Javier G.Paradelo
Arenas de Iguña (Cantabria), 6 mar (EFE).- En la España de posguerra, miles de chicas jóvenes y adolescentes dejaron sus pueblos en busca de un futuro mejor, enfrentándose a destinos inciertos como sirvientas en casas ajenas, unas historias que rescata ahora un documental con testimonios de esas mujeres ahora octogenarias.
El documental “Las que fueron a servir” da voz a ocho de esas mujeres invisibilizadas, hoy de 80 y 90 años, de los valles cántabros de Anievas e Iguña, para mostrar en primera persona sus duras experiencias de trabajo, soledad y sacrificio sirviendo en otras casas y alejadas de su familia.
El trabajo cinematográfico está dirigido por Patricia Hernández, quien, a través de varios testimonios, explora temas como la pobreza rural, las migraciones internas y las relaciones de poder entre criadas, muchas de ellas adolescentes o, incluso, niñas, y sus amas.
A través de emotivas entrevistas a Juana Gutiérrez, Carmina Villegas, Josefina y Felisa de la Concha, Natividad Martínez, Rosario Martínez, Elena Ruiz y Encarna Hoyos se quiere hacer un homenaje a aquellas mujeres que tuvieron que irse, algunas a cientos de kilómetros de su casa, y recuperar su lugar en la memoria colectiva.
En una entrevista con EFE, Hernández Guerrero explica que la idea del documental surgió del colectivo Movimiento Cultural de Iguña, con el objetivo de homenajear a las mujeres del valle con motivo del 8M.
La elección de las participantes, de entre las decenas de mujeres que fueron a servir, se llevó a cabo tras analizar sus historias personales para que fuesen lo más representativas de lo vivido por aquellas chicas.
Ese es el caso de Josefina de la Concha, la más mayor de todas las entrevistadas, que empezó a servir con tan solo trece años para ayudar a la débil economía familiar.
Después de estar en varias casas, decidió irse a Francia, como ella dice en el documental “porque tenía buen recuerdo de los franceses”, de cuando, siendo muy niña, tuvo que huir de España junto a su madre y sus hermanas y pasar dos años como refugiada política.
Al igual que la mayoría de las muchachas que emprendían ese duro camino, iba sin papeles y sin contrato de trabajo. Estuvo en varias casas y al final encontró trabajo como planchadora en la Embajada de Mónaco en París.
Su hermana Felisa se quedó en España y trabajó en la antigua fábrica de Hilaturas Portolín, en su municipio cántabro de Molledo, donde tuvo un papel destacado como sindicalista, defendiendo la igualdad de trato entre hombres y mujeres.
Según Patricia Hernández, los relatos de estas mujeres son de gran interés porque cuentan sus historias “con total naturalidad”, como si haber ido a servir en casas de gente pudiente del valle o de ciudades como Torrelavega, Santander, Madrid o París no tuviera gran importancia.
Explica que algunas de ellas fueron a servir “por necesidad” dada la pobreza en aquellos pueblos rurales de los años 20 y 30 del siglo pasado, otras para poder comer, comprar ropa o calzado porque su familia no podía dárselo, y otras para estudiar o aprender un oficio como costurera.
De sus relatos se desprende que la ilusión con la que fueron a servir, en muchos de casos, se truncó por las muchas horas y las penalidades que sufrieron como empleadas domésticas o cuidadoras de niños a jornada completa.
El documental resume en poco más de treinta minutos cerca de ocho horas de grabaciones, según su directora, llenas de anécdotas curiosas y vivencias enternecedores de unas niñas o adolescentes sacadas de sus pueblos, que hoy octogenarias son la memoria viva de una época de carencias.
“Las que fueron a servir” se estrena el 7 de marzo en el teatro de Los Corrales de Buelna, y tras ello ya hay confirmadas proyecciones en varios pueblos de los valles de Iguña y Anievas, así como en la Biblioteca Central de Cantabria en abril o mayo.