Una legendaria mina de oro brasileña sueña con retomar su gloria pese al desafío ambiental

Fotografía aérea del 12 de septiembre de 2025 donde se observa la antigua mina de Serra Pelada, en Curionópolis (Brasil). EFE/Isaac Fontana

Serra Pelada (Brasil), 30 sep (EFE).- La mina de oro de Serra Pelada, la mayor excavación artesanal a cielo abierto de la historia de Brasil, quiere volver a funcionar como antaño, aunque las peleas entre los mineros, una deuda abultada y los requisitos ambientales dificultan ese sueño.

En pocos lugares de la Amazonia se respira la fiebre del oro como en este pequeño pueblo, que continúa apostando su futuro a la minería pese la creciente preocupación de las autoridades por el impacto contaminante de la actividad, especialmente cuando se realiza sin la debida autorización.

Es un dilema con el que lidia el estado de Pará, donde se ubica Serra Pelada, que tiene una economía dependiente de la extracción de recursos, al tiempo que se prepara para acoger en noviembre la próxima cumbre climática de la ONU (COP30).

“Estamos a tres metros del oro”, asegura a EFE Chico Osório, con los ojos puestos en la boca del pozo clandestino que ha excavado con la ayuda de unos obreros cerca de la antigua mina.

Pese a usar muleta, este hombre de 62 años ha descendido más temprano en una especie de columpio para examinar los avances.

Osório es considerado historia viva de Serra Pelada, adonde llegó en 1982 después de escuchar por la radio lo que habían descubierto.

Hoy en día, el agujero de más de 150 metros de profundidad de la antigua mina está lleno de agua y tiene el aspecto de un apacible lago, pero en aquella época decenas de miles de personas rebañaban sus paredes en busca de oro.

Pala a pala, llenaban sacos con hasta cincuenta kilos de roca, subían las escaleras que llamaban ‘Adiós mamita’, por su peligrosidad, e iban hasta la trituradora con la esperanza de encontrar algo reluciente.

Osório tuvo suerte y extrajo casi 700 kilos de oro; parte lo depositó en un banco, otro poco en la compra de dos avionetas y el resto lo invirtió en equipo.

El Gobierno cerró la mina en 1992 por cuestiones de seguridad y cuando la extracción ya estaba en declive.

Mientras tanto, el banco de los ahorros de Osório quebró y de sus inversiones le quedan este pozo y una maquinaria renqueante: el cable que sostiene el columpio para bajar al túnel empieza a deshilacharse y la trituradora se acaba de estropear tras soltar un ruido sordo.

“Lo más difícil es llegar al oro; después, ya no falta dinero, equipo bueno…”, asegura, optimista.

Planes de reactivación

Fotografía del 12 de septiembre de 2025 que muestra al garimpeiro Zezão analizando el material de mineral extraído del subsuelo para verificar la proporción de oro en Serra Pelada, Curionópolis (Brasil). EFE/Isaac Fontana

Como Osório, muchos de los antiguos mineros siguen viviendo en Serra Pelada y la mayoría pasa el día en la sede de la cooperativa jugando al dominó y esperando a que algo suceda.

La Presidencia de la organización está en constante disputa. Deuzita Rodrigues fue destituida por otros miembros de la dirección poco después de ser elegida, pero ella apeló y un juez determinó su regreso al cargo en agosto pasado.

Además, la cooperativa acumula una deuda laboral de 51 millones de reales (unos 10 millones de dólares u ocho millones de euros), según los abogados de la organización.

Por esta razón, sus permisos están embargados, a la espera de que cumpla con las obligaciones.

Para salir del atolladero, Rodrigues dice a EFE que confía en implementar un acuerdo firmado con una empresa para volver a extraer oro de las cien hectáreas propiedad de la cooperativa, aunque reconoce que las turbulencias recientes pueden haberla asustado.

“Mi deseo es que la mina vuelva a funcionar; hay una riqueza incalculable aquí debajo”, asevera la presidenta de la cooperativa, quien descarta el uso de prácticas contaminantes si se reactiva.

Sin embargo, hartos de esperar, algunos mineros han decidido emprenderla por su cuenta y de forma clandestina con técnicas que suscitan preocupación por su impacto medioambiental, como el uso de mercurio para separar el oro, lo que contamina acuíferos y ríos.

Pese a las operaciones policiales contra la minería ilegal, el comerciante Carlos Aurélio, de 65 años, confiesa a EFE que cada semana le llegan una media de doscientos gramos de pepitas, que él guarda en un pequeño recipiente de plástico.

No son las toneladas del pasado pero sí una prueba de que las riquezas no se han agotado.

Apoyado en su muleta, Chico Osório se agacha y apunta a las placas metálicas empapadas de mercurio: “Esos puntos que brillan, ¿los ve?, eso es oro”.

Jon Martín Cullell

Fotografía del 12 de septiembre de 2025 que muestra a un operador retirando dos toneles de mineral con el ascensor de cable de acero en el garimpo de Chico Osório en Serra Pelada, en Curionópolis (Brasil). EFE/Isaac Fontana