Begoña Fernández
Madrid, 26 jun (EFE).- «La España de Franco es, ante todo, una España de tebeo», y es que el cómic quedó «asfixiado» por el franquismo con normas que prohibían militares en las viñetas, «no vaya a ser que a alguien le diera por reírse del caudillo», lo dice a EFE el coautor de ‘Historia de los cómics en España’, Manuel Barrero.
«Ni militares ni sacerdotes que puedan suscitar chascarrillos. Las historietas tenían que ser ejemplarizantes y las mujeres, bondadosas y buenas esposas», lo cuenta en una entrevista el director de Tebeosfera y coautor del libro (ACT Ediciones), una visión panorámica de siglo y medio de historieta en España, en las librerías desde este mes.
«Esposas, bondadosas y hombres, valerosos» en una España «de hambre y sopas de ajo, pero también de censura bajo el control de La Falange» si bien algunas editoriales, como Bruguera, consiguieron colar críticas.
Carpanta y oficinistas frustrados
Ejemplo de ello es Carpanta, un hombre que pasa hambre todo el día, los oficinistas frustrados que no llegan a fin de mes o Zipi y Zape, unos niños traviesos a los que se aplicaban castigos terribles.
El libro se divide en cuatro apartados: ‘Orígenes de la historieta española (1857-1939)’, Manuel Barrero; ‘Los tebeos durante el franquismo (1940-1975)’, Antonio Altarriba; ‘De la revista al cómic book (1975-1999)’, Antonio Guiral y ‘Los cambios del tebeo durante el siglo XXI (2000-2023)’ Noelia Ibarra y Álvaro Pons.
Barrero explica que la censura fue sobre todo feroz en los sesenta.
Fuera espadas y flechas
Precisamente en esos años, la censura sacó de las viñetas «a personajes blandiendo espadas o cortando cabezas».
Una década antes se había constituido la Junta de Prensa Infantil que dictó unas «normas» que prohibían «cuentos de crímenes que pudieran perjudicar el sistema nervioso de los niños».
Quedan así fuera de las historietas descripciones que puedan despertar «curiosidad malsana», poner en ridículo a la familia o mujeres que hacen trabajar al marido en menesteres caseros mientras ellas descansan.
Pero la falta de medios para hacer cumplir tantos preceptos hace que «los escenarios de miserias queden exentos de intencionalidad política».
Todo cambia cuando muere Franco
España llevaba años cerrada al exterior y, de repente, todo entra. «Todo lo que queríamos de Europa llega a la vez, pero no hay público para tantas publicaciones», dice Barrero.
En la Transición, los cuadernos de aventuras prácticamente dejan de publicarse y las novelas gráficas para adultos. En 1977, las revistas infantiles de humor entran en declive.
Sin embargo, aparece ‘El Jueves’ que supuso un espaldarazo a la historieta para adultos y ‘El Víbora’. Se había sembrado el germen para la historieta de adultos.
En los ochenta aumentó el precio del papel lo que dio al traste con algunas editoriales, pero la industria siguió aportando cabeceras para adultos como ‘Cairo’.
En lo que respecta a las cabeceras infantiles, Bruguera, que había copado el mercado de los 70 con 200.000 ejemplares semanales, comienza a desfallecer.
Emigración de creadores
En los noventa las ventas empiezan a bajar y los dibujantes de cómic emigran a Francia y EEUU.
«Las razones son evidentes, la televisión y los videojuegos copan el ocio de los españoles», explica Barrero.
También hay una transformación en el mercado: «Hasta 1996, la mayor parte de los cómics se producía en España, ahora la mayor parte viene de EEUU y Japón.
Las niñas transforman el mercado
En los años 40, España se llenó de niñas lectoras que quieren leer tebeos, lo que llevó a crear cómics para chicas.
Las niñas iban al colegio y les gustaba leer historietas. Ese fenómeno se vuelve a repetir en el siglo XXI con el triunfo del cómic japonés y éxito arrollador entre el público femenino.
Y es que el manga gusta a las mujeres, especialmente la corriente Boys Love: historias de romance de chicos gais que entusiasman al público femenino.