (2i); el guionista Rubén Ajaú (2i); y el director Nacho Vigalondo posan a su llegada a la presentación del documental 'Tribute', sobre el mundo y la historia de los videojuegos. EFE/ Rodrigo Jimenez

«Ahora mismo el videojuego tiene una atención y genera una curiosidad muy superior a la que genera el cine, que siempre se comenta desde el punto de vista del espectador raso», explica a EFE el realizador cántabro, quien ha tomado las riendas de este proyecto que tiene «mucho de juguete» y poco de enciclopedia.

En apenas 36 minutos, ‘Tribute’, la nueva producción de Sayaka Producciones y Domino’s Pizza, analiza el panorama pasado y reciente del videojuego español, atendiendo a los recuerdos de jugadores como Álvar Araneae, David Carbó -más conocido como Skain- o las anécdotas de otros profesionales de la industria como Sonia Herranz, Paco Pastor o Pablo Ruiz, entre otros.

Sin embargo, Vigalondo es el que deja una huella más grande en este homenaje y lo hace con un toque de humor y los relatos sobre su temprana relación con los videojuegos en Cabezón de la Sal (Cantabria), «su pueblo», donde fue testigo del efecto que tenía el Tetris en la gente que iba a un bar, ejemplifica.

«El componente autobiográfico es un truco que me permite no tener que contarlo todo», añade el director, «con un punto de partida lo suficientemente elástico como para que podamos meter cosas porque nos gustan».

Habla en plural haciendo alusión al coautor de la cinta, el joven cineasta Ruben Ajaú, quien se refiere al videojuego ‘Destroyer’ como el único elemento imprescindible dentro de un guion que, en gran medida, fue construyéndose sobre la marcha.

Además de aderezar el documental con partes precipitadas y una banda sonora que recuerda a ‘Stranger Things’, la voz de Vigalondo guía al espectador en el recorrido de cuatro paradas que propone ‘Tribute’.

Se trata de un camino que comienza en los dorados años 80, pasa por los fértiles 90 y termina con la primera y segunda mitad de nuestro siglo, un periodo caracterizado por la introducción de la IA y los «mirones» «del streaming».

«Yo creo que uno de los hitos que hay, y que se puede apreciar en el documental, es el paso de los ordenadores de 8 bits a la era de las consolas», así como el paso al 3D o el aclamado ‘Super Mario 64’, añade la que fue la directora de la revista de videojuegos PlayManía, Sonia Herranz.

Su compañero de entrevistas, el jugador profesional Álvar Araneae, menciona «el ‘Commandos'», un éxito nacional que saltó al panorama mundial y que para él, junto a ‘Zelda’, es otro imprescindible.

La pareja de profesionales no se pone de acuerdo en los episodios más memorables del universo «gaming»; una realidad que también se demuestra en esta obra al retratar a las diferentes generaciones que a lo largo de los años se han reunido en torno a los videojuegos.

El sector se ha desarrollado gracias a los avances tecnológicos, pero esta evolución también ha tenido consecuencias culturales y sociales, anticipa Herranz, quien recuerda la reacción de espanto que tenía la gente al conocer su profesión en el pasado.

Frente al «eres un friki porque consumes cosas que no hacen rico a nadie» o «todos los males del mundo humano provienen de los videojuegos», ‘Tribute’ supone una superación de estas frases.

Frases evocadas en recuerdo del prejuicio que rodea a los «gamers», cuyo prestigio social es finalmente reconocido por los colaboradores del documental y por Vigalondo, quien sitúa a los videojuegos como una pasión suya incluso superior al cine.