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Un estudio revela la eficacia que tuvo el hambre como arma de control en la posguerra

Imagen de archivo de una comida navideña para pobres en el barrio de Doña Carlota en Madrid en 1941. EFE/Vidal.

Alfredo Valenzuela

Sevilla, 17 sep (EFE).- El hambre fue empleada por el régimen franquista en los primeros años de la posguerra como un arma de «eficacia política rentable» para «controlar y reeducar» a los desafectos al régimen, según el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada Miguel Ángel del Arco Blanco, autor de ‘La hambruna Española’ (Crítica).

«Menos Franco y más pan blanco» es la protesta que alguien se atrevió a pintar en una pared contra las condiciones de vida que soportaron muchos españoles entre 1939 y 1942 y, en una «segunda fase de la hambruna», en 1946, según ha dicho a EFE Del Arco Blanco, quien ha calculado en algo más de 200.000 los muertos por hambre o enfermedades asociadas a la desnutrición durante ese periodo en toda España.

 Las fuentes históricas para determinar esa cifra son «problemáticas», según ha admitido el historiador, quien asegura haber empleado la sobremortalidad en las curvas demográficas, ya que en la mayoría de los casos se ocultaban los motivos de muerte, no se inscribían así o se achacaban a enfermedades, que en muchos casos también fueron causadas por la desnutrición.

Esos algo más de 200.000 fallecimientos corresponden al periodo 1939-1942, y a ellos habría que sumar, según Del Arco Blanco, las muertes por hambre del año 1946, para el que aún «no se dispone de estudios».

Racionamiento y disciplina

El profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada Miguel Ángel del Arco Blanco, posa en Granada junto a su libro "La hambruna Española" (Crítica), un estudio revela la eficacia que tuvo el hambre como arma de control en la posguerra. EFE/Miguel Ángel Molina

El racionamiento -señala el historiador- fue «un fracaso que no logró alimentar a los españoles» y se empleó como «un arma inapelable para construir seres dóciles y disciplinar el comportamiento de la sociedad», mientras que el régimen «logró que los estómagos vacíos se convirtiesen en un instrumento de desmovilización política».

También rechaza el «mito» de los efectos de la guerra y de la destrucción de España que el régimen esgrimió como argumento para explicar la precariedad en la que vivía el país: «Hubo zonas especialmente golpeadas por el hambre, como las provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz, donde no hubo guerra».

La hambruna se cebó con la mitad sur del país, especialmente en regiones como Andalucía, Extremadura, Murcia y Castilla-La Mancha, según el historiador porque «todas las hambrunas se notan más en sociedades polarizadas, donde las diferencias son mayores entre ricos y pobres», y contrapone el caso de Galicia, donde todo el mundo poseía un trozo de tierra, con Andalucía, tierra de jornaleros desposeídos.

El historiador también califica la situación de «hambruna política» porque «las clases bajas, más identificadas con los republicanos, fueron las que más la padecieron; muchos trabajadores, por su significación política, no conseguían trabajo; lo que demuestra que funcionó la victoria y no la reconciliación».

Autarquía y corrupción

El profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada Miguel Ángel del Arco Blanco, posa en Granada junto a su libro "La hambruna Española" (Crítica), un estudio revela la eficacia que tuvo el hambre como arma de control en la posguerra. EFE/Miguel Ángel Molina

«La hambruna fue originada por una decisión política, la implantación de la autarquía económica, un modelo económico que aspiraba a la autosuficiencia plena de la nación», según el historiador, quien concluye que «los resultados de esta arcadia económica fueron desastrosos y están en la raíz última de la hambruna».

«La autarquía fue una política voluntariamente aceptada y decidida por Franco y sus hombres» y «ellos conocían sus efectos, sabían que la gente moría de hambre y no dieron marcha atrás», ha asegurado para añadir que «la corrupción generalizada» también contribuyó a la extensión de la hambruna al propiciar «un sistema corrupto que controló los alimentos en momentos de necesidad».

Según el historiador, España vivió aquellos años «en dos planos: el oficial, que nadie cumplía, en el que los precios eran fijados por decreto y, teóricamente, velaban porque todos pudiesen acceder a los alimentos a un precio razonable, y el real, el de los precios astronómicos, disponibles solo si se disponía del suficiente dinero para adquirirlos».

El estudio de Del Arco Blanco asegura que durante los tres años posteriores a la guerra las muertes por enfermedades suponían el 35 por ciento de las defunciones del país y las propias fuentes oficiales del régimen, aun «tendentes a ocultar información», certifican que entre 1939 y 1942 se produjo «una reemergencia del tifus exantemático, el paludismo, la viruela, la difteria, la tuberculosis y la fiebre tifoidea».