Madrid, 1 abr (EFE).- Unas gafas de Juan Gil-Albert, un retrato fotográfico en blanco y negro, tres poemas manuscritos y un monográfico de la revista Canelobre dedicado a su figura han sido depositados este martes en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes en memoria del poeta, narrador y ensayista alicantino.
El acto, al que han acudido su sobrina nieta Claudia Simón y autoridades culturales alicantinas, ha coincidido con el día exacto del 121 aniversario de Gil-Albert (Alcoy, Alicante, 1904-Valencia, 1994), un escritor de referencia de los años 30, la guerra, el exilio y la posguerra.
El director del Cervantes, Luis García Montero, ha recordado que Gil-Albert empezó a escribir muy joven y que en 1927 publicó ‘La fascinación de lo irreal’, “un ejemplo cómo recibir herencias y establecer relaciones con el presente para transformar el futuro”.
Heredero de Gabriel Miró y relacionado con la Generación del 27 y las vanguardias por su amistad con Max Aub, su poemario ‘Misteriosa presencia’ (1936) fue publicado por Manuel Altolaguirre, el gran editor del esa generación, ha recordado el también poeta García Montero.
“Representa el tiempo de imaginación y consolidación cultural de aquellos años 20 y 30”, ha señalado y también ha hecho hincapié en su talla ética e intelectual, por su compromiso y reflexiones sobre el golpe de estado del 36, plasmados en obras como ‘Son nombres ignorados’ (1938).
Gil-Albert formó parte del movimiento literario que en Valencia participó frente al golpe en revistas como ‘Hora de España’ y en la organización de eventos como el Congreso Internacional de Cultura Antifascista y acogió en su casa a compañeros de la Generación del 27 como Luis Cernuda, Rafael Alberti, María Teresa León, Altolaguirre o Ramón Gaya.
“Su figura es fundamental también para recordar el exilio español”, ha dicho García Montero. Al terminar la guerra Gil-Albert fue internado en un campo de refugiados en Francia, tras lo que se exilió en México, donde fue secretario de la revista ‘Taller’ dirigida por Octavio Paz.
A fines de 1942 viajó a Buenos Aires y colaboró en los diarios argentinos Sur y La Nación. Regresó a Valencia en 1947, en pleno franquismo y tuvo que soportar un largo exilio interior hasta que pudo publicar varias obras, escritas mucho tiempo antes.
García Montero ha destacado entre ellas la antología ‘Fuentes de la constancia’ y ‘Crónica general’ como síntesis de su pensamiento.
Antonio Pérez, presidente de la diputación provincial de Alicante, ha destacado la función de este legado “para dar testimonio a las generaciones futuras” y ha asegurado que supone “un acicate para seguir comprometidos con su obra y “no caer en los errores que cometimos en el pasado como sociedad”.
Como testigos de honor han participado también Juan de Dios Navarro, diputado de Cultura de la Diputación Provincial de Alicante; Claudia Simón, sobrina nieta de Juan Gil-Albert; Pilar Tébar, secretaria autonómica de Cultura de la Generalitat valenciana, y Cristina Martínez, directora cultural del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert.
En la caja 1601 de la cámara acorazada del Cervantes que custodia el legado de los intelectuales de habla hispana más destacados permanecerán, como mínimo cinco décadas, los poemas ‘Epitalamio a la hermana’ (1935), ‘Despedida de un año’ (1936) y ‘Mi nostalgia, homenaje a Játiva’ (1964), junto al monográfico de Canelobre publicado en 1996.
El acto ha finalizado con una lectura de un extracto de ‘Valentín’, en la versión teatral de Juan Ramón Torregrosa y la proyección de un vídeo con imágenes del escritor.