Redacción Ciencia, 18 mar (EFE).- El análisis de un buitre fósil de hace 30.000 años, descubierto en un yacimiento en el centro de Italia, ha revelado que la roca volcánica ayudó a preservar detalles microscópicos en las plumas del animal, lo que supone el primer registro de este modo de conservación.
Un equipo internacional, dirigido por Valentina Rossi (University College Cork, Irlanda), descubrió que los tejidos blandos pueden conservarse cuando un animal queda enterrado en sedimentos volcánicos ricos en cenizas.
Según el estudio, publicado este martes en la revista ‘Geology’, las plumas del buitre se conservaron en una fase mineral llamada zeolita, un modo de preservación de los tejidos blandos del que no se tenía constancia.
Los autores creen que el descubrimiento de este nuevo modo de conservación de tejidos blandos potencialmente específico de las rocas volcánicas indica que esta clase de depósitos puede contener fósiles importantes y bien conservados, por lo que, sugieren, deberían ser objeto de nuevas investigaciones.
Un fósil bien conservado
El buitre fósil fue descubierto por un terrateniente local en 1889 cerca de Roma. El cuerpo estaba tan bien conservado que, a simple vista, se podía apreciar qué clase de ave era.
El cuerpo entero se conservó como una impresión tridimensional, con detalles finos como los párpados y las plumas de las alas.
Ahora, el estudio de este fósil ha revelado que la conservación de las plumas alcanza a las diminutas estructuras microscópicas de pigmento que hay en ellas.
“Las plumas fósiles suelen conservarse en antiguos lodos depositados en lagos o lagunas. El buitre fósil se conserva en depósitos de ceniza, lo cual es extremadamente inusual. Al analizar el plumaje fósil, nos encontramos en un terreno desconocido. Estas plumas no se parecen en nada a lo que solemos ver en otros fósiles”, comenta Rossi.
Mediante el análisis de pequeñas muestras de plumas fósiles con microscopios electrónicos y pruebas químicas, descubrieron que las plumas se habían conservado en el mineral zeolita, un modo de conservación nunca antes descrito.
“Las zeolitas son minerales ricos en silicio y aluminio y son comunes en entornos geológicos volcánicos e hidrotermales”, explica Rossi.
“Se pueden formar como minerales primarios (como bonitos cristales) o formarse secundariamente, durante la alteración natural del vidrio y la ceniza volcánicos, dando a la roca un aspecto de roca de barro”, matiza la investigadora.
La alteración de la ceniza por el paso del agua indujo la precipitación de nanocristales de zeolitas que, a su vez, replicaron las plumas hasta el más mínimo detalle celular.
La fina conservación de las estructuras de las plumas indica que el cadáver del buitre quedó sepultado en un depósito piroclástico de baja temperatura.
El coordinador del estudio, Dawid A. Iurino, de la Universidad de Milán explica que, aunque “solemos pensar que los depósitos volcánicos están asociados a corrientes piroclásticas calientes y rápidas que destruyen los tejidos blandos”, los entornos geológicos “son complejos y pueden incluir depósitos a baja temperatura que pueden preservar los tejidos blandos”.
“Nunca esperamos encontrar tejidos delicados como plumas conservadas en una roca volcánica pero descubrimientos como este amplían el abanico de posibles tipos de roca en los que podemos encontrar fósiles, incluso aquellos que preservan tejidos blandos frágiles”, añade Maria McNamara, del University College de Cork.
“El registro fósil no deja de sorprendernos”, concluye la investigadora.