Leópolis (Ucrania), 18 may (EFE).- En medio de los incesantes ataques rusos y las escasas perspectivas de una paz rápida, cientos de miles de tulipanes, cerezos, castaños, lilas y otras plantas en flor ofrecen un respiro psicológico vital a los ucranianos agotados por más de tres años de guerra.
En Leópolis, ciudad del oeste de Ucrania situada a mil kilómetros de la línea del frente, la presencia de la guerra sigue siendo palpable.
Sin embargo, sus calles y parques, flanqueados por vibrantes callejones de flores y árboles, ofrecen una vía de escape momentánea a los residentes que luchan contra el dolor y la incertidumbre.
“Todos los días veo ambulancias con heridos y cortejos fúnebres. Esto, combinado con las noticias diarias de nuevas tragedias, genera incertidumbre y ansiedad”, cuenta Zoreslava Taraj, una joven profesora de inglés.
Como muchos habitantes de la zona, visita con frecuencia los lugares florecientes de la ciudad, encontrando consuelo en su belleza.
“Estos paseos, en los que me centro en la belleza que puedo ver aquí y ahora, me ayudan a restablecer parcialmente mis recursos emocionales”, afirma.
“La primavera, con sus tulipanes, lilas y manzanos en flor, es el mejor momento para ello”, añade.
Pequeñas alegrías en medio de la guerra
“No se trata de una evasión de la realidad, sino de un medio fundamental de recuperación psicológica”, explica a EFE la psicóloga Victoria Sokil.
Tras huir de Zaporiyia a Leópolis cuando comenzó la invasión rusa hace más de tres años, Sokil presta apoyo psicológico a los residentes desplazados de las zonas de primera línea del frente mientras su marido lucha en el Ejército ucraniano.
Poco puede hacer para detener “el sadismo de los rusos que destruyen las ciudades ucranianas”, pero recurre a la belleza y la calma de la naturaleza para ayudar eficazmente a las víctimas de la guerra.
“La naturaleza nos salva de diferentes maneras. Donde está mi marido ahora, los bosques parecen apocalípticos, con árboles mutilados, arrancados de raíz y enredados en cables de fibra óptica utilizados por drones kamikazes. Sin embargo, siguen ofreciéndole protección contra el enemigo”, afirma.
Para quienes están más lejos de la línea del frente, como los habitantes de Leópolis, la naturaleza representa algunas de “las pequeñas alegrías” que, subraya Sokil, es esencial aprender a notar y apreciar para mantener la salud psicológica en medio de las constantes noticias negativas.
“Ver florecer los árboles forma parte de las pequeñas alegrías que nos quedan, algo a lo que este mundo caótico aún se aferra, a pesar de todo”, subraya.
“A pesar de todo, celebramos poder vivir otra primavera”, enfatiza la psicóloga.
Memoria y solidaridad
Dado que los presupuestos municipales dan prioridad a las infraestructuras esenciales y al apoyo militar, la creación y el mantenimiento de estos espacios verdes dependen a menudo de iniciativas privadas y benefactores.
Cientos de miles de tulipanes que adornan ciudades como Leópolis, Kiev y Járkov han sido donados por empresas holandesas como gesto de solidaridad.
La plantación de nuevos árboles, como cerezos o manzanos, también se ha convertido en una conmovedora forma de que sus familias y amigos expresen gratitud y amor a los caídos en la guerra.
“Al plantar estos cerezos continuamos su vida, a través de la memoria que germinará en un mañana pacífico. Esta es la esperanza que tiene raíces”, declaró el viernes a medios locales la cantante Diana Gorbiak, que organizó un acto de plantación de árboles en Zhovkva, localidad cercana a Leópolis.
Un acto de rebeldía
La jardinería también se ha convertido en un refugio para muchos ucranianos que soportan noches en vela bajo la amenaza de los drones rusos.
Para algunos, el mero hecho de compartir imágenes de sus plantas en las redes sociales se convierte en un acto de rebeldía contra lo que los psicólogos describen como un intento deliberado de Rusia de aplastar la esperanza e infundir miedo y aislamiento.
Natalia Pidlisna, una psicóloga de Kiev con más de 20.000 seguidores en Facebook, reflexiona sobre esta lucha.
“Hace tiempo que quería compartir las hermosas flores de mi jardín, pero pensé que sería inoportuno e inapropiado. Hay tanto dolor a mi alrededor”, escribe.
Sin embargo, tras una noche reciente llena del estruendo de los drones suicidas Shahed, Pidlisna se apresuró a fotografiar sus florecientes espinos y lilas a la mañana siguiente.
“Después de que se produjera otra explosión en las cercanías, pensé: aún debemos encontrar tiempo para vivir, para ver y mostrar la belleza”.
Rostyslav Averchuk

