Nueva Delhi, 24 jun (EFE).- Ser una mujer trans en Nueva Delhi obligó a Vini a vivir una doble vida: de día, ocultaba su identidad bajo el techo familiar; de noche, la afirmaba recorriendo las calles de la capital india en busca de clientes para poder sobrevivir. “Otras personas en la misma situación me dijeron que era lo que tenía que hacer”, recuerda.
Hoy, a sus 25 años, se aleja de aquel pasado, gracias al arte «lo dejé todo. Ahora tengo un propósito», cuenta a EFE.
Alisha, con 24 años, siente que por fin ha encontrado su lugar en el mundo. “Desde que estoy en el colectivo, siento que tengo una identidad. Que por primera vez tengo un lugar. Aquí me han dado un espacio y eso ha cambiado mi vida radicalmente”, asegura.
El contraste entre su pasado y su presente marca cada pincelada. Y hoy, se presentan con otra palabra: artistas.
Ambas forman parte del Aravani Art Project, un colectivo de mujeres trans y personas no binarias que desde 2016 transforma muros de ciudades como Nueva Delhi o Bangalore para sacar a la luz la lucha de una de las comunidades más complejas e invisibilizadas de la India.
Un proyecto colectivo, una familia elegida

“La idea era muy abstracta al principio”, recuerda Poornima Sukumar, artista visual y fundadora del proyecto. “No había tradición de graffiti, y sacar a personas trans a pintar el espacio público era impensable. Pero funcionó”, explica a EFE.
Aravani nació en Bangalore y hoy interviene espacios en grandes ciudades como Chennai, Bombay o Delhi, con un grupo estable de unas 35 personas.
Sukumar define el proyecto como orgánico, casi familiar: «Trabajamos con quienes tienen pasión por el arte, aunque vivan de pedir en la calle o de la prostitución. No es fácil para ellas dejarlo todo. Pero cuando hay un proyecto, nos juntamos y trabajamos como una sola voz».
La mayoría de sus integrantes vive en condiciones de precariedad. La exclusión social comienza pronto: muchas son expulsadas de casa en la adolescencia, sin acceso a estudios ni redes de apoyo. El arte no es una fuente de ingresos estable, pero Aravani ofrece algo más valioso: pertenencia.
Un legado colonial, una exclusión persistente

Durante siglos, las conocidas como ‘hijras’ ocuparon un lugar visible —aunque liminal— en la cultura india. Tradicionalmente asociadas al hinduismo, se les atribuían poderes espirituales vinculados a los dioses que escapan al binarismo de género, como Shiva o Ardhanarishvara, la deidad mitad hombre y mitad mujer.
Bendecían bodas y nacimientos, eran temidas y respetadas por su conexión con lo sagrado. Pero esa presencia fue bruscamente interrumpida con la llegada del Imperio británico.
Con la imposición de la cultura occidental, fueron perseguidas y clasificadas como “criminales” bajo la Ley de Tribus Criminales de 1871, una legislación británica que asociaba su identidad con la desviación y el peligro público.
Aún hoy, ese estigma sigue latente en las estructuras sociales y legales.
A pesar de que el Tribunal Supremo reconoció en 2014 al “tercer género” y ordenó garantizar sus derechos fundamentales, la exclusión se mantiene. Según el estudio de 2023 ‘A Snapshot of Transgender Community in India’, la tasa de alfabetización entre las personas trans es de apenas el 56 %. La mayoría sobrevive en la prostitución, el trabajo sexual ritual o la mendicidad.
Así han surgido comunidades paralelas, con normas y jerarquías propias, y hasta lenguas codificadas, como el Hijra Farsi, un dialecto críptico usado para proteger sus conversaciones.
“Cuando todo lo demás te da la espalda, necesitas crear tu propia familia”, explica la directora del Aravani Art Project.
Del muro hacia fuera: un espacio para ser vistas
En junio, cinco mujeres del Aravani Art Project —entre ellas Alisha y Vini— pintan un mural en el Instituto Cervantes de Nueva Delhi, en el marco del Mes del Orgullo. La obra les ofrece algo más que un muro: un espacio de reconocimiento en una institución internacional, en un evento organizado junto a la Embajada de España en India.
“Queríamos contribuir al mensaje de que el Instituto Cervantes, la lengua española y su cultura, son espacios seguros”, subraya la gestora cultural del centro, Isabel Pérez Gálvez.
El mural combina referencias a la cultura española —como la figura de Ocaña, icónico artista y performer de la contracultura queer española, y los azulejos de la Alhambra— con símbolos de la tradición trans india.
«En India no es habitual ver contenido queer en las programaciones culturales institucionales. Esta es nuestra forma de aportar un pequeño granito de arena para que esas narrativas puedan ser compartidas y reconocidas”, subraya Isabel.
Un arte político
Para Aravani, cada muro es un manifiesto. Para Vini, es también una promesa. Y para Alisha, un principio. “Por favor. Solo pedimos respeto”, dice mirando a cámara. «Que nos vean como iguales, que nos dejen de ver como en el pasado, como prostitutas», concluye.
Lucía Goñi