Un reptil del Triásico con cresta dorsal desafía la teoría evolutiva de estos animales

Reconstrucción e ilustración de Mirasaura en su entorno natural cazando insectos. Crédito: Gabriel Ugueto. Imagen facilitada por el Museo Estatal de Historia Natural de Stuttgart. Solo uso editorial.

Redacción Ciencia, 23 jul (EFE).- Las protuberancias cutáneas complejas se han observado en mamíferos, en forma de pelo, y en aves y sus parientes fósiles más cercanos, los dinosaurios y los pterosaurios, en forma de plumas. Ahora, un equipo científico describe un nuevo reptil del Triásico con una cresta de apéndices en la espalda.

El pequeño animal arborícola de 247 millones de años de antigüedad tiene el nombre de Mirasaura grauvogeli, que significa «reptil maravilloso de Grauvogel» -su descubridor fue el coleccionista Louis Grauvogel-. Tenía una cresta dorsal con apéndices estructuralmente complejos y hasta ahora desconocidos que crecían de su piel.

Estos constituían una alternativa a las plumas, con las que no obstante presentaban algunas similitudes.

Probablemente, utilizaba la cresta para exhibirse ante otros miembros de la misma especie, apuntan los investigadores, para quienes el hallazgo demuestra que las estructuras cutáneas complejas no solo se encuentran en aves y sus parientes más cercanos. El equipo cree, asimismo, que esta estructura evolucionó de forma bastante independiente a la de las aves.

«Este importante descubrimiento nos obliga a reconsiderar nuestra comprensión de la evolución de los reptiles», subrayan los científicos, que publican los detalles de este animal del Triásico Medio en un estudio «revolucionario» en la revista Nature.

Detrás hay un equipo internacional dirigido por los paleontólogos Stephan Spiekman y Rainer Schoch, del Museo Estatal de Historia Natural de Stuttgart (Alemania).

«El Mirasaura proporciona la primera prueba directa de que tales estructuras se formaron realmente en las primeras etapas de la evolución de los reptiles, en grupos no estrechamente relacionados con las aves y los dinosaurios extintos», señala en un comunicado Spiekman.

 

Punto de inflexión

El estudio marca un punto de inflexión en una tendencia de casi 30 años en la investigación paleontológica que comenzó con el descubrimiento de dinosaurios emplumados en China a finales de los 90.

Antes de esa fecha, se pensaba que los reptiles, incluidos los dinosaurios que dieron origen a las aves, estaban cubiertos de escamas y que solo las aves verdaderas tenían plumas. Como resultado, los dinosaurios solían representarse como animales lentos y escamosos.

Esta imagen cambió cuando las investigaciones comenzaron a demostrar que muchos dinosaurios se parecían mucho más a las aves de lo que se pensaba. El hallazgo de dinosaurios emplumados no aviares en China provocó una oleada de nuevos estudios que comenzaron a difuminar las líneas entre los reptiles escamosos y de sangre fría, por un lado, y las aves emplumadas y de sangre caliente, por otro.

«Ahora está claro que la historia es aún más compleja», subraya el comunicado del museo.

«El Mirasaura grauvogeli nos muestra lo sorprendente que puede ser la evolución y el potencial que tiene. Produce repetidamente estructuras similares que son completamente independientes entre sí, pero también estructuras tan diferentes que se pueden distinguir», recalca Schoch.

Para este trabajo se usaron las últimas tecnologías, incluyendo imágenes del sincrotrón europeo ESRF para reconstruir el cráneo.

Los drepanosauromorfos, clado al que pertenece el Mirasaura, son conocidos por los paleontólogos como criaturas extremadamente extrañas del período Triásico. Tenían extremidades delanteras prensiles, a veces con una enorme garra parecida a la del Velociraptor.

El equipo también constató que los tejidos conservados dentro de los apéndices contienen melanosomas (células productoras de pigmento que se encuentran en la piel, el pelo y las plumas) que son más similares a los observados en las plumas que en la piel de reptiles o el pelo de mamíferos, aunque carecen de los patrones ramificados típicos de las primeras.

Todos los fósiles estudiados datan de hace unos 247 millones de años y los primeros se encontraron en el noreste de Francia en los 30, pero permanecieron sin identificar hasta que se llevó a cabo una preparación más exhaustiva en los últimos años.