La Habana, 28 jun (EFE).- El «balserito» Elián González regresó a Cuba un día como hoy hace 25 años, tras sobrevivir a un naufragio rumbo a Estados Unidos y convertirse en el centro de una tensa disputa familiar, legal, diplomática e ideológica que marcó las relaciones entre los dos países.
A sus 31 años, González vive en Cárdenas, su ciudad natal, apartado de los focos. Es ingeniero industrial, está casado y tiene una hija, trabaja en un organismo estatal y, desde 2023, es diputado nacional.
Tras su explosión mediática hace un cuarto de siglo, ahora apenas aparece en titulares y noticias sobre el aniversario. EFE solicitó una entrevista a través del Gobierno cubano, pero hasta el momento no ha recibido respuesta.
González, en una reciente conversación, agradeció haber podido volver a la isla y alejarse de la exposición pública. También recordó la «firme convicción» de su padre de que debía lograr su regreso y el gran apoyo popular.
«El hecho de que toda una nación se movilizara y estuviera al lado del dolor de mi padre, y deseara mi regreso, ha sido algo que nos ha marcado y cambiado toda nuestra vida, por mucho que hemos tratado de que transcurriera lo más normal posible», dijo sobre este asunto hace cinco años a un medio oficial.
«Siempre hay lugares y compromisos a los que acudir, personas que nos quieren saludar, para las que no veo otra forma de cumplir con mi parte que saludándolos, que siéndoles fiel y respetuoso, porque, sin apenas conocer a ese niño, sumaron sus voces por mi regreso», comentó.

Un episodio inolvidable
El 22 de noviembre de 1999, Elián González, con apenas cinco años, salió de Cuba con su madre Elizabeth Brotons -que estaba separada de su padre-, y una docena de cubanos que pretendían llegar de manera irregular a Florida.
Sin embargo, la precaria embarcación volcó cerca de la costa estadounidense. «Recuerdo cuando caímos al agua, que fui subido a un neumático y mi madre me cubría y luego, en algún momento, levanté mi cabeza y ya no la vi más», relató el joven hace unos años en una entrevista.
Sólo sobrevivieron Elián y una pareja de balseros, que nadaron hasta la orilla.
El pequeño quedó flotando sobre el neumático -a modo de salvavidas- por dos días, hasta que unos pescadores lo rescataron y lo entregaron al Servicio de Inmigración y Naturalización (INS), que lo confió a su tío abuelo paterno, Lázaro González, en Miami.
La manzana de la discordia
Los familiares del niño en Miami exigieron la custodia de Elián, argumentando que su madre había dado la vida para que «creciese en libertad».
Pero su padre, desde Cuba, al enterarse de lo ocurrido solicitó su repatriación, alegando que la madre se había llevado al menor sin su consentimiento. El Gobierno cubano se volcó con el caso.
El entonces presidente cubano, Fidel Castro, encabezó personalmente una auténtica cruzada que denominó «batalla de ideas» para traer de regreso al niño, pese a la profunda crisis económica que sufría la isla tras el derrumbe del bloque socialista.
El caso escaló rápidamente, se politizó y se convirtió en la última excusa para renovar el pulso entre La Habana y el exilio cubano en Miami.
El Gobierno cubano impulsó masivas manifestaciones -muchas de ellas frente a la misión diplomática de EE. UU. en La Habana-, creó las llamadas «tribunas abiertas», con mítines que exigían el retorno de Elián, y lanzó un programa televisivo para seguir los pormenores del caso.
En Miami, los grupos anticastristas más radicales se enfrascaron en una ofensiva ante los tribunales estadounidenses para retener al balserito.
El amplio despliegue mediático del caso también contribuyó a sumar el apoyo de activistas y colectivos religiosos de EE. UU. como el Consejo Nacional de Iglesias, la mayor asociación ecuménica del país.
El fin de la disputa
Las autoridades de inmigración estadounidenses reconocieron el 5 de enero del 2000 el derecho de patria potestad de Juan Miguel González, decisión que respaldaron la Fiscal General de entonces, Janet Reno, y el presidente demócrata Bill Clinton.
La repatriación del menor fue cursada, mientras los parientes y grupos anticastristas como la Fundación Nacional Cubanoamericana persistían ante los tribunales con demandas de asilo político para retener al balserito.
El padre viajó a EE. UU. en abril y se pudo reunir con Elián, luego de que un operativo federal, ordenado por el Departamento de Justicia, lo sacara por la fuerza de la casa de sus familiares.
El 28 de junio del 2000, Juan Miguel González llegó a La Habana con su hijo.
A partir de ese momento se abrió para el niño una etapa de reincorporación a su entorno familiar y al inicio del primer curso escolar, bajo el acompañamiento de sicólogos que supervisaron el proceso de normalización de su vida.
Años después, en unas declaraciones públicas, Elián agradecía a los pueblos de Cuba y Estados Unidos por respaldar a su padre. Sobre sus parientes de Miami aseguró que no les guardaba «rencor».