Bilbao, 9 sep (EFE).- Un estudio sobre el mundo marino al final del Cretácico refleja un Ártico más dulce con oceános peor conectados en aquel momento y alerta sobre el actual deshielo acelerado y su posible incidencia en la estabilidad de la corriente del Atlántico Norte, clave para el clima europeo.
Se trata de un estudio con la participación del investigador de la Universidad del País Vasco EHU Vicente Gilabert, que analiza en Nature Communications la salud de los océanos de hace 66 millones de años, según ha informado este centro universitario.
Un equipo internacional de investigadores, en el que también han participado micropaleontólogos de la Universidad de Zaragoza, ha demostrado que en los últimos millones de años del Cretácico se produjo la reorganización de los continentes que modificó los patrones de salinidad, de temperatura y la interconexión oceánica.
Los científicos advierten de que este escenario guarda ciertos paralelismos con la situación actual, en el que la descarga de agua dulce proveniente esta vez del deshielo acelerado del casquete polar groenlandés y del Ártico provoca dudas sobre la estabilidad de la corriente del Atlántico Norte, clave para el clima europeo.
Según el investigador de la Universidad de Zaragoza Ignacio Arenillas, el hallazgo ayuda a comprender mejor «cómo era nuestro planeta en un momento tan excepcional como el previo a la quinta gran extinción» y también proyecta una advertencia hacia el futuro.
«En la actualidad, el deshielo acelerado de Groenlandia y del Ártico y el aumento de descargas de agua dulce en el Atlántico son objeto de intenso escrutinio científico, pues podrían alterar la corriente de retorno del Atlántico Norte, que regula el clima europeo y el equilibrio térmico del planeta», ha advertido.
El estudio, liderado por la geóloga polaca Wiesława Radmacher y que ha combinado avanzados modelos climáticos con análisis micropaleontológicos y geoquímicos, muestra que a finales del Cretácico el Ártico comenzó a recibir grandes descargas de agua dulce procedente de los ríos.
Al mismo tiempo, el cierre progresivo del paso marino centroamericano debilitaba la conexión entre el Atlántico y el Pacífico, mientras que el océano Ártico solo se comunicaba con el resto de los océanos a través del estrecho Groenlandia–Noruega.
El investigador de la EHU Vicente Gilabert ha explicado que «este cóctel geográfico alteró la circulación oceánica global y provocó que aguas menos salinas flotaran sobre masas de agua más densas dificultando la mezcla al tratarse de capas con diferentes densidades, un fenómeno conocido como estratificación vertical de los océanos».
Según ha indicado, «el proceso fue especialmente intenso en el Ártico (fuente de estas aguas más dulces), en el Atlántico Norte y en el antiguo océano del Tetis, lo que hoy corresponde al Mediterráneo».
Los científicos han recordado que la salinidad y la temperatura del mar son factores decisivos para la vida marina ya que determinan la abundancia de fitoplancton y zooplancton, base de la cadena alimentaria, y regulan el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono entre el océano y la atmósfera.
Según el estudio, de no haberse producido el impacto del asteroide Chicxulub hace 66 millones de años en la península de Yucatán (México), que provocó un cambio climático extremo y el evento de extinción masiva que acabó con los dinosaurios, esta deriva hacia una mayor estratificación vertical podría haber desembocado en una grave crisis ambiental por falta de oxígeno en las aguas profundas de los océanos.
Para el investigador de la EHU, teniendo en cuenta «las evidentes diferencias», los océanos del final del Cretácico «estaban mostrando signos de vulnerabilidad análogos a los que hoy detectamos en mares y océanos actuales». EFE
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