Brownsville (EE.UU.), 31 may (EFE).- Un viernes por la tarde, la calle principal del centro de Brownsville (Texas) está cerrada al tráfico. En medio del asfalto flotan varios inflables gigantes: un cohete plateado, un astronauta vestido de vaquero y un planeta azul.
Con música en vivo, decenas de puestos de comida y artesanías, rifas y una exhibición de automóviles Tesla, esta ciudad fronteriza busca promocionar la industria aeroespacial como una oportunidad para la región y cerrar filas en torno al multimillonario Elon Musk y su empresa SpaceX.
En los últimos años, el magnate —quien acaba de anunciar su salida “oficial” del Gobierno de Donald Trump— ha consolidado su poder en la región, sorteando el escrutinio de las agencias reguladoras sobre los lanzamientos y pruebas del cohete Starship.
Ahora impulsa la creación de una nueva ciudad, Starbase, a las afueras de Brownsville, para arropar las operaciones de su compañía.
Las autoridades locales han abrazado los proyectos de Musk bajo la promesa de que el crecimiento de SpaceX atraerá a más empresas aeroespaciales, generará empleo para la población local y engrosará las arcas municipales.
“Si ellos [SpaceX] tienen éxito, nosotros también”, dijo el alcalde de Brownsville, John Cowen, durante una charla inaugural del festival. Agregó que el municipio está “listo para apoyar y colaborar” con Starbase.
El condado de Cameron estimó en un informe publicado el año pasado que la empresa aeroespacial emplea a más de 5.000 personas y generó unos 800 millones de dólares en ingresos fiscales durante 2024.
Pero no todo es celebración. Organizaciones ambientalistas advierten que la expansión del proyecto espacial pone en riesgo el frágil ecosistema que rodea Starbase: el delta del Río Grande y los humedales que forman parte del área protegida de vida silvestre en Boca Chica.
“Todo ha cambiado”

Cientos de personas acudieron al festival en la noche del viernes, entre ellas admiradores de Musk, familias y jóvenes.
Vestida con una camiseta con la imagen del planeta Marte y la frase —acuñada por Musk— “Occupy Mars”, Anaidee Ancira hace fila para probar suerte en una ruleta de premios (termos, maracas, camisetas) con el logotipo de SpaceX.
Desde la llegada del magnate a la región, hace más de diez años, “todo ha cambiado”, opina esta mujer de 37 años, nacida y criada en Brownsville.
A pesar de las denuncias por contaminación, Ancira cree que Musk “está haciendo un bien” al querer llevar a la humanidad a Marte, el objetivo final del cohete Starship. “Es el sueño de todos cuando éramos niños: salir de aquí y ver qué hay más allá, atravesar el espacio”, añade.
A su lado, padres e hijos esperan su turno para subirse a una camioneta Cybertruck, un pickup eléctrico fabricado por Tesla, empresa de la que Musk es director ejecutivo (CEO).
“¡Queremos bailar!”, grita una mujer hacia el escenario, mientras el alcalde termina sus declaraciones. Detrás de él, una batería, un par de congas y una guitarra reposan.
El maestro de ceremonias, un hombre alto, de abundante barba marrón y sombrero de vaquero, toma el micrófono y da por concluida la charla. “Sigan disfrutando. Agarren algo de comer o de beber. El futuro es ahora.”
Alejandra Arredondo
