Un estudio revela que el ejercicio ayuda a frenar el deterioro por el Parkinson

Surfistas aprovechan el oleaje para practicar deporte en una imagen de archivo. EFE/Eloy Alonso

Sevilla, 7 ago (EFE).- Un estudio desarrollado en el Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBiS) aporta nuevos datos sobre cómo la práctica regular de ejercicio puede frenar los procesos neurodegenerativos que afectan a la cognición en la enfermedad de Parkinson.

Estos descubrimientos abren la puerta a revisar las estrategias terapéuticas actuales e incorporar el ejercicio físico como una herramienta esencial para ralentizar la progresión de esta enfermedad neurodegenerativa, ha informado este jueves la Universidad de Sevilla.

La enfermedad de Parkinson afecta a más de 10 millones de personas en todo el mundo y es la segunda patología neurodegenerativa más prevalente, solo por detrás del Alzheimer.

Hasta ahora, las estrategias terapéuticas se han centrado principalmente en tratamientos paliativos orientados a aliviar los síntomas motores.

Sin embargo, en los últimos años la actividad física ha emergido como una intervención prometedora, con potencial no solo para mejorar la función motora, sino también para influir en la progresión de la enfermedad.

Diversos estudios han demostrado que el ejercicio físico regular no solo atenúa los síntomas motores, sino que además puede ralentizar o reducir el avance de otros síntomas asociados al Parkinson, como el deterioro cognitivo.

Este último, que puede aparecer incluso en fases tempranas de la enfermedad, tiene una elevada prevalencia y un profundo impacto en la autonomía y la calidad de vida de los pacientes y sus familias.

Comprender cómo la práctica regular de ejercicio físico afecta a largo plazo a la evolución de la enfermedad definida por la aparición y progresión del deterioro cognitivo es clave para diseñar estrategias que ayuden a mejorar la vida de las personas con Parkinson.

Análisis de un centenar de pacientes

Para investigar cómo la actividad física puede influir en la progresión de la enfermedad de Parkinson, el equipo analizó datos de 120 pacientes en fases iniciales de la enfermedad, recogidos previamente en la cohorte internacional ‘Parkinson’s Progression Markers Initiative (PPMI)’.

Este proyecto, que sigue a cientos de personas con Parkinson desde su diagnóstico, ofrece una oportunidad única para estudiar los cambios cerebrales a lo largo del tiempo.

Durante cuatro años de seguimiento, los participantes de la cohorte fueron evaluados periódicamente en sus niveles de actividad física mediante un cuestionario y se sometieron a resonancias magnéticas de alta resolución que permiten analizar la estructura cerebral.

Estas imágenes sirvieron para medir el grosor de la corteza cerebral y el volumen de estructuras profundas como el hipocampo y la amígdala, áreas clave diana de neurodegeneración en la enfermedad de Parkinson.

«Gracias al análisis de estos datos longitudinales hemos podido observar cómo el ejercicio regular se asocia a una menor pérdida de tejido cerebral en regiones vulnerables al Parkinson», ha explicado la doctora Patricia Diaz-Galvan, primera autora del estudio.

El estudio demuestra que los pacientes con Parkinson que mantenían un mayor nivel de actividad física a lo largo del tiempo presentaban una menor pérdida de grosor cortical en regiones claves de la corteza temporal y parietal, así como una menor atrofia en estructuras profundas como el hipocampo y la amígdala.

Estas áreas del cerebro están directamente relacionadas con funciones cognitivas fundamentales: la corteza temporoparietal interviene en la atención y el procesamiento de la información, el hipocampo es clave para la memoria y el aprendizaje, y la amígdala participa en la regulación y la memoria emocional.

Con este estudio, los investigadores subrayan la importancia de integrar programas de ejercicio físico en la práctica clínica habitual desde fases tempranas de la enfermedad.