Una taquígrafa del Congreso evoca en su biografía medio siglo de historia parlamentaria

Ana Rivero, autora de 'Luz y taquígrafa. Cincuenta años transcribiendo la historia de España'. Foto cedida por la autora.

Madrid, 1 oct (EFE).- La vida del Congreso tiene desde hace 200 años unos testigos de excepción que van más allá de los periodistas que siguen plenos y comisiones, el cuerpo de taquígrafos, cuya labor pasa casi desapercibida y que ahora reivindica una de sus más veteranas representantes a través de un libro autobiográfico.

Ana Rivero, con 50 años de experiencia en ese exclusivo club al que accedió cuando todavía ocupaban los escaños las Cortes franquistas, relata, desde un punto de vista muy personal y con la más absoluta sinceridad, mucho de lo que ha vivido y sentido tomando notas sin parar y observando, siempre callada pero atenta.

‘Luz y taquígrafa. Cincuenta años transcribiendo la historia de España’ es la biografía que acaba de publicar en la editorial Plaza & Janés, con más de 300 páginas de recuerdos de debates, discursos, gestos, gritos, exabruptos también y, cómo no, el golpe de Estado del 23-F, que Rivero vivió en primera línea.

 Ayudada por su compañera Ana I. García -que fue periodista antes de opositar al cuerpo de taquígrafos y estenotipistas- se ha afanado en dar forma a esas experiencias, a recuperar fragmentos del Diario de Sesiones al que tanto ha aportado con sus notas, y también a opinar, sin pelos en la lengua.

Se jubiló hace un año, tras una trayectoria en la que arrancó como taquígrafa «ayudante», con Franco aún vivo, hasta culminar su carrera como jefa de servicio, en una España muy distinta.

Homenaje a los taquígrafos

Ana Rivero no se cansa de repetir que ha sido «una privilegiada de la vida» por haber podido asistir, aunque haya sido «pasivamente», a «lo mejor» de la historia parlamentaria de España.

La autora explica a EFE que su biografía es también un «homenaje» al cuerpo de taquígrafos -o más bien taquígrafas, porque ahora son casi todas mujeres- a los que lo fueron, a los actuales y a los que vendrán, siempre vinculados con la historia de España, porque todo lo que escriben queda en el Diario de Sesiones, el cual está pensado para su lectura no ahora, sino dentro de muchos años.

Admite que se ha callado cosas cuyo contenido podría no ser «políticamente correcto» y de hecho relata un muy desagradable episodio de acoso por parte de un diputado al que evita identificar.

Su vida laboral ha sido también la de una profesión donde las mujeres han tenido que bregar en un entorno machista hasta que los escaños del hemiciclo se ha ido llenando de diputadas.

«Etarras en la tribuna»

En el libro evoca otros malos momentos, dentro y fuera del hemiciclo, como cuando un joven guardia civil de los que irrumpieron armados en el Congreso el 23 de febrero de 1981 le informó falsamente de que había «etarras en la tribuna» para justificar el asalto de los guardias golpistas encabezados por el teniente coronel Antonio Tejero.

Su momento más emotivo lo vivió el 15 de diciembre de 2004, cuando Pilar Manjón, madre de una víctima de los atentados del 11-M en los que murieron casi 200 personas, conmovió con su testimonio a los diputados de la comisión parlamentaria que investigó los hechos.

«Se me cayeron las lágrimas», reconoce a EFE, recordando el «silencio sepulcral» que sus duras palabras crearon en la comisión.

La bronca gana a la oratoria

La redacción de su biografía le ha servido para hacer balance y comparar el parlamentarismo actual con la altura de los debates de la Transición -especialmente la elaboración de la Constitución de 1978- y de aquellos impagables oradores, como el socialista Gregorio Peces-Barba, que luego fue presidente del Congreso y por el que no oculta sus preferencias.

Ahora, se lamenta, la bronca, el insulto, la descalificación y los malos modos se han apoderado del hemiciclo, en su opinión fruto tal vez de la creciente polarización ideológica de la sociedad española y del afán por hablar más para el telediario que para el hemiciclo.