Belém (Brasil), 12 may (EFE).- Mientras Brasil se prepara para recibir en medio de la Amazonía la conferencia climática de las Naciones Unidas (COP30), que se celebrará en noviembre en Belém, los habitantes de una favela de la ciudad denuncian “racismo ambiental” porque temen quedarse al margen de las obras del evento.
Vila da Barca, considerada una de las mayores comunidades de palafitos de América Latina, está formada por un enjambre de casas que se levantan sobre pilotes de madera a orillas del río Guajará y es fiel reflejo de un eterno abandono por parte del Estado.
Los residentes de la barriada, donde viven cerca de 3.000 personas, denuncian que fue excluida de una nueva estación de tratamiento de aguas residuales que se está construyendo para la COP30 y que los desechos de otra de las obras para el evento están siendo descartados en la favela.
A seis meses de la conferencia, Belém corre contra el reloj para terminar decenas de obras prometidas para el evento, un reto logístico nunca antes visto en esta ciudad enclavada en la Amazonía.
La inversión de 4.500 millones de reales (unos 793 millones de dólares) en infraestructura, prevista por el Gobierno del estado de Pará, incluye obras pendientes desde hace décadas, como kilómetros de red de alcantarillado para el 80 % de la población de Belém que aún no tiene acceso al servicio.
“Muchas promesas”

Pese a tener más de un siglo de existencia, Vila da Barca carece de agua potable y alcantarillado, además de sufrir otros problemas de infraestructuras.
Los habitantes denuncian ahora que una vez más han sido dejados de lado, puesto que el Gobierno regional construye una nueva estación de tratamiento de aguas residuales en la zona, pero según ellos, no va a beneficiar a la comunidad.
Según Cleia Carmo, educadora social y una de las lideresas de Vila da Barca, la comunidad solo se enteró del proyecto cuando vio los carteles de la obra.
“La noticia despertó nuestra curiosidad. Para averiguar si seríamos beneficiados, un grupo de residentes fue hasta la Secretaría de Obras y allí se enteró de que las obras pasarían por aquí, pero no atenderían a la comunidad”, dijo a EFE.
Esto movilizó a los vecinos, quienes exigieron explicaciones sobre el proyecto, pero en una audiencia con las autoridades, solo se hizo “una descripción técnica”, “no presentaron estudio de impactos” y “ahí quedaron muchas promesas”.
Vertedero de desechos

A ese problema se suma que los escombros y lodos residuales de las obras del Parque Lineal de la Doca, otra obra asociada a la COP, están siendo descartados en una fosa de la favela.
Según la lideresa, esto está provocando problemas respiratorios en varias personas por los desechos y los gases que emanan, además del polvo que levantan los camiones, que están destruyendo las pocas vías de acceso de la comunidad, ahora convertidas en un lodazal.
Para Gisele Mendes, asistente social y quien trabaja de la mano con Carmo, lo que está ocurriendo con la comunidad es “racismo ambiental”.
“Y ahí nos queda muy difícil entender qué es lo que pasa, porque ese no es el mensaje de defensa del clima, de defensa de la vida, de defensa del medioambiente y de protección a los territorios que se esperaba vivir por la COP30”, subrayó a EFE.
Las autoridades regionales y municipales han señalado que el sitio de los desechos es provisional y aseguran que Vila da Barca será incluida en el proyecto de la estación de tratamiento. Pero permanece la desconfianza de por parte de la comunidad.
Al parecer, no está garantizado que las obras destinadas a conectar la favela con la estación estén listas para noviembre, por lo que los residentes temen que, cuando pase el furor de la cumbre climática, vuelvan a ser abandonados.