Carlos Alberto Fernández

A Rúa (Ourense), 16 ago (EFE).- La lucha contra el fuego ha sido agónica en A Rúa, en la comarca de Valdeorras, en la parte oriental de la provincia de Ourense, donde una de sus vecinas, Jennifer, relata a EFE tras haber salvado su casa que para ella ha sido como vivir «en el infierno» y tiene claro que no quiere volver a pasar por él.
A Rúa es una de las localidades que ha sufrido confinamientos y evacuaciones en las últimas horas por el fuego que la acecha en uno de los incendios forestales que mantienen a la provincia de Ourense en situación 2 de emergencia.
El fuego devoró una fábrica del sector del automóvil, afectó a un punto limpio y el ayuntamiento pidió a sus vecinos que se quedaran en casa y se protegieran de una nube tóxica.
Dentro de lo malo, Jennifer y su familia tuvieron suerte porque salieron indemnes y lograron que su casa se salvara de las llamas.
«Yo ya viví en el infierno; no quiero volver, no lo quiero ver más. Fue lo peor de mi vida sin duda», asegura el día después.
Explica que «fue una locura» porque prendieron los pinos próximos a la casa y «las llamas eran de 20 o 30 metros».
La gente del pueblo, en el que hubo que evacuar una residencia de mayores, se acercó a ayudar y después se sumaron los bomberos, cuyo parque, que está al lado, también sufrió ligeramente el efecto de las llamas. «Estuvo a punto de arder», señala la vecina.
Ella había sido precavida y de víspera había trasladado a sus hijas a otro lugar más seguro. Ayer pudo rescatar a los animales que estaban en la casa unifamiliar, pero ya no le dejaron volver. Tuvieron que esperar decenas de metros más abajo.
En la lucha contra el fuego siguieron su marido y su padre. «No sabíamos si estaban bien o mal. Había muy mala cobertura y la gente no estaba pendiente del móvil», recuerda.
Su hermana Yaiza, que es vecina y también salvó su vivienda, comparte la angustia: «No sabíamos si los que quedaron apagando el fuego estaban vivos o muertos», dice con la emoción a flor de piel y lágrimas en los ojos. A su padre se lo llevó una ambulancia, pero ya le dieron el alta.
Además, desde el mediodía hasta bien entrada la madrugada no tuvieron luz y sin electricidad no podían sacar agua del pozo, aunque finalmente contaron con un generador que les ayudó.
Ella señala que a primera hora de la tarde estaban preparando la comida y vigilando el fuego que veían bajar al otro lado del río, en Seadur.
«En cinco minutos lo cruzó», asegura Yaiza, que cuenta que fue hasta la fábrica de componentes de automoción para ver si tenían que refrescar la zona, pero «ya estaba ardiendo».
En ese momento ya estaba cortado el paso a Roblido, uno de los pueblos confinados, y cuando regresó a su casa el fuego estaba cerca. En diez minutos, llegó a ellos.
«Llamamos al 112, subieron un montón de vecinos a ayudarnos y conseguimos que no nos ardiera la casa», comenta impactada por las «llamas enormes» a las que hicieron frente.
Hasta la casa se acercaron la Guardia Civil y los bomberos, que también ayudaron en la parte de atrás.
Aunque les recomendaron evacuar, dice que «la gente no quería marcharse» porque «no había helicópteros ni hidroaviones».
Llegaron a quedarse sin agua y tuvieron que sacarla de la piscina para refrescar la zona. «Estuvimos por la tarde hasta la noche para que no volviese a prender», afirma.
Las casas se salvaron, pero en la zona, que quedó calcinada por el incendio, sí ardieron algunos vehículos.